El pasado mes de noviembre conocimos a Fatheh, una mujer siria que había huido de la guerra con sus cuatro hijos pequeños y cruzaba los Balcanes en dirección a Alemania, donde le esperaban sus dos hijas mayores.

Viajaba desde hacía dos semanas y nos pidió ayuda: su mochila se había roto y llevaba todas sus pertenencias en una bolsa de basura. Le conseguimos otra mochila y mientras pasaba las cosas de un lugar al otro pudimos ver lo que había dentro: mantas, abrigos, anoracs, gorros, bufandas, guantes. Nada más. Eso era lo único que había sobrevivido a su viaje desde Siria: ropa para protegerse del invierno que ya entonces asolaba esas tierras de paso.

Pensé que el frío era lo único que podía entorpecer su camino. El relato del viaje que había hecho Fatheh hasta Serbia, donde la entrevistamos, era estremecedor; pero nada había conseguido que se rindiera. Ni el cierre de fronteras, ni las huelgas de ferris, ni los abusos de los mafiosos con los que tuvo que negociar en varias ocasiones. Ni cruzar el mar en un bote hinchable con otras 50 personas, ni dormir en la calle, ni viajar como si fuera ganado en medio de dos vagones.

“Bombardearon mi casa y la de mis familiares. En mi barrio ya no queda nada en pie. Aunque la guerra terminara ahora ya no tenemos a donde ir”, nos contaba Fatheh. Ella, como la mayoría de las personas que deciden abandonar su país de origen, no tiene alternativa. “Huyo de una catástrofe. Solo quiero tener una vida en paz”, confesaba.

 Entre España y Serbia apenas hay 2.300 kilómetros de distancia. Sin embargo, nuestros políticos no parecen demasiado preocupados con lo que ocurre a las puertas de Europa. Todavía menos con las causas que provocan la llegada de personas a nuestros países, como son conflictos como el de Siria, la pobreza o el cambio climático.

La mal llamada crisis de refugiados, los conflictos internacionales o la ayuda al desarrollo de los países pobres apenas se ha mencionado en los debates electorales y ni aparece en los programas de los partidos. Nuestros gobernantes actúan como si lo único importante fuera lo que ocurre en casa, olvidando que vivimos en un mundo global donde todo está interconectado.

Miles de personas siguen arriesgando su vida para llegar a Europa. Más de 50 han perdido la vida solo en estos días de enero, y es urgente un plan de acción realista e integral que asegure vías legales y seguras, una acogida digna pero sobre todo que busque soluciones a los motivos que impulsan a miles de personas a abandonar sus hogares.

– @laurtado

FOTO:

Fatheh, en un momento de su viaje entre Siria y Alemania. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

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