«L0 DE SIEMPRE» Por Juan Alfredo Bellón

L0 DE SIEMPRE  Por Juan Alfredo Bellón para el domingo 17-09-2015 de EL MIRADOR DE ATARFE nº 66

 Cuando se lleva ya algún tiempo colaborando en un medio de comunicación escrito (sea digital o de papel) y se arranca la primera hoja del taco del almanaque correspondiente a otra anualidad, trienio, quinquenio, decenio, o a un nuevo semestre o trimestre, se tiene la tentación de releer lo escrito tiempo atrás en semejantes fechas, en mi caso y en primer lugar, por la mala memoria y la proximidad del alemán ese que acabará haciéndome perderla y requetepetir por nuevo lo que ya estarán los lectores hartos de leer en varias ocasiones: y además, por un efecto comparativo que ponga en contraste lo dicho sobre el tema en tiempos pasados con el presente y, por tanto, los cambios experimentados por ese estado de la cuestión.

Así, en los otoños o en sus cercanías, solemos impregnar nuestros argumentos con un cierto tono melancólico como si cualquier tiempo inmediatamente pasado hubiera tenido que ser necesariamente mejor en cuanto el clima, la salud, el dinero y el amor, por no recurrir más que a los tópicos del cancionero popular (Tres cosas hay en la vida, / salud, dinero y amor, / y el que tenga esas tres cosas / que le dé gracias a Dios). Y creo yo incluso, con la venia de Iodos y de los inteligentes lectores, que esa nostalgia retrospectiva vale para cada una de las estaciones, que también tiene sus gracias y, sobre todo, sus bonanzas meteorológicas aunque estas sean los ardores estivales mitigados por la refrigeración artificial; las ventoleras otoñales comuden calzado y bajo un buena capa; las neviscas invernales, en compañía y al rebujo de un buen edredón de plumas de ganso o las lluvias y los pólenes primaverales pulverizando hídrica y asmáticamente los amores más adolescentes y las pasiones más entrecortadas.

Yo mismo, les repetiré a fuer de reiterativo, que cada año, en Semana Santa y el último domingo de septiembre granadinos, suelo comprar en la Farmacia de Plaza Nueva media docena de mascarillas reforzadas antipolen para preservarme de los efectos nocivos que expanden por los aires granadinos, no la Patrona ni su Santo Hijo procesionantes (líbrenme ambos solo de sugerirlo por chanza malevolente) sino sus orquilleros, palieros, madrinas, portaestandartes, gallardetes, incensarios y demás mamporreros y gerifaltes de raza y tronío que enardecen al pueblo llano y sencillo con su boato esplendoroso y lo mueven a llanto, fe, esperanza y caridad compasivas, de esas que solo se dan entre nosotros cuando emanan de esos bigotes finos, rectilíneos y alferezprovisionalescos endurecidos con fijador Patrico y brillantina de la Casita de Papel.

En resumen, que cada estación tiene sus flores, sus frutos, sus carnes y sus pescados, siendo las setas, castañas, madroños y membrillos algunas de las que ahora resultan predominantes, pero nunca son exactamente las mismas ni se repiten con los mismos matices ni exactas características. De no ser así, no solo seguiríamos viviendo como cuando en Atapuerca sino que además a los plumillas y juntaletras nos tendrían amarrados a galeras o en Carabanchel o en Guantánamo a ver si mejorábamos nuestros modales, caligrafía y ortografía y terminábamos de una pajolera vez de echarles margaritas a los cerdos a un mísero céntimo por palabra.        

 

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