Acabó enero, con su cuesta, sus temperaturas heladoras, los desprendimientos en la carretera de la sierra, la cuatrera subida de gasolinas, el asesinato de Algeciras, las salidas de carril de Feijóo con lo del cristianismo, el premio a Ayuso por haber sido delegada de clase, empeño que puso cuando era estudiante y el recuerdo de sus profesores; las vueltas con el sí es sí; los vetustos tanques de Zaragoza, el Putin empeñado en seguir jodiendo al mundo, los europeos y americanos mirando cómo perjudican menos sus economías y salen mejor en la foto, los alemanes dudando si ir o no ir, los franceses cabreados porque les va a subir la jubilación hasta los 64 años; Nadal otra vez lesionado, los culés locos de contentos porque han ganado algo, el Granada que sigue sin tocar bola fuera, el Covirán recibiendo unas palizas que se antojan de miedo pero que resurgirá sí o sí; Juanma levitando,

Paco Cuenca viendo que llega mayo y que los peperos ya no son peperos sino juanmistas; los expertos diciendo que cuidado con el excesivo uso de los teléfonos móviles que se nos están ablandando los sesos, la tierra girando con el núcleo ahí, ahí, con lo que eso puede suponer; los de siempre que siguen negando el cambio climático porque están convencidos que lo fuerte llegará cuando ellos ya no estén; la cultura siendo como siempre la cenicienta social pero la que pinta de azul y rosa las fotos en las que todos quieren estar. En fin, un enero como todos los eneros, y en unos días ya con las mascarillas a punto de ser guardadas. A ver cómo viene febrerillo el loco.

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