Las bodas con cónyuges de más de 40 años se han multiplicado por cuatro en 20 años

El número de contrayentes de entre 40 y 50 años ha subido más de un 300% entre 1996 y 2015 y para la mayoría son sus primeras nupcias.El matrimonio deja de ser exclusivamente un rito del paso a la vida adulta y empieza a entenderse también como «broche de oro a una convivencia».

Los españoles alteran el orden de nupcialidad-fecundidad: ahora muchos cohabitan, tienen hijos y luego deciden casarse. ¿Por qué?
Manoli y José se casaron porque, siendo veinteañeros y trabajando los dos, tenían la obligación de dejar los sueldos íntegros a sus padres. Cansados de no poder disponer del fruto de sus esfuerzos, pensaron que lo mejor era organizar una boda, vivir juntos y, después, formar una familia. Aquella ceremonia fue lo que los sociólogos califican como un rito tradicional de iniciación a la vida adulta. Pero esos eran otros tiempos, era el siglo pasado.
El 17 de junio del año que viene es el día que Noelia y Javier han previsto decirse ‘sí, quiero’. Tienen 44 y 51 años respectivamente, tres hijos entre los dos, varios años de relación y se casan «porque llega un momento en el que vas haciéndote mayor, te pones a pensar en que te puede pasar algo, has trabajado toda la vida, y si no estás casado tu pareja no va a quedarse con nada y porque para algunos trámites tenemos que andar con justificantes y certificados de empadronamiento…»
Hoy, las bodas ya no necesariamente son entendidas por los españoles como el paso previo a la formación de una familia o como el salto a la vida autónoma y adulta. Ahora la institución del matrimonio gana significados diversos al ritmo que sube la edad media de las primeras nupcias, el porcentaje de matrimonios civiles, la cohabitación y que va desapareciendo la relación entre fecundidad y nupcialidad. La comparación entre la última, y reciente, estadística de nupcialidad del INE (2015) con la de hace veinte años (1996) descubre que los enlaces matrimoniales con cónyuges que tienen entre 40 y 50 años han experimentado un crecimiento de más del 300%.
Todavía sigue habiendo más bodas entre la gente de 30 años, pero la diferencia entre ambas se achica. Si en 1996 las bodas de los de 40 respecto a las de los de 30 eran de 1 a 10 (2.402 contra 24.573), ahora ya son cerca de la mitad, el 45%, (9.604 contra 21.362).
Los demógrafos —hecha la salvedad de que el número de españoles disminuye generación a generación y que cada vez se pospone más el matrimonio— ven apropiado pensar que el hecho de que se hayan cuadruplicado las bodas de mayores de 40 puede achacarse a un fenómeno al que los anglosajones se refieren como ‘capstone marriage’, una definición que entiende el matrimonio no como rito iniciático sino «como un broche de oro a una cohabitación que se ha probado exitosa», describe Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos de la Autónoma de Barcelona.
En 1996 las bodas con contrayentes de 40 años respecto a las de 30 años eran de 1 a 10 (2.402 contra 24.573), en 2015 fueron casi la mitad, 45% (9.604 contra 21.362) Esteve opina que la propia institución del matrimonio «se está transformando culturalmente, sin que haya cambiado legalmente». Y él encuentra una posible explicación al auge de bodas entre cuarentañeros en que «ahora llegan a esa edad unas generaciones en las que mucha gente optó por la cohabitación, gente que no se casó cuando le tocaba porque lo concebían como algo antiguo, que incluso tuvo hijos y por eso está habiendo una especie de efecto rebote. Muchos de esos rezagados están afianzando su relación».
La cohabitación, «discriminada» frente al matrimonio Entre las razones para sellar oficialmente una unión consagrada por el tiempo, los demógrafos entrelazan dos motivaciones, pragmatismo socioeconómico y celebración de una relación que funciona. «Porque aunque ahora la vida en solitario está en auge, no hemos roto como sociedad con la vida en pareja, que sigue siendo un arreglo universal», señala Esteve. El pragmatismo es una de las principales motivaciones por las que Noelia y Javier pasarán el año que viene por el registro civil. Pero es que la cohabitación está «altamente discriminada» respecto al matrimonio, fiscalmente y en relación a la pensión de viudedad.
Antonio Paredes, experto en renta del sindicato Gestha, corrobora que en España se conservan beneficios fiscales «al matrimonio, a través de la declaración conjunta, en el caso de que uno de los dos tenga pocos o ningún ingreso. Algo que ya no sucede en casi ningún país de nuestro entorno». Casarse también garantiza la pensión de viudedad desde el minuto uno, reconoce Antonio González, de UGT. «A las parejas de hecho, sin embargo, se les pide cinco años de convivencia y que el superviviente demuestre haberse quedado tras la pérdida con menos del 50% de los ingresos que tenía la pareja de forma conjunta».
Teresa Castro, demógrafa del CSIC, piensa que los cambios sociales respecto del matrimonio son tendencias compartidas por los distintos países y que lo que ahora los estudios han detectado en Suecia o en Francia, con matrimonios después de la cohabitación, llega a España. A falta de una encuesta concreta sobre por qué se casan los españoles, hoy múltiples datos oficiales avalan cambios en una institución que no pierde fuelle.

Según el INE, el año pasado hubo un 3,9% más de bodas que en 2014. Además, el 44% de los recién nacidos en 2015 ya eran de madre soltera. Y otro dato más, mientras en el año 2000 hubo 157.000 bodas católicas por 50.000 civiles, en el 2015 fue al revés: 115.000 civiles y 49.200 católicas. La boda de Noelia y Javier será la primera para ambos. El 17 de junio han pensado organizar una celebración sencilla «será más una comida entre amigos que un bodorrio», especifican. Y han invitado solo a los que están a su lado a diario, «la gente a la que queremos».

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