Dicen que las mentiras son como espinas, que van enredando. Hoy se han clavado en la sociedad.

Las redes sociales, fantásticas para muchas cosas, también lo son para las mentiras. Quienes tienen poder lo saben y las usan para alcanzar más mando. El poder debiera ser, a partir de determinados límites, cáncer que acabara con su portador. Quizás así quienes lo ansían de forma desmedida se lo harían mirar. Los grandes poseedores de haciendas han querido siempre gobernar sobre las haciendas, vidas y bienes de los demás e intentan expandir sus tentáculos manipuladores a espacios cada vez más extensos.

Así lo hizo Trump junto a los rusos, y así nos está yendo a los demás. Con el BREXIT ocurrió otro tanto, las mentiras influyeron tanto en los votantes que cuando quisieron enterarse ya estaban fuera.

Hemos convertido el uso de las falsedades en algo común y aceptado socialmente. La gente sabe que la noticia puede ser falsa, pero se acurruca junto a ella y la acepta, después ya habrá quien
pague sus consecuencias. Se hace en todos los ámbitos, y si esto no se frena tendremos que prepararnos para demostrar inocencias más que culpabilidades. Las gentes se organizan para ir
contando cuentos que los favorecen en espacios públicos que se supone tienen reglas. Da igual. Las víctimas se enteran ante el paredón. Estos lodos vienen de aquellos polvos y la calima de la falsedad es feroz, queda adherida y no hay forma de arrancarla de las vidas de los señalados.

Y cuando aparece la verdad desnuda no pasa nada con los falsos acusadores, que ya están en otras manipulaciones. Que le pregunten a Mar Villafranca, un poner.

FOTO: PHARMA MARKET

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