«ATARFE, 50 AÑOS DESPUÉS O LA OTRA MEMORIA HSTÓRICA» por Francisco Luis Rajoy

Han pasado cincuenta años desde que me vi obligado a salir de Atarfe.

Digo bien en lo de verme obligado, al igual que miles de atarfeños que a lo largo de esos años nos hemos ido dispersando a lo largo de la geografía nacional, de Europa y otros lugares del mundo.

Nadie abandona libre y voluntariamente su lugar de nacimiento, su cultura, sus costumbres, sus  famliares, sus amigos. Nadie renuncia a su identidad y al final te preguntas, a cambio de qué y si el peaje pagado a lo largo del camino compensa y ha valido la pena.

Cuando ocasionalmente, de forma temporal, uno vuelve al lugar de origen, nadie te pregunta acerca de tu experiencia personal, de lo que piensas o sientes en otro lugar donde las costumbres, donde el idioma, donde la cultura es tan diferente a la tuya. No, lo que de forma morbosa y reiterativa le interesa a la gente es si económicamente estás haciendo fortuna, porque en caso contrario, se considera un fracaso, que para ese viaje no se necesitaban alforjas.

Curiosamente, y de forma absolutamente frívola, la gente mide el grado del bienestar, del éxito y del fracaso en el dinero, De ese error manifiesto sacaría yo a la gente invitándola a que durante una buena temporada vivieran esa experiencia de la inmigración/emigración para que la valoraran y apreciaran en su justa medida.

La memoria histórica a la que me refiero no es la trágica, la dolorosa, la sangrienta que se usa de forma obscena y demagógica, aquella que utilizan los políticos con sus intereses partidistas pretendiendo obtener los mejores réditos en beneficio propio y como arma arrojadiza contra otro rival político. Situación que provocaron ellos, dicho sea de paso, en el pasado movidos por los intereses oscuros y miserables que rigen la condición del ser humano.

Pero esta memoria histórica merece un artículo aparte y más profundo.  La memoria histórica a la que me refiero es el recuerdo especial que merecen aquellos miles de atarfeños que un día se marcharon dejando atrás lo más querido, raíces, familia, amigos, en resumen, su esencia más profunda, su razón de ser. Iniciando una aventura hacia lo desconocido, hacia ninguna parte. Es  en sinsentido que para subsistir en esta vida tengas que abandonar lo más
querido.

Mi memoria, mi recuerdo especial, mi homenaje más sentido hacia todos aquellos atarfeños que lejos de su tierra la siguen llevando en su memoria y en su corazón, que se sienten orgullosos de ejercer su atarfeñismo, de su cultura, de sus costumbres. Atarfeños que no han renunciado a serlo y con su ejemplo han hecho más grande su patria chica, aunque esta patria los haya olvidado a ellos.

Pero está claro que este recuerdo, esta memoria histórica de miles de atarfeños que han dejado su vida y sus lágrimas enterradas en cualquier cuneta del camino, no genera réditos políticos. Seguro que en Atarfe existen bastante monumentos que con intención demagógica han ido levantando los políticos por cualquier motivo banal y estúpido y encima se han sentido orgullosos de ello.

En cambio, no hay ninguno que con mayor fundamento se haya levantado a la memoria de aquellos que un día marcharon para nunca más volver. Va siendo hora que se haga justicia y se subsane este error histórico y se recupere para siempre la memoria histórica de los injustamente olvidados.

“Ermita, hermosa, callada y silenciosa,
que en la quietud de la playa de la Sierra me esperas.
Un atardecer, el viento del Sur a la vela
de mi barca empujará y en tu playa eterna,
para siempre, a mi espíritu depositará”

F. L. Rajoy Varela.

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