Del ‘España nos roba’ al ‘Sevilla nos manga’ por Ignacio Henares
El término relato se ha desvirtuado. Ha pasado de narración histórica breve a gran cuento, de una manera de contar historias a contar la historia “a su manera”.
Se ha puesto de moda lo de hablar del ‘relato’. El relato de los independentistas catalanes, el relato de los terroristas etarras… Según la RAE el término relato (del latín relatus) es el conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho, aunque en la segunda entrada se refiere a narración, cuento. Desde el punto de vista literario se entiende por relato a un género variable, generalmente breve, que tiene en Cortázar, García Márquez o nuestro Federico a algunos de sus más brillantes exponentes.
Pero si nos atenemos al uso que se le está dando en la actualidad a este vocablo más bien ‘relato’ se estaría consolidando con una acepción distinta que lo consideraría como una versión de la Historia contada por una parte y, en referencia a los dos ejemplos antes utilizados, se trataría de una versión trucada, sesgada y manipulada, en ambos casos, pero que ‘muchos de los suyos’ han entendido como real y oficial porque es la que han ‘mamado’ desde la infancia. En el caso de los catalanes secesionistas se ha alimentado un cuento/relato de represión, de opresión, una nación (inventada) perseguida desde la Edad Media… La semana pasada en mi última visita a la ‘región catalana’ (lo digo con retintín), descubrí que hay unas rutas turístico-políticas denominadas del 1714, año al que se remonta la fábula, a las que se le está sacando rentabilidad -esto sí es distintivo del ser catalán, y no lo digo en sentido peyorativo-.
Uno de los relatos que más me fastidia por burdo y porque resulta anestésico es el que defiende que el destino de Granada está maldito en Andalucía y la culpa de todos nuestros males la tiene Sevilla y la Junta de Andalucía. Como si Granada hubiera sido un paraíso hasta entonces o como si desde los años 80 hubiéramos ido para atrás a causa de “otros”
Por aquí cerca también hay algunos que están intentando colar algunos ‘relatos’. Uno de los que más me fastidia por burdo y porque resulta anestésico es el que defiende que el destino de Granada está maldito en Andalucía y la culpa de todos nuestros males la tiene Sevilla y la Junta de Andalucía. Como si Granada hubiera sido un paraíso hasta entonces (en todo caso, habría sido paraíso cerrado, para unos pocos, citando a Soto de Rojas) o como si desde los años 80 hubiéramos ido para atrás a causa de “otros”, como si los granadinos no fuéramos también, al menos, corresponsables. Y lo peor es la conclusión a la que llegan: Granada no ha sido nunca andaluza y hay que segregarse de la comunidad autónoma y arrastrar a otros territorios almerienses, malagueños o jienenses. No acierto a imaginar cómo quedarían aquellos versos machadianos de “andaluces de Jaén, aceituneros altivos…” readaptados a ese nuevo mapa que ensueñan.
En este apartado, en el de echar balones fuera, el relato granaíno se parece mucho al ejemplo catalán. En nuestro caso habría que sustituir el “España nos roba” por un “Sevilla nos manga”. Como ‘relato’, en la acepción que se está consolidando, a fuerza de repetirlo algunos han confundido, (o más bien habría que decir que con su cinismo han hecho que se confunda), y han hecho creer a pie juntillas a mucha gente que “se llevan los dineros de l’Alhambra y de la Sierra pa Sevilla”, cuestión que algún disgusto y discusión entre amigos y familiares me ha costado.
Estas cuestiones son intelectualmente insoportables e insostenibles en un debate serio. Se puede, y se debe, discutir sobre la gestión de la Alhambra y de Sierra Nevada. Pero lo de que se llevan el dinero de la Sierra, (me repatea adicionalmente que confundan el todo con la parte, la estación de esquí con toda Sierra Nevada), tiene bastante delito porque esconde -¿intencionadamente?- que las cuentas públicas son más bien deficitarias y que la estación de esquí se sostiene hoy día porque es pública y por las inversiones realizadas por el gobierno andaluz especialmente a principios de los 90. La prueba es que hace unos 15-20 años, estos granaínos mu granaínos, pedían que se privatizara la estación (después de haber sido saneada y ejecutadas las inversiones públicas) y ahora ni por esas asoma ese discurso ‘emprendedor’.
Estas cuestiones son intelectualmente insoportables e insostenibles en un debate serio. Se puede, y se debe, discutir sobre la gestión de la Alhambra y de Sierra Nevada. Pero lo de que se llevan el dinero de la Sierra, tiene bastante delito porque esconde -¿intencionadamente?- que las cuentas públicas son más bien deficitarias y que la estación de esquí se sostiene hoy día porque es pública y por las inversiones realizadas por el gobierno andaluz especialmente a principios de los 90
Si hay que hacer un relato justo de la historia de la estación de esquí hay que reconocer que fue desde aquí, desde estos granaínos muy granaínos, desde donde se concibió una estación como un proyecto especulativo más inmobiliario y propio del turismo de playa que deportivo y recreativo en torno a una estación de montaña. Fue desde aquí donde se hundió la estación a causa de una gestión ruinosa con nombres y apellidos locales y fue un alcalde (nacido en un pueblo de Murcia para más inri) y la Junta de Andalucía, con dinero de todos los andaluces, (incluidos los sevillanos), los que la rescataron y luego han contribuido a convertirla en una gran y moderna estación con el protagonismo de much@s granadin@s, quizás con apellidos ‘menos ilustres’.
En el inventado relato reclaman “rescatar del centralismo sevillano la gestión de las joyas de la corona, Alhambra y Sierra Nevada”, como si ahora se estuvieran dirigiendo desde un despacho a la vera del Guadalquivir. Y lo curioso es que el cuento chino cuela igual que cuela en Cataluña que en Andalucía no pagamos impuestos y somos una región subsidiada y que en nuestras escuelas el alumnado se sienta en el suelo. Lo grave es que pretendiendo hacer grande a Granada, se supone, lo único que consiguen con esta propuesta es empequeñecer nuestros Patrimonios de la Humanidad, disminuir su relevancia e importancia universal y convertirla en un asunto localista, casi de barrio.
En las discusiones, a menudo acaloradas, que sostengo sobre el devenir de las ciudades andaluzas desde la llegada de la Autonomía, suelo contraponer que a otras ciudades como Málaga y Córdoba, con las mismas maldiciones sevillanas, les ha ido mejor en las últimas décadas por lo que habrá que mirar también, al menos, un poco para adentro a ver si no hemos tenido también nosotros, unos más que otros, algo de ‘culpa’, y si no hay otras lecturas, otras razones políticas, sociales, económicas que introducir en el análisis.
Este discurso/relato del quejío de una parte de la burguesía granadina, no es nuevo y ha servido históricamente para tapar errores de bulto de los dirigentes locales durante muchas décadas y diferentes regímenes
Este discurso/relato del quejío de una parte de la burguesía granadina (no sé si se sigue utilizando el término pero yo sé a quiénes me refiero), no es nuevo y ha servido históricamente para tapar errores de bulto de los dirigentes locales durante muchas décadas y diferentes regímenes y ahora es utilizado para escurrir el bulto de aquellas y nuevas incapacidades para contribuir a un proyecto de desarrollo solvente y sostenible. ¡Qué casualidad! También este sector social de la clase media-alta es el que ha impulsado el separatismo catalán.
Más peligroso es que en la actualidad este relato/cuento chino esté siendo alimentado peligrosamente por algún bulto dirigente del Partido Popular que lo ha comprado porque entiende que echarle la culpa a la Junta, a Sevilla, al PSOE, les da réditos electorales y le evita tener que explicar que algo habrá hecho mal la derecha para haber perdido todas las elecciones andaluzas. Y digo que es peligroso echar fuego en este cuento/relato porque se les supone que deben contribuir a vertebrar una región ante el complejo panorama español. El propio Rajoy esta misma semana ha hablado de que Andalucía es un ejemplo de lealtad institucional (en referencia al debate sobre el modelo de Estado Autonómico), señalando la importancia del asunto de la cohesión territorial. Aviso a navegantes: “las armas de los falsos agravios las carga también el diablo”.
foto: MR
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