Encarna Olmedo, vida compasiva y voz de los sin voz, nos ha dejado

Vivimos en un mundo contradictorio, en el que los bulos influyen más que las verdades; donde formaciones políticas que recortan impuestos, reclaman ayudas del Estado; donde hay católicos que desprecian a pobres e inmigrantes; donde muchos políticos solo piensan en ganar elecciones y no colaboran en solucionar los problemas; donde aumenta el número de ricos, mientras los pobres son cada día más pobres… Faltan referentes, seres comprometidos, que abran camino a una sociedad nueva.

Recientemente, en dos programas televisivos, pudimos ver esa contradicción, en el plano religioso. Junto al arzobispo de Oviedo, comisario de Lumen Dei, que ha vendido dos edificios, en Madrid y Barcelona, a fondos de inversión, para hacer pisos de lujo, dejando en la calle a varias monjas dedicadas a socorrer a los más pobres; aparecía el arzobispo emérito de Tánger, que defendía a los jóvenes lanzados por Marruecos a España: «Buscan una oportunidad para vivir mejor, y necesitan más cariño que pan, y recuerdo a los que los desprecian que los valores de la cristiandad son la acogida y abrazar al necesitado».

Pues bien, en este tiempo de confusión y zozobra, en el polígono de Cartuja, ha habido una mujer, Encarnación Olmedo, esposa de Ángel Aguado, muerto hace un mes, que vivió su fe como una opción por los pobres. Ella, en su barrio, siempre practicó la compasión. Dio, a manos llenas, su tiempo, su compañía, su saber y su dinero. Luchó, como nadie, por los derechos de su pueblo y, con otros muchos, logró la guardería Sagrada Familia, presidió la Asociación de Vecinos, creó la Asociación de Pensionistas, y puso en marcha el Centro de Día, donde mantenía un contacto permanente con las mujeres del barrio: allí se formaban, aprendían a vivir, y, sobre todo, se reconocían como personas valiosas y dignas, que se quieren.

La compasión es una visión humanitaria de la vida, opuesta al capitalismo individualista; sin embargo, en una sociedad mercantilizada, muchos dudan de los seres compasivos, ¿por qué lo harán? Recordemos las perversas interpretaciones del abrazo de Luna.

Stefan Zweig, en su novela ‘Impaciencia del corazón’, dice que la compasión verdadera está dispuesta a compartir el sufrimiento hasta el límite de sus fuerzas, y aún más allá de ese límite. Para Francisco, la compasión es el lenguaje de Dios, y no es un sentimiento de pena, sino involucrarse con el otro, jugarse la vida por él. Frente a ella, dice el Papa, está la indiferencia, que suele ser el lenguaje de los hombres, y consiste en mirar hacia otro lado cuando»alguien nos necesita. «Misericordia quiero y no sacrificios», dice Jesús (Mt, 9, 12-13), pues en el juicio final no nos preguntarán por nuestras ideas, ni por los ritos, sino si «tuve hambre y me diste de comer…»

Encarnación es una bienaventurada, porque ella sí entendió, en medio de tantas contradicciones, cuál debe ser el objetivo cristiano: dio su vida, sus ilusiones y su tiempo por los más pobres, y el barrio de Cartuja hoy sufre su ausencia, pues le falta la enviada del Señor que vino a darles vida. Gracias por tu ejemplo, Encarna, y por enseñarnos que la misión de un cristiano es acoger, compadecer y defender a los desvalidos, frente a los indiferentes y a los que los desprecian.

JUAN SANTAELLA

en PUERTA REAL DE IDEAL

https://www.ideal.es/opinion/compasion-20210610231408-nt.html

A %d blogueros les gusta esto: