Cuidado con celebrar San Valentín haciendo maratón de pelis románticas. La mayoría de estos films deberían llevar la misma pegatina que las cajetillas de tabaco, advirtiendo de su peligro.

Acudimos en tropel a las salas de cine y nos exponemos, a pelo y sin ningún tipo de protección, a escenas de amor cuyas consecuencias son más nefastas que los rayos de sol a las tres de la tarde. Somos unos temerarios.

Algunas mentes rápidas ya estarán objetando que la ficción no tiene ninguna influencia en nuestra vida real. Lo cierto es que el cine es una fuente de conocimiento, creencias y educación, igual que lo son los juegos, el colegio o las relaciones sociales. El problema, como casi siempre, no es el vehículo sino el contenido, que reproduce sistemáticamente ideas falsas sobre el amor con las que luego medimos nuestros idilios.

Estas son sólo algunas de las perlas que nos tragamos, junto a las palomitas dulces, en los romances blockbusterianos:

El éxito social pasa por estar en pareja. La realización, el culmen de la historia, llega cuando el protagonista deja de ser uno y se convierte en dos. La princesa prometida, Desayuno con diamantes o Pretty Woman cierran con la técnica del fundido en beso, reforzando esta idea de final feliz. La realidad es que ser single está penalizado: en los restaurantes no suele haber mesas para un solo comensal, y las habitaciones de hotel individuales son mucho más caras.

La durabilidad. El «para siempre» y «más allá de la muerte». Cuántos berrinches nos habríamos ahorrado si alguien nos contara que las relaciones no son eternas y que tener varias parejas a lo largo de la vida es recomendable. Películas como Ghost o Carta de amor difunden la idea de que el amor verdadero es capaz de traspasar las barreras del tiempo y de la muerte. Con el listón tan alto, es imposible no sentirse fracasado cuando termina una relación de años, meses o incluso de días.

La sumisión de la mujer. Desde los primeros cuentos, las niñas ya sabemos que conseguir el amor romántico es prioridad en nuestra vida. Para ello hay que estar dispuesta a todo: sacrificarse, sufrir e incluso morir. Ciencuenta sombras de Grey, Crepúsculo o Rompiendo las olas son ejemplos de mujeres resignadas a pasar a segundo plano y renunciar a todo en nombre de su amado. Luego nos escandaliza no saber nada de nuestras amigas cuando se echan novio, o que permanezcan impasibles cual postes de tendido eléctrico en relaciones que no las hacen felices. Violencia de género y amor es una mezcla que debería levantar de la butaca a cualquier espectador.

La monogamia. Más de uno pero menos de tres: la fórmula de la felicidad no entiende de ecuaciones complejas. La atracción por una tercera persona es fuente de caos, sufrimiento y desastres. Los puentes de Madison, El paciente inglés o Closer alertan del alto coste de los idilios fuera de la pareja. Como para lanzarse a la aventura…

La heteronormatividad. Chico conoce a chica, o chica conoce a chico. Faltan películas que normalicen otro tipo de relaciones y que no sean historias tristes o atormentadas. Brokeback Mountain o La vida de Adèle visibilizan historias homosexuales pero tienen desenlaces trágicos. Son lo contrario al fundido en beso, es decir, amores imposibles.

Él lleva la iniciativa. Los hombres son los eternos galanes, los que dan el primer paso, los que declaran su amor a la chica. Los tiempos han cambiado, y el cine se ha quedado atrás en este aspecto. Hoy nosotras también proponemos citas y nos llevamos alguna que otra cobra. Las que aún no se han puesto las pilas, continúan en bucle refrescando Facebook a la espera de un mensaje nuevo.

Cantidad vs. calidad, o los ubicuos estereotipos. Las pelis de adolescentes universitarios tipo American Pie y Chicas malas valoran en ellos la cantidad: tirarse a muchas. En ellas, la calidad: elegir al bueno. La versión moderna de estas cintas son las de relaciones abiertas basadas en el sexo (Amigos con derecho a roce, Sin compromiso, Y de repente tú), pero acaban tirando su propia teoría por la borda finalizando con la pareja feliz en modo tradicional.

Hay muchas más perlas, que darían para siete posts (os invito a compartirlas en los comentarios), pero el conflicto que plantean es siempre el mismo: la falta de variedad, el discurso dominante. Al ser todas las tramas tan similares, lo que no se ajusta a ese relato lo consideramos defectuoso o anormal.

La ficción sí nos influye, porque lo que sentimos al ver esas imágenes es real, y son las emociones las que nos guían a la hora de tomar decisiones y crear mapas de comportamiento. Por supuesto, el grado de impacto en cada persona es diferente y depende de más factores, como la personalidad, aspiraciones, experiencias… A veces el cine sólo refuerza creencias que ya tenemos instaladas por otros medios.

Lo fácil es dar más de lo mismo. Lo valiente es ofrecer alternativas diferentes para que podamos reorganizar nuestras expectativas con otros referentes. Lo mejor es dejarnos de historias prefabricadas y lanzarnos a vivir nuestra historia sin esquemas (y aplicarnos protección 70 antes de encender el proyector).

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