El lunes pasado se presentó en el Círculo de Bellas Artes en Madrid un interesante documento a modo de manifiesto en el que una parte de la sociedad civil, hablando a través de intelectuales, artistas y sindicalistas, plantea la necesidad y la posibilidad de abrir camino a la formación de un gobierno de cambio y progreso, considerando que repetir las elecciones no es ninguna solución. Comparto plenamente esta conclusión y los razonamientos que conducen a ella.

Repetir las elecciones es devolver a la ciudadanía la adopción de una decisión ya claramente tomada el pasado 20D. Sería como decirle que su decisión no sirve y que queremos otra (cada cual la suya, naturalmente).

Pero hay que asumir con madurez que en estas elecciones, por reacción a los excesos de nuestra vida política, muy condicionada hasta el presente por un bipartidismo rotundo, el voto se hizo más plural, signo inequívoco de que se optaba por una nueva política del diálogo, el acuerdo, el pacto, la cesión y la transacción. Sencillamente porque en la sociedad española se es consciente de que esa nueva actitud es ineludible para enfrentar, encauzar y resolver los asuntos comunes y las grandes necesidades que acucian al país tras un larguísimo periodo de crisis económica, social y política y ante el permanente afloramiento a la superficie de los pestilentes lodos de la corrupción.

Repetir las elecciones, dejando de lado otros inconvenientes, no es sino prolongar por mucho tiempo más la falta de un gobierno que pueda reponer la vida institucional y política a un funcionamiento normalizado. Con una nueva convocatoria electoral a poco más de tres meses de las anteriores tampoco resolveríamos la incertidumbre acerca de si los resultados nos permitirían la formación de ese gobierno que necesitamos o, por el contrario, nos devolverían a un escenario semejante al actual o todavía peor.

Repetir las elecciones no es la solución porque la ciudadanía nos dio, además, un claro mensaje complementario: las formaciones políticas abiertas al cambio y al progreso recibieron más apoyo en su conjunto que las que representan el inmovilismo. En concreto, los partidos del cambio representan en su conjunto a más del 70% de los españoles y españolas mientras que el PP, pese a haber sido la fuerza política con mayor número de escaños, queda en clara minoría frente a ese conjunto. Y no de cualquier manera, sino como la responsable de las políticas de recortes en derechos sociales yen libertades y de los excesos de la austeridad recesiva. A mayor abundamiento, señalada también por un inadmisible ejercicio abusivo del poder con el rodillo de su anterior mayoría absoluta e identificada con la carcoma de la corrupción generada en su entorno más próximo.

Así las cosas, el PP no puede representar el cambio que exige y anhela la ciudadanía española. Esta formación política no está en condiciones de liderar ningún cambio ni de gobernar, al menos por ahora, sino que debe centrarse en su autoregeneración interna, para su propio bien y el del conjunto de muestro sistema democrático.

Los firmantes del mencionado documento identifican los objetivos que debiera tener el acuerdo entre las formaciones políticas del cambio. No se puede decir más claro. Sostienen la necesidad de lograr un acuerdo amplio que se ocupe de lo más importante y acuciante para la sociedad española: crecimiento económico, creación de empleo, plan social contra las desigualdades y por el Estado de bienestar, medidas contra la corrupción y de regeneración democrática, reducción y encauzamiento de las tensiones territoriales y una política europea que no obstaculice la recuperación económica.

Tirar por borda esta oportunidad es una irresponsabilidad que puede salirnos muy cara, permitiendo la posibilidad del continuismo de la política regresiva que hemos padecido durante la anterior legislatura, especialmente las personas más desfavorecidas. Y aunque los resultados fueran semejantes a los del 20-D y nos viéramos entonces obligados al acuerdo, habríamos perdido la preciada ocasión de avanzar desde ya, perdiendo así meses de políticas de cambio, de mejora y de progreso y permitiendo, por el contrario, un mayor deterioro de la situación del país, especialmente en los terrenos económico y social.

No, no hay ninguna razón convincente para este escenario. Como Diputado he podido comprobar con qué facilidad hemos dialogado y nos hemos puesto de acuerdo en lo esencial, sin problemas, en muchas iniciativas progresistas, sobre todo en Comisión, hayan sido proposiciones de ley o no de ley o intervenciones relacionadas con las escasas comparecencias del Gobierno. Como no podía ser de otra manera, toda vez que entre el programa consensuado por PSOE y Ciudadanos y el concretado por Podemos hay un amplio margen de coincidencias de más del 70% en las propuestas.Esto prueba que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

Pese a que hoy por hoy parece ya imposible la investidura de un presidente que abra el camino a un gobierno del cambio y para el progreso, no pierdo esa esperanza de la última hora, como tantas personas todavía mantienen, para que este objetivo se haga realidad. Quien lo haga imposible tendrá que explicar muy bien a los españoles y a las españolas por qué ha preferido continuar como estamos (o arriesgarnos a ir a peor) y no dar una oportunidad al entendimiento para avanzar, pese a la tan pregonada “nueva política”.

Gregorio Cámara Villar
Catedrático de Derecho Constitucional y diputado socialista del Congreso por Granada

 

Repetir las elecciones no es ninguna solución

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