Te recuerdo, Mar, te recuerdo. El calor sofocante de un quince de julio, la sorpresa de lo inesperado por absurdo, el desconcierto anclado en la mirada, aquello llamado ‘Operación Colina Roja’, el daño por el daño, el golpe impensable desde la propia Consejería de Cultura.

La apertura de los telediarios, la portada  de los periódicos, el escándalo del rostro más reconocible del PSOE granadí, la futura ministrable  de Cultura a la que todos querían en su foto, justo antes de que llegasen los silencios y los distanciamientos. La vida es eterna en cinco minutos, ya lo cantó Victor Jara.  

Luego, después de ocho años llegó el veredicto, la ratificación de que nunca hubo nada. Era un juego de manos, el puñal por la espalda, enemigos con rostro de dentro de casa, los vecinos de enfrente aprovechando el contexto. Una cacería con treinta inocentes y tu cara al frente, víctima propiciatoria de un fuego cruzado agarrado a una excusa: el expediente “Audioguías”, que se pudo tramitar mejor por parte de los servicios jurídicos y de intervención de la Junta de Andalucía (es decir, quienes asesoraban tus decisiones), pero que fue aprobado según procedimiento y pasando los filtros, uno tras otro. Incluido el pleno del patronato donde estaban los representantes institucionales de todas las administraciones, tan callados, tan sonrientes, tan expectantes. Llegados a ese punto, se creó el escenario y dio igual, porque hasta algunos de los propios te quisieron culpable. Nada personal. Interesaba apartarte porque es lo de siempre, lo que nunca aprendemos: una mujer fuerte liderando con criterio propio y capacidad de decisión resulta peligrosa; con frecuencia acaba siendo una pieza a abatir sin posibilidad de defensa, con los focos cegándola. En cualquier espacio, en cualquier lugar.

Pero el reloj no frena y han seguido pasando veranos, primaveras de verde, algún otoño con lluvias y el invierno infinito.  Tú caminaste entre nieves por antiguos caminos a la plaza docente que ganaste tan joven. Refugiada  entre libros con Balbás siempre cerca,  la cabeza muy alta, las palabras bien claras y mirando a los ojos, esa beca de Roma prestigiando tus sueños. Rescataste a Fortuny para este país con memoria tan frágil.  Cada día su afán, esperando justicia. Y aquí estás ya por fin, Mar, empezando otra etapa con tu nombre impoluto y el honor restaurado. La sentencia lo explica y os absuelve de todo. Inocentes. Pero yo me pregunto hoy lo mismo que entonces y lo escribo de nuevo: ¿quién te devuelve el tiempo de angustia?, ¿Cómo se desagravian las penas de telediario? Debajo queda el debate sobre el modelo de gestión pública al que nos ha abocado las malas decisiones de liderazgo en los partidos: si nos interesan personas con capacidad, mérito y vocación de servicio a la democracia, cada cual desde la legitimidad de sus ideas; o bien si nos dejamos gobernar por irresponsables sin oficio, respaldados en la soberbia inconsciente de creerse infalibles porque no tienen miedo de jugarse la cárcel con cada rúbrica. Es decir: escoger a estadistas o a bufones, ahí está el dilema de la España que queremos. Y, mientras, tú has seguido pensando Granada, trascendiendo estos barros, con Fortuny de fondo. Adelante, Mar, siempre adelante. Has comprendido de la manera más cruel que sólo te protege de tanta maldad, de lo que ha implicado una persecución sin tregua, poder vivir para contarla.

 

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