La Agrupación SOCIALISTA de Atarfe conmemoró el día de la Republica con una conferencia del Profesor Gil Bracero y un concierto de «Flamenco y Compromiso» a la guitarra Pepe Agudo «el Agüita y al cante Jonathan Vallejo

NOTAS SOBRE SEGUNDA REPUBLICA ESPAÑOLA (1931-1939)
(Conmemoración Día de la Segunda República  Atarfe, 13 de abril de 2018).

El régimen republicano sorprendió, en su época, a sus contemporáneos españoles y europeos.

Se ha intepretado como un sueño por la libertad, una de las experiencias más ejemplarizantes de la historia universal a favor de la democracia y las libertades. En su intensa y dramática existencia simbolizó la defensa incuestionable de valores frente al emergente fascismo y totalitarismo de los años treinta.

Cuando se le intenta derribar por la violencia de un golpe de estado de julio de 1936 que condujo a tres años de contienda civil y, finalmente, su destrucción, emergieron fuerzas para la defensa republicana porque ciertamente había calado la gestión pública de la República que se hizo acreedora de defenderla, incluso hasta la muerte, porque en su defensa se garantizaba lo valores democráticos. Como sabemos, su destrucción marca el principio de una etapa convulsa en el mundo, donde los valores de convivencia y tolerancia política se cuestionaron y finalmente se dilucidaron durante las Segunda Guerra Mundial.

¿Qué nos enseña la renovación historiográfica sobre la Segunda República?

Fue un régimen moderno con afán de renovaciones y cambios, de transformaciones y reformas, dispuesto a trasladar a la España de entonces desde el siglo XIX al XX. No se puede entender de otra manera la enorme cantidad de proyectos, de planes y de sueños que en pocos meses se pusieron en marca. La apuesta fue decididamente por el futuro.

Cierto es también que la República llegó en una coyuntura nacional, europea y mundial difícil. Incertidumbres económicas, inestabilidad de los mercados, de paro estructural, de reconversión productiva, de recesión mundial tras el crack de la Bolsa en 1929. Llegó también en una coyuntura política difícil para el desarrollo de la democracia, amenazada por la revolución bolchevique y la fuerza emergente del modelo internacional soviético, pero también con la emergencia de la solución totalitaria de los fascismos italiano y alemán.

La república nació en una coyuntura difícil pero a pesar de ser asesinada por un golpe militar, fue sin duda la solución más inteligente y racional para resolver la crisis social y estructura que vivía la España de entonces. Nació como formula histórica de convivencia y entendimiento entre los españoles, dado el agotamiento del régimen monárquico para dar salida a una forma de cohabitación democrática: se acomete la construcción de un régimen democrático, plural vertebrado y participativo; dio respuesta coherente a la crisis del Estado español a favor de un modelo integral que contemplaba la singularidades nacionalistas periféricas, conjugándolas con todos los intereses en presencia y con todos los anhelos reivindicados; fue una solución muy occidental, una proposición republicana, progresista, de valores revolucionarios.

Para el nuevo país era necesario fortalecer una nación republicana: unas clases populares y productivas preocupadas e incentivadas con la cosa publica y no atemorizadas por la desmovilización del apoliticismo como supervivencia; una cultura democrática sólida y firme ante los embates del comunismo estaliniano o del fascismo hitleriano, basada en el diálogo y la negociación, en el contraste de pareceres, en el respeto al otro; una cultura del uso de la libertad, organizativa, edificante, movilizadota; en definitiva, la construcción del ejercicio de la ciudadanía, cargada de intencionalidad y exterioridad.

Fue un régimen artífice de una moderna constitucionalidad (Constitución de 1931), abierta y participativa que amplio las libertades formales (pensamiento, expresión, reunión, asociación) y otorgó el voto por primera vez a las mujeres.

Artífice de la modernización del propio Estado: innovando, secularizando y laicizando (secularización de los cementerios, matrimonio civil, divorcio, desaparición del crucifijo de las escuelas públicas, como símbolo de la mayoría de edad de la ciencia frente a la religión), modernización legislación penal (Código 1932), resocialización del régimen penitenciario y de las cárceles.

Modernización del Derecho del Trabajo y materia social: prestaciones, y pensiones, los derechos de sindicación y organización en las empresas, la extensión del número de enfermedades consideradas laborales…. Medidas avanzadas de concertación social, en la mediación en el arbitraje entre la parte empresarial y laboral (jurados mixtos)…

Los más espectaculares logros de modernidad e innovación se cosecharon en materia educativa y cultural, con un esfuerzo presupuestario como garantía de cambio. La republica puso en marcha el más vasto plan de universalización de la enseñanza pública y acceso universal a la cultura, llevándola en muchas ocasiones hasta los más recónditos rincones de la geografía peninsular e insular (Bibliotecas Populares, Bibliotecas estables, Misiones Pedagógicas, Colonias escolares, Teatro Universitario como La Barraca). Se aprobaron y se financiaron miles de escuelas rurales, con un salto espectacular en la contratación de maestros, se dotó de más y mejores ingresos a la profesión, a la que se dignificó cualitativamente.

Otro conjunto de reformas de tipo estructural en un país fundamentalmente agrario y campesino fue acometer la mejora legislativa en el campo: Además de la redacción, debate y aprobación de la Ley de Reforma Agraria (1932), habría que recordar los decretos de laboreo forzoso, la Ley de Términos (que obligaba a los propietarios a contratar primero a todos los obreros del término municipal y después a los foráneos, la Ley de Jurados Mixtos Trabajo Rural, lugar de encuentro y negociación; Ley de ocho horas de trabajo normas sobre seguro contra el paro forzoso, medidas orden preferencial de organizaciones obreras en los arrendamientos, medidas para la colocación obrera…

En la práctica lo que nació con la intención y con objetivo de de dignificar la vida del trabajador resultó ser insuperable para los patronos agrarios. Estos no atendieron a razones, al contrario, no solo se constituyeron en un grupo de presión sino que no tuvieron inconveniente en conspirar para derribar a la republica.

Este ánimo conspirativo lo detectamos en grupos monárquicos, militares, católicos, nacional españolistas muy refractarios a las reformas constitucionales, laicas, autonomistas que según ellos trituraban o aniquilaban las formas tradicionales en las que habrían sustentado sus privilegios.

Cultura democrática y prácticas políticas que donde se puede mejor analizar es en el ámbito local, municipal. La transformación de la España monárquica del 12 al 14 de abril, viene de la mano de la llegada al poder de los ayuntamientos republicanos de mayoría republicano-socialistas, sobre todo en las grandes capitales de provincia y en una buena parte de municipios, ya en el verano de 1931.

En efecto, los cambios vinieron de la mano de muchos alcaldes republicanos y socialistas. A grandes rasgos supieron actuar conforme al nuevo derecho y al esfuerzo civilizatorio y democrático del régimen republicano: desarrollaban un vasto plan de reformas, llevando hasta sus últimas consecuencias la legislación sociolaboral, controlando sus competencias en materia de orden público, fomentando el desenvolvimiento de energías y voluntades desempeñadas en la transformación política y social.

Esos nuevos “gobernantes locales”, gentes preparadas, resueltas y hasta valientes comprometieron su vida, la de sus familias, hasta su fortuna por unos ideales democráticos y por las personas de su comunidad. No fueron revolucionarios –como decían los grupos de presión agraria o las derechas- sino reformistas que por ansias y empuje de sus voluntades confundieron a los miembros más pusilánimes de aquellos grupos. Cuando algunos de estos alcaldes decidían corregir y sancionar a un gran propietario, o lo llevaba a juicio, no eran inconscientes de las consecuencias individuales que ello comportaba y de los efectos propagandísticos y sociales que acarreaba. Enfrentarse a los que siempre habían detentando el poder económico en los pueblos, aunque fuese con la ley en la mano, era tarea arriesgada y comprometida, abierta a posteriores represalias. Pues bien, muchos de estos hombres estuvieron dispuestos a soportar no solo las críticas más o menos fundadas, sino también las calumnias e injurias que en forma de libelo propalaron algunos de los voceros oficiales de las derechas. Al igual que en otros países europeos donde la democracia fue estrangulada por el fascismo, en España muchas de estas personas fueron objeto de escarnio y olvido, cuando no de represalias que acabaron quitándole no solo la vida sin la honorabilidad.

Los aciertos en la gestión de los ayuntamientos en manos de las izquierdas no solo fueron porque las políticas adoptadas se inspiraban en el espíritu del programa que trajo la república sino también porque primó la ponderación, el equilibrio y la mesura. La mayor parte de estos alcaldes fueron dialogantes, no solo con el pueblo de izquierdas que les apoyaba, sino especialmente con los que tenían poder y pensaban de otra manera, y no siempre resultó fácil, puesto que los más radicales de entre la izquierda pedían desquites después de muchos años de insoportables persecuciones y exclusiones. Pero ¿diálogo para qué teniendo el poder político y las mayorías en muchas administraciones locales? Porque a pesar del déficit generalizado de la cultura política, muchos de estos hombres eran auténticos ilustrados, o sea, capaces de relativizar el mundo y de haber eliminado una serie de prejuicios. Ellos creían que el diálogo era positivo en sí mismo, que nadie poseía plenamente la verdad (tanto en el terreno laico, como en el religioso), que era una apuesta por la convivencia, que servia para resolver problemas contemplados desde perspectivas distintas y dispares y que, hablando, se podían comparar los argumentos, el grado de tolerancia y la apuesta por la racionalidad de los interlocutores. Estos alcalde tuvieron la ocasión de hacer gala de sus dotes dialécticas cuando presidían las comisiones de policía rural y los jurados mixtos locales del trabajo rural, todas ellas instancias de discusión entre patronal y trabajadores: no había en ello una cerrada conformidad, sino un proceso trabajoso de búsqueda por medio del ensayo-error para conseguir la felicidad, o en su defecto, la concordancia de las partes. Es curioso comprobar como estas instancias de dialogo funcionaron durante el llamado bienio social-azañista (19331-1933) para entrar en la decadencia durante el bienio negro de la derecha republicana (1933-febrero 1936).

Sin embargo la llegada, en diciembre de 1933, de un gobierno republicano conservador presidido por los republicanos radicales y, posteriormente, con la adhesión la CEDA (católicos de derechas no republicanos), abrió la veda al acoso, la inspección y la destitución de los ayuntamientos legítimamente constituidos. Fue una estrategia policía, clara e innegable: la legislación reformista podía dormir el sueño de los justos si, desde los consistorios, se convertía en papel mojado. Para ello se nombraron infinidad de comisiones gestoras administrativas, curiosamente formadas por personal afecto al gobierno de centro derecha que contemporizaron con los grupos de presión agrarios. El resultado fue evidente: la legislación naufragó, los órganos de diálogo se clausuraron y a las reformas iniciadas se les puso en cuarentena…

Más tarde, la campaña para derribar a las izquierdas de los ayuntamientos fue tal que la prensa conservadora propala toda clase de muletillas para afianzar su descrédito: los acalde republicanos y socialistas eran llamados “lenines” “caciquillos” “monterillas”, “manipuladores de tres al cuarto”, “socialistas de pacotilla” hienas de la politica”.

Es curioso comprobar como en países como Austria o Alemania esto mismo se estaba haciendo en las mismas fechas y con parecidos medios e instrumentos….

Años más tardes, instalada en toda su extensión la cruenta política de represión (años de plomo, miedo, silencio y olvido) franquista, el haber desempeñado el cargo de concejal durante la Segunda República, era considerado suficiente para ser fusilado o condenado a años de prisión, de condena perpetua a doce años….!!!

En fin Alemania tuvo su República de Weimar (1918-1933), España su República de Abril. Ambas terminaron de forma violenta y negativa, las exterminaron aquellos que no creían en la democracia pero que se valieron de ella para hostigarla, asediarla hasta su exterminio

Rafael GIL BRACERO

Profesor de Historia Contemporánea

Universidad de Granada

Presidente de la Asociación Granadina

para la Recuperación de la Memoria Histórica

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