¿Y si nos ponemos de acuerdo? Uniones y desencuentros en el movimiento ecologista

Vivimos en un mundo cada vez más interconectado e interdependiente. Los retos ambientales son cada vez más complejos y globales, con rápidas transformaciones, donde los colectivos ecologistas trabajamos con objetivos nada fáciles de alcanzar y para colmo contamos con unos recursos económicos y humanos limitados.

Por lo tanto, si queremos ser influyentes, eficaces y que nuestras campañas tengan impacto, es necesario unirnos y trabajar en coalición. Como dice el refranero popular: “La unión hace la fuerza”.

Cuando un problema medioambiental aglutina a varios colectivos ecologistas, que se unen para hacer frente común, éste gana en relevancia y transcendencia, haciéndose aún más legítima la lucha. Un claro ejemplo de este tipo de trabajo conjunto se da de forma periódica entre los cinco principales grupos ecologistas de ámbito estatal (Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF). Realizamos peticiones, propuestas y actos conjuntos, para sumar fuerzas en los temas más relevantes. La última vez fue hace un mes, cuando solicitamos al actual gobierno que sitúe la justicia social y ambiental en el centro de su acción política.

Como te puedes imaginar, no todas las colaboraciones entre organizaciones son iguales. Según Maria Iglesias e Ignasi Carreras, en su informe “La colaboración efectiva en las ONG”¹ podemos dividirlas en tres tipos: 1.- Las integraciones institucionales: cuando dos organizaciones se fusionan total o parcialmente generando cambios en sus órganos de gobierno. Aunque no hablaremos de ellas en este artículo. 2.- Las alianzas estratégicas, donde las organizaciones aportan sus conocimientos y capacidades para lograr un objetivo común y concreto.  Como es el caso de la unión entre los principales grupos ecologistas que mencionaba más arriba. 3.- Redes, federaciones o plataformas: Varios colectivos se unen en torno a una preocupación común, creando una nueva estructura de coordinación y actuación. Un sistema muy utilizado en la actualidad.

Un buen ejemplo de trabajo en red tuvo lugar este fin de semana en un albergue cerca de Riaza (Segovia). Más de 10 colectivos: locales (La Transicionera, VerdeMar, Ecoar, Guardioes Da Estrela, La Ecoaldea de UCM, Plataforma Defensa Ecológica de León), nacionales (Ecologistas en Acción, Red Ecofeminista) e internacionales (Amigos de la Tierra, Greenpeace, Colectivo de Colombianos Refugiados y WWF), nos organizamos, planificamos y acordamos llevar a cabo actividades conjuntas los próximos meses contra la quema de carbón para producir electricidad. Un problema muy serio, el carbón es el combustible fósil que más contribuye al cambio climático y las centrales térmicas de carbón son la mayor fuente de emisiones de CO2 producidas por el ser humano. Además tiene unas severas consecuencias sobre la salud de las personas que viven cerca de las centrales térmicas². Una preocupación en torno a la cual hemos decidido alinearnos y crear una red de trabajo conjunto, para sumar fuerzas y conseguir que se cierren todas las centrales térmicas de España para 2025.

En todos los tipos de colaboraciones entre organizaciones hay dos factores imprescindibles para el éxito del trabajo en coalición: el trabajo especializado y la confianza mutua. El primero se basa en que no todas las organizaciones somos buenas en lo mismo, sino que tenemos ámbitos de especialización y cosas que se nos dan mejor. De esta forma, si nos repartimos las tareas de una plataforma en base a lo que a cada una se le da bien, podremos ser mucho más eficientes, se genera un ecosistema favorable que maximiza los resultados y el impacto, sin necesidad de incrementar los recursos. La confianza, ya es algo más complicado. Por una parte implica estar dispuestos a ceder y a adaptarse a nuevas ideas y formas distintas de trabajar. Y por otro lado, la co-responsabilidad de cada organización de cumplir sus tareas y responsabilidades.

Por supuesto, el trabajo en coalición, también conlleva riesgos y desventajas para las organizaciones. Desafortunadamente, son muchas las ocasiones en las que los colectivos ecologistas, más allá de tener unos objetivos comunes, no conseguimos ponernos de acuerdo en la forma de trabajar, en las actuaciones o en las demandas. Y ya sabemos lo que ocurre en estos casos; “Divide y vencerás”, para alegría de las empresas y/o gobiernos causantes del problema medioambiental. Según un análisis realizado por la Unión Europea³, los principales riesgos y costes para una organización que se sume a una plataforma son:

  • Tener que aceptar la decisión de la mayoría de organizaciones.
  • Posible incremento de la burocracia, gestiones y costes económicos.
  • Disminución de la visibilidad de la organización e influencia directa en la sociedad.
  • Pérdida del mensaje y enfoque propio en pro del colectivo.

Para evitar estas dificultades y limitaciones es muy importante conocerlas y asumirlas antes de lanzarse a unirse a una plataforma o formar una alianza. Es necesario un cambio de enfoque, que la colaboración no sea solo fruto de una petición o circunstancia, sino que sea una decisión estratégica. Unos nuevos retos estratégicos, una distinta forma de plantear las campañas y de trabajar por las soluciones.

Establecer alianzas, formar plataformas, crear redes… en definitiva, trabajar en conjunto, nos permite soñar más allá de lo que podríamos conseguir en solitario. Al fin y al cabo, si una organización quiere ir rápido, mejor que trabaje sola. Pero si quiere llegar lejos, tendrá que trabajar en coalición.


Referencias:

1- Maria Iglesias y Ignasi Carreras (2013) “La colaboración efectiva en las ONG. Alianzas estratégicas y redes”. Instituto de Innovación Social. ESADE. PwC.

2- Greenpeace (2018) “El lado oscuro del carbón”.

3- Comisión Europea  (2011) “Mapping Study on the Regional, Continental and Global Networks of Civil Society Organisations and Local Authorities”  Framework Contract Commission. Lot 1 – DCI-MULTI/2011/273846.

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