Las personas detrás de los mercados
¿Quiénes son los que mueven la Bolsa? ¿Cómo son y qué piensan de su trabajo? El periodista y antropólogo holandés Loris Luyendijk estuvo una larga temporada viviendo en el ecosistema peculiar de la City de Londres.
Todo el mundo habla de la Bolsa, del Ibex 35 y de la importancia de los mercados, que a veces parece que son los que deciden, más que los políticos elegidos. En la nueva edición de La Marea, explicamos cómo funciona la Bolsa, qué es exactamente el Ibex 35 y quiénes son los que mueven los mercados. Como anticipo, recordamos el retrato que hizo Loris Luyendijk del rostro humano de los actores de la City de Londres. La revista ya está a la venta en quioscos y en nuestra tienda online.
¿Quién se esconde detrás de los mercados? ¿De quién son los dedos que mueven los hilos del mundo financiero? Si hiciéramos esta pregunta al más común de los mortales, quizás no alcanzara más que a vislumbrar un par de territorios comunes en los que seres desprovistos de humanidad conspiran en la trastienda de la civilización guiados por oscuros motivos perversos. Como todos los tópicos, puede que solo tenga una mínima parte de verdad, y por eso el periodista y antropólogo holandés, Loris Luyendijk, se propuso pasar una temporada en ese supuesto infierno dantesco para averiguar si todo lo que huele mal es inequívocamente basura.
De esa inmersión de dos años de duración y más de 200 entrevistas con ejecutivos y trabajadores del centro financiero global de la City londinense emergió con un libro bajo el brazo, Entre Tiburones (Editorial Malpaso). “Bienvenido al mundo real. Bromeaban a veces los ejecutivos de inversiones cuando veían cómo me costaba aceptar que en la City todas las relaciones se entiendan como intercambios mercantiles: entre los accionistas y el banco, entre el banco y sus empleados, entre ejecutivos y clientes”, cuenta el periodista.
El libro es un trabajo periodístico que se propuso desterrar el mito que pesa sobre el mundo de las finanzas y romper el pacto de silencio imperante echando mano de la protección de identidades para acabar por enterrar su tesis inicial en una profunda tumba de incertidumbre y desasosiego. Sus conclusiones hablan por sí solas: el error de la crisis de 2008 se volverá a repetir, porque sorprendentemente casi nadie parece tener muy claro lo que hace, y porque la permisividad de las normas que rigen los mercados y la ausencia de castigo a los banqueros ha acabado por reforzar su sensación de inmunidad.
Un mundo donde cada uno debe valerse por sí mismo
“Todos dicen que quieren seguir comportándose como seres humanos, pero los que lo conseguían no llegaban muy lejos. Los otros sí cambiaban, a veces de un día para otro. El lunes eran seres humanos y para el viernes ya se habían transformado en unos energúmenos. Cuando me fui me dijeron: ‘Ahora vas a volver al mundo real, con gente normal. En los bancos no hay gente normal, pero algunos bancos son peores que otros al respecto”’, escribe el autor.
A través de las páginas del libro, Luyendijk descose una compleja y enorme tela de araña de acuerdos opacos, fraudes constantes, sueldos desorbitados y sofisticadas trampas financieras. Pero aporta un elemento nuevo y esencial: el factor humano. Los innumerables dueños de una mano invisible que sigue teniendo su dedo en el detonador, a la espera de la siguiente explosión aleatoria. Aquellos que en medio del apocalipsis de Lehman Brothers, en 2008, hicieron acopio de provisiones, convirtieron sus ahorros en oro y prepararon la evacuación de sus hijos al campo, mientras sus vecinos iban a trabajar como si nada estuviera pasando. Un mundo desprovisto de ética (y de lógica) pero habitado, obviamente, por seres humanos que viven, sienten y se relacionan.
Un empleado de banca recuerda los dos días del derrumbe de Lehman Brothers y el estallido de la peor crisis financiera mundial desde 1929: “Recuerdo que estaba mirando por la ventana, viendo pasar los autobuses. Por todas partes, a gente seguía la rutina habitual de un día de trabajo, o al menos eso parecía. No sabían nada. Yo sí, y mis colegas también. Por primera vez en mi vida llamé a mi padre desde la oficina para decirle que transfiriese todos sus ahorros a un banco más seguro, algo que hizo inmediatamente. Cuando me fui a casa estaba realmente asustado. Pensé: esto es lo que se debe de sentir cuando hay una amenaza de guerra”.
Sin embargo, Luyendijk rechaza los estereotipos: “Es inmensamente popular la idea de que lo único que mueve a la gente de la City es la avaricia, sin duda alimentada por todas las historias sobre las primas y bonificaciones que salen en los medios de comunicación o en películas como Wall Street o, más recientemente, El Lobo de Wall Street. Pero después de interrogar a los entrevistados sobre sus motivos, la avaricia no parecía ser una explicación adecuada para su conducta. (…) Centrarnos en la avaricia es la mayor equivocación que hemos cometido quienes desde fuera hemos intentado entender lo ocurrido tras el colapso de Lehman Brothers”, asegura el periodista holandés.
“Me he dado cuenta de que a mucha gente ajena a los bancos le cuesta aceptar que el mundo de las finanzas no está lleno de individuos que hacen el mal intencionadamente, sino de conformistas que simplemente han dejado de preguntarse sobre el bien y el mal. Las cosas les van bastante bien y en su burbuja solo tratan con gente que piensa como ellos”, afirma.
Un libro que contiene un completo catálogo sobre ‘especies’ humanas que habitan el mundo de las finanzas según el estudio del avezado antropólogo. Los “rezongones”, aquellos que se sienten “atrapados” por un modo de vida que no les agrada pero del que es difícil escapar; los “neutrales”, que justifican sus actos bajo la premisa de que aunque ellos cambiaran, nada iba a cambiar; los “amos del universo”, que disfrutan con lo que hacen y mitifican su profesión; Los “cortos de miras”, siempre dispuestos a dejar caer la culpa sobre el incauto que se deja engañar; y los psicóticos, aquellos banqueros que han perdido todo contacto con la realidad.
El exbanquero de inversión Rainer Voss vivió así durante muchos años, según lo describe Luyendijk: “Conduces el coche directamente hasta el garaje situado en el sótano. Subes unas escaleras hasta tu lugar de trabajo y verdaderamente no hay ninguna necesidad de preocuparse o interesarse por el mundo exterior. Los hijos van a la misma guardería. Las vacaciones se hacen en los mismos sitios. Se esquía en Gstaad o se va a las Islas Seychelles o Mauricio. Es un sistema cerrado que te aleja de la realidad. ¿Tenía Voos amigos fuera del sistema? Cuando ganas 100.000 dólares al mes, básicamente dejas de tener intereses comunes con tus amigos”.
Pero, sobre todo, se trata de un mundo sin solución en el que los errores se repetirán. Porque aquí no ha pasado nada. Como lo resumen las palabras enfadadas de un agente de calificación de riesgos jubilado, citado en el libro: “Si en medio de la crisis le hubiéramos dicho a la gente que años después no habría ningún cambio importante nadie nos habría creído. El pánico y el terror que había eran brutales. Pero aquí estamos. Todo ha vuelto a la normalidad, como si no hubiera sucedido nada. Hemos pasado de pensar que estábamos a punto de morir a creer que hemos sobrevivido”.