Los cinco errores de Albert Rivera
En 13 días trágicos, el líder de Ciudadanos ha tirado por la borda el capital demoscópico acumulado a cuenta de la degradación moral del PP
Al contrario. Al publicarse cuatro días después la sentencia del ‘caso Gürtel’, Rivera cometió el segundo error. Declaró que la legislatura estaba agotada y rompió el pacto de investidura con el PP desencadenando un mecanismo que nunca supo ni pudo controlar. El viernes 25, el PSOE presentó la moción de censura. Tras unos titubeos iniciales y contradicciones entre Rivera y su número dos, Juan Manuel Villegas, pronto quedó claro que Ciudadanos no iba a apoyar la iniciativa de Pedro Sánchez. Cs se refugió en su demanda de elecciones anticipadas, sin valorar que esa era una salida que se le escapaba de las manos porque solo dependía de Mariano Rajoy.
Una «moción instrumental»
Al emperrarse en las elecciones sin capacidad para convocarlas, rechazando incluso un pacto con el PSOE para fijar la fecha, y no dar así ventaja a Sánchez, al que no consentía que estuviera ni unos meses en la Moncloa, Rivera cometió el tercer error. El cuarto fue el anuncio del pacto con Pablo Iglesias para presentar una “moción instrumental” para ir a las urnas en caso de que fracasara la del PSOE. Fuera una trampa de Iglesias o no, esta maniobra decantó definitivamente al PNV del lado del PSOE, junto a la necesidad de no desmarcarse del PDECat y de ERC. El PNV quería conservar los Presupuestos, lo que Sánchez le ofreció el primer día de la moción, y no deseaba elecciones.
Y el quinto error fue votar junto al PP contra la moción de censura, después de denunciar cada día la corrupción de su aliado/rival, sin siquiera considerar la abstención, que muchos pronosticaban cuando Sánchez registró su iniciativa. ¿Dónde quedan ahora la marca de partido anticorrupción y las proclamas regeneracionistas? En adelante, Cs tendrá que pelear contra el PSOE en el poder y contra el PP en la oposición. Sus sonrientes expectativas no están anuladas, pero pueden sufrir un fuerte retroceso. Rivera tendrá que echar el freno si no quiere que nos preguntemos, con Pascal, si la prisa es la pasión de los necios.