La lectura de los periódicos en estos últimos días me ha devuelto a mis años en el Ministerio del Interior. El movimiento 15M ha cumplido cinco años, y con ese motivo se han recuperado imágenes, se han expuesto análisis y se han atribuido paternidades

Pasados cinco años a nadie del PP se le ha ocurrido reiterar lo que algunos de sus más procaces portavoces difundieron aquéllos días: que el 15M lo había montado yo.

Debo decir que no me molesté en desmentirlo. Me parecía que nadie podía creerse semejante patraña. Estaba equivocado: hoy, todavía, hay quien lo sigue manteniendo. Más enjundia tenían las acusaciones que también recibí, esta vez incluso de la cúpula del propio PP, de permisividad con las acampadas. El Gobierno, decían entonces, tenía la obligación de impedir la ocupación ilegal de los espacios públicos. Ahí sí que había una razón para la crítica política, entendida como aquella que nace de una disparidad de criterios sobre cómo abordar algunos temas cruciales de gestión pública. Porque más allá de las razones jurídicas que a unos, el PP, y a otros, el Gobierno, nos asistían para defender una determinada actuación de las fuerzas de seguridad, más allá incluso de la sensata valoración de estas misma fuerzas que recomendaba la prudencia y mesura en el manejo de una dificilísima situación, más allá repito, había una valoración política sobre lo que estaba sucediendo.

Lo que el Gobierno tenía que hacer en aquél momento no era disolver, sino escuchar

Para un amplio sector de la derecha española nos encontrábamos ante un problema exclusivamente de orden público. Para el gobierno en el que yo me encontraba en aquél momento, el movimiento 15M era la expresión de un sentimiento muy amplio de crítica, de rechazo, por qué no decirlo, de políticas y políticos, que merecía un tratamiento exquisito por parte de las instituciones democráticas, empezando por las fuerzas encargadas de velar por la seguridad y la libertad, por la libertad y la seguridad de los ciudadanos. Como dije entonces, lo que el Gobierno tenía que hacer en aquél momento no era disolver, sino escuchar.

Esta semana, el juez José de la Mata, de la Audiencia Nacional, ha impuesto una fianza de 1,2 millones de euros al PP para cubrir sus responsabilidades civiles en el denominado ‘caso Bárcenas’, que se sigue por la presunta existencia de una caja b en ese partido durante los últimos veinte años. Se trata de una de las cabezas de esa hidra judicial en la que se ha convertido el ‘caso Gürtel’ que estalló allá por el año 2009, cuando yo me encontraba al frente del Ministerio del Interior.

Hoy, recordando estas cosas, me preguntaba cuántos dirigentes del PP de los que me acusaban con fruición hace cinco años de estar detrás del 15M se lo creían de verdad

Pocos días después de ese estallido, concretamente el 11 de febrero del año 2009, Mariano Rajoy reunió a toda la cúpula del PP, con foto de grupo incluida, para denunciar enfáticamente que aquella operación no era una trama del PP, sino una trama contra el PP. El Presidente del PP marcó la línea y muchos de los dirigentes de ese partido se apresuraron a seguirla con entusiasmo. Lo recuerdo bien: en las radios, en las televisiones, en el propio Parlamento no transcurría día sin que alguien del Partido Popular saliera a acusar gravemente al Gobierno y, más en concreto, al Ministro del Interior de azuzar a la fuerzas de seguridad contra el primer partido de la oposición. Escribiendo estas líneas recordaba que ese mismo verano la Secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, irrumpió en la tranquilidad veraniega de los españoles para acusar desde un chiringuito de una playa del sur de España a todos: jueces , fiscales, policías y, claro está, al Gobierno socialista, de intentar acabar con el PP.

Siempre pensé, de hecho así lo dije, que se trataba de una línea de defensa que intentaba amedrentar a quienes de forma exquisitamente profesional estaban desarrollando la investigación sobre la que hoy sabemos que constituye la trama de corrupción ligada directamente a un partido político más extensa que ha conocido la democracia española.

Hoy, recordando estas cosas, me preguntaba cuántos dirigentes del PP de los que me acusaban con fruición hace cinco años de estar detrás del 15M se lo creían de verdad. O cuántos de los que acompañaron a Rajoy en la foto del 11 de febrero del 2009 ignoraban lo que había pasado durante años en las finanzas del PP. Y me contesto a mí mismo: uno o ninguno. Mentir es lo que hizo el PP en estos dos asuntos, de forma sistemática, hasta convertir la mentira en un instrumento central de su estrategia política.

A %d blogueros les gusta esto: