19 septiembre 2024

La manifestación de este sábado en Madrid exige la abolición de la denominada fiesta nacional. Mientras los datos reflejan su declive, quienes la defienden reclaman respeto y apelan a su arraigo en la cultura española.

Su lema: Misión abolición. Su objetivo: convertirse en la mayor movilización hasta la fecha en contra de la tauromaquia, en un momento en el que el debate social entre partidarios y detractores está más encendido que nunca. La manifestación antitaurina convocada este sábado en la Puerta del Sol de Madrid por el Partido Animalista (PACMA) puede marcar un nuevo punto de inflexión en un debate cada vez más presente en la sociedad española. Por un lado, se suceden las protestas a las puertas de las plazas de toros de toda España. Por el otro, los defensores de la llamada fiesta nacional reclaman el respeto a una industria que consideran parte de la cultura española y que genera puestos de trabajo, al tiempo que esgrimen la libertad de los ciudadanos para poder seguir acudiendo a un espectáculo que, atendiendo a los datos, parece estar en declive.

La última Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, que cada año elabora el Ministerio de Cultura, señala que en 2015 un 9,5% de los españoles acudió a una corrida de toros, comparado con un 23% que asistió al teatro y el 2,6% que fue a la ópera. Otra encuesta, la realizada en toda España por la empresa Ipsos Mori en diciembre de 2015, apuntó que el 19% de los adultos españoles, de una edad comprendida entre los 16 y los 65 años, afirmó que apoyaba de alguna manera la tauromaquia, frente al 57% que se posicionaba claramente en contra.

“La tauromaquia está herida de muerte. Forma parte del pasado de nuestro país, pero no del futuro”, sostiene Silvia Barquero, presidenta de PACMA. “En mi opinión, como mucho le quedan una o dos décadas de vida. La realidad es que no existe un relevo generacional, dado que el perfil de personas que van a una corrida es el de un varón mayor de 50 años. Se trata de un apoyo muy segmentado y residual. La juventud, afortunadamente, tiene otros valores e inquietudes, como la defensa del medio ambiente o de los derechos de los animales”.

El Partido Animalista, que obtuvo  284.848 votos al Congreso de los Diputados y más de 1.200.000 votos al Senado en las pasadas elecciones generales quiere, con esta manifestación, darle un impulso al rechazo que en su opinión es cada vez más generalizado en la sociedad española. “La prohibición del Toro de la Vega en Tordesillas ha sido un éxito, y buena parte de ello responde a que el año pasado se llenó la Puerta del Sol en una movilización sin precedentes. Por ello, este año hemos mantenido la misma fecha, que ya se ha convertido en icónica”.

Los convocantes pretenden, además, que la protesta tenga un componente festivo, no sólo reivindicativo, por lo que incorporarán elementos como el “chupinazo animalista”. “Parece que los que celebran son siempre los mismos, y que los que estamos en contra del maltrato animal estamos permanentemente cabreados. Pero no es así: nos gusta pasarlo bien, y hacerlo sin necesidad de torturar a un animal”, argumenta Barquero.

En el lado contrario, los defensores de la tauromaquia piden respeto a una tradición que consideran sagrada. “Estamos en un país libre, y cada cual puede hacer lo que le dé la gana. Yo, desde luego, no voy a ir a esa manifestación. Que les vaya bonito. Y que Dios reparta suerte, como decimos los taurinos”, ironiza Mariano Aguirre, presidente de la Real Federación Taurina de España. Cuando se le pregunta por los argumentos contra las corridas, reacciona con vehemencia. “No es cierto nada de lo que dicen los animalistas. Sólo dicen mentiras. Hablan de tortura. ¿Qué saben ellos sobre el toro bravo? No conocen su importancia dentro de la dehesa española. Sus tesis no están fundamentadas”, sentencia.

Menor afición taurina

Aguirre reconoce, sin embargo, que la afición a las corridas ha disminuido notablemente en los últimos años. “Sí, va menos gente a los toros. Pero no gracias a los animalistas, sino porque a la juventud le interesan otras cosas. Mi nieto prefiere irse de copas que ver los toros. Además, ir a la plaza es caro. Pero si hay una gran figura del toreo, el interés se dispara. El ejemplo es José Tomás: toreó en San Sebastián y 15 días antes no había ni una cama en toda la ciudad. Eso no lo consigue ni el Real Madrid. De cara al futuro, basta con que haya otro Manuel Benítez, el Cordobés, para que se vistan de toreros hasta los curas”, apostilla.

Aguirre abre la puerta a hipotéticos cambios en la lidia. “Es posible que haya cosas que mejorar. Mucha gente no entiende que un matador tenga que entrar 15 o 20 veces a matar a un toro. Eso, a los ojos de muchos, resulta ofensivo e innecesario. Es comprensible. Quizá tendríamos que sentarnos y hablar sobre ello, porque siempre se pueden introducir mejoras”.

Para los defensores de la abolición, no hay más mejora posible que la desaparición definitiva de la tauromaquia. Muchos ponen como ejemplo a Cataluña, donde en 2010 se abolieron las corridas de toros. Fue el colofón a un camino iniciado en 2004, cuando un pleno del Ayuntamiento de Barcelona declaró a la capital catalana “ciudad antitaurina” tras la recogida de 245.000 firmas en todo el mundo. El 28 de julio de 2010, por 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones, el Parlament de Catalunya aprobó la abolición, aunque no otros festejos en los que se utilizan animales, como los correbous, que incluyen tradiciones como el bou embolat, en el que se colocan al toro dos bolas de fuego en las astas.

“En aquel momento sentimos que estábamos haciendo camino”, recuerda Leonardo Anselmi, de la Fundación Franz Weber y la plataforma Prou! (“¡Basta!, en castellano), dos de los organismos que más lucharon en aquella batalla. “Ahora, con el tiempo, no entiendo cómo llegó tan tarde, siendo la catalana una sociedad con un buen marco legal en el ámbito de la protección de animales. No tenía sentido que las corridas de toros fueran una excepción. Sin olvidar que la tauromaquia está incluida como excepción en las leyes contra el maltrato animal de todo el Estado español, lo cual demuestra que es, de hecho, maltrato animal”, argumenta. Para Anselmi, la abolición de las corridas en Cataluña es reversible desde un punto de vista legislativo, pero no en lo que concierne a la sociedad catalana. “Una sociedad es mejor cuando no maltrata a los animales”, señala Anselmi. “Mucha gente está también en contra de la tauromaquia como modelo cultural por todo lo que ello entraña, y que nos retrotrae a la España del siglo XIX, la España cañí, impuesto e impulsado para el beneficio de unas élites minoritarias y que ya criticaba Jovellanos en Pan y toros“.

“La lógica que aplicó la plataforma Prou! en materia argumentativa y de seducción de la sociedad no se ha vuelto a hacer en el resto del Estado”, lamenta Anselmi, que echa de menos una actitud similar en el actual posicionamiento animalista. “Fue un discurso de no confrontación, de no criminalización, sino de saber explicar a la sociedad cuáles son las ventajas de una posible abolición de las corridas de toros”.

Cataluña no fue, sin embargo, la primera comunidad autónoma en abolir la tauromaquia. El 30 de abril de 1991, y con mucho menos eco mediático, el Parlamento de Canarias recogía una Iniciativa Legislativa Popular impulsada por el diputado regional Miguel Cabrera, entonces miembro de la Agrupación Tinerfeña de Independientes y posteriormente del Partido Popular. Se ponía así negro sobre blanco en lo referente a una tradición con muy poco arraigo en las islas: desde 1983 no se habían celebrado corridas en Tenerife, mientras que sólo un puñado de ellas había tenido lugar en Gran Canaria. Por contra, se seguía permitiendo otra actividad mucho más extendida en el archipiélago e igual de criticada por los colectivos animalistas: las peleas de gallos.

Palabra de activista

Es poco probable que la manifestación del día 10 consiga su ambicioso objetivo de abolir la tauromaquia en España. Pero lo que parece evidente es que no pasará desapercibida. Nunca antes se habló tanto de las subvenciones a la tauromaquia. Nunca antes un caso como el de Víctor Barrio, torero fallecido el pasado mes de julio, generó tanta polémica en redes sociales. Y nunca antes se produjeron tantas protestas en los festejos taurinos.

Claudia, activista de la organización Gladiadores por la paz, una de las más mediáticas gracias a sus conocidos “saltos al ruedo” en mitad de las corridas, es una de las que no falla en todas esas acciones. Lleva más de 20 manifestaciones a sus espaldas, y es la primera que se suma a cada nueva convocatoria, sea para ir a la plaza de toros de las Ventas en Madrid o a los Sanfermines. “Cada vez somos muchísimos más los que alzamos la voz y los que nos sumamos a este tipo de protestas”, cuenta. Por todo ello, tiene clara una cosa: “el fin de la tauromaquia está muy cerca”.

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