5 noviembre 2024

Un ejército de educadores sexuales.

“Hay pocas cosas más importantes que el sexo. Cuando una sociedad tiene bien integrada la sexualidad, el resultado es un enorme bienestar social”.

En los años treinta, la malograda Hildegart Rodríguez, secretaria de la Liga Española para la Reforma Sexual sobre Bases Científicas y adalid de la liberación sexual, ya criticaba la pedagogía tradicional que convertía la sexualidad en un tabú. Ella defendía la instrucción desde la escuela. Y no estaba sola. Con distintos enfoques, la literatura médica de aquella España de principios del siglo XX ya coincidía en que era imprescindible iniciar la enseñanza de la educación sexual desde la infancia.

Fast forward ocho décadas, y en la actualidad todavía no sabemos muy bien qué hacer con la materia. No forma parte del currículo académico —a pesar de que la Ley de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo de 2010 incluía la recomendación de que estuviera presente en colegios e institutos— y, como recoge un informe de 2017 de la ONG Save The Children, cuando se imparte, o bien se limita a unas cuantas clases de contenido biologicista y centrado en la prevención de riesgos para alumnado de edades ya avanzadas, o es una actividad que depende de la disponibilidad de fondos y/o de la voluntad de profesores, AMPA y Ayuntamientos. Como es el caso de los consistorios de Avilés o Leganés.

“Se trata de un programa que empieza en infantil y acaba en bachillerato, y se trabaja en la mayoría de las escuelas infantiles, en la mayoría de los colegios de primaria y en la mayoría de los institutos de Leganés”, resume Carlos de la Cruz, sexólogo y responsable de las áreas de Igualdad y Juventud del municipio madrileño. “Yo soy optimista: hay consenso en que se debe hacer educación sexual, aunque todavía no nos ponemos de acuerdo en cómo hacerla. En los ochenta discutíamos sobre si había que hacerla o no, y ese es ya un debate superado. Aunque es verdad que no está garantizado que quien salga de la educación obligatoria haya tenido clase de educación sexual, y eso hay que garantizarlo”.

El apellido “sexual”, coinciden los especialistas, es parte del problema sin resolver en España. “La mente adulta enseguida relaciona sexual con coital, pero no es así: es la educación de los sexos, de lo que significa ser hombre y ser mujer, y de aprender a entendernos, encontrarnos y relacionarnos de la mejor manera posible. Esto, cuando se lo explicas a las familias, lo entienden, independientemente de su ideología. No es tan difícil. Cuando oigo que la educación sexual genera libertinaje no sé de qué me están hablando. En secundaria dedico al preservativo exactamente 10 minutos. No hablo de él hasta no darle un contexto. En los ochenta, el Póntelo, pónselo era imprescindible, pero 30 años más tarde hay asuntos más importantes”, reflexiona Rotella.

En la pornografía hay un modelo de relación entre hombres y mujeres desigual, pero es muy parecido al que sale en otras películas en las que los actores están vestidos

—El sí, chicos y chicas, tiene que ser explícito y mantenido. No vale eso de “Me dijo que sí y luego se desmayó”, “Me dijo que sí y luego estaba borracha”, “Me dijo que sí y luego le dio un bajón de tensión”. El sí tiene que ser mantenido y continuado en el tiempo para que la persona esté participando y disfrutando de la misma manera de la relación. Esto es fácil, ¿verdad?

En los distintos programas que imparte Rotella, desarrollados por Astursex, a los alumnos de bachillerato se les habla de consentimiento, de anticon­cepción, de sexismo, de homofobia. A los de 3º y 4º de la ESO, de higiene íntima, de diversidad sexual, de sexting seguro. A los de 5º y 6º de primaria, adolescentes inminentes, se les ayuda a no confundir los celos y el control con pruebas de amor, a identificar los peligros que acechan en las redes sociales, a reflexionar sobre el empoderamiento y la solidaridad femenina. A los alumnos de infantil —de 3 a 6 años— se les leen cuentos clásicos para revisar cómo son las historias de amor que ya conocen y cómo se comportan los personajes femeninos y los masculinos e incluso plantear finales alternativos.

¿Cuándo debe empezar la educación sexual? Desde el principio. Exactamente ahí donde se inicia la educación sobre todo lo demás, coinciden los expertos consultados. Desde luego, en ningún caso se debe esperar a la adolescencia. Para entonces ya tendrán la lección aprendida —en muchos casos, salpicada de malentendidos, pero aprendida— y será demasiado tarde. “Si he tenido una educación sexual que va más allá de cómo funcionan los coitos y el preservativo; si me ha enseñado a respetar a las parejas, a escuchar y a entender que las relaciones eróticas y la satisfacción tienen que ver con dos deseos, cuando vea porno y compruebe que no refleja nada de eso, pensaré: ‘Este no es el mundo real’, y ahí terminarán los conflictos”, argumenta el sexólogo De la Cruz. “En la pornografía hay un modelo de relación entre hombres y mujeres desigual, pero, ojo, es muy parecido al que sale en otras películas en las que los actores están vestidos, donde ellos imponen su criterio a sus parejas, no les escuchan… Si tuviéramos una sociedad donde esos modelos fueran una anécdota, la pornografía no sería un problema”, zanja.

En marzo de 2017, la Audiencia de Cantabria condenó a tres años y nueve meses de cárcel a un hombre por abusar sexualmente de una menor de edad durante un lustro. La niña empezó a sospechar que su vecino le había mentido cuando en el colegio estudiaron el aparato reproductor. Entonces, a los 10 años, comprendió que los besos y los tocamientos genitales no eran normales ni adecuados entre adultos y niños. Desde luego, no eran un juego. “La educación sexual es una herramienta para empoderar a los niños y niñas.

Este caso es paradigmático: de haberlo sabido, ella hubiera actuado antes. La formación, siempre adaptada a cada edad, sirve no solo para prevenir que sean víctimas de abusos sexuales, sino también para que, cuando crezcan, entablen relaciones más positivas, sanas e igualitarias”, precisa Carmela del Moral, analista jurídica de los derechos de la infancia de la ONG Save The Children. “En cualquier caso, debería quedarnos claro que los menores van a tener educación sexual. Depende de nosotros que sea buena o mala”. Para Rotella, es hora de que clase política, en particular, y sociedad, en general, se tomen en serio la educación sexual de una vez por todas.

“El sexo es lo que somos desde que nacemos hasta que morimos. Hay pocas cosas más importantes. Cuando una sociedad tiene bien integrado todo lo que tiene que ver con la sexualidad, disfruta de un enorme bienestar social. Son sociedades menos violentas y que se respetan mucho más. Y aquí no tenemos más que echar un vistazo a nuestro alrededor: estamos fallando”.

FOTO: Alumnos durante una clase de educación sexual en un instituto público de Avilés. Salvador Fenoll

https://elpais.com/elpais/2019/02/05/eps/1549359489_090898.html