Las acequias más antiguas de Europa están en Sierra Nevada

La milenaria red de regadío tradicional que impide que Granada sea un desierto no es solo una solución al cambio climático, sino un eficaz sistema de gobernanza para la agricultura reconocido por la ONU

El abastecimiento de agua es uno de los retos siglo XXI. En un contexto de cambio climático global, Sierra Nevada no permanece ajena al acelerado proceso de desertización que está experimentando la provincia de Granada. Una de las posibles soluciones a este fenómeno está en el propio paisaje, mutante. Hace más de mil años, con sus manos y toda la sabiduría que permite el analfabetismo, los humildes habitantes de estas montañas confeccionaron un sistema infalible para asegurar sus cultivos, sembrando agua para recoger agua con las acequias más antiguas de Europa.

Granada cuenta con una importante red de acequias que se extienden por toda la provincia, y buena parte de ellas dependen directamente de Sierra Nevada. El agua corre montaña abajo, la baña a su paso y llega atravesando cortijos, serpenteando laderas hasta las diversas vegas que descienden por sus faldas. Ese vergel sería desierto si no existieran. Y aún hoy, al menos doce siglos después de su creación, esta obra de ingeniería medieval es un legado vivo que sigue siendo utilizado por multitud de agricultores para regar sus fincas; a manta, por turnos y por marjales: del árabe, «al-mrah», la medida equivalente a 528,42 metros cuadrados.

Tanto o más importantes que las acequias de regadío son las acequias de careo. Éstas últimas sirven para abastecer indirectamente la extensa red, de la que hay catalogados unos 3.000 kilómetros solo en Sierra Nevada. Las acequias de careo se sitúan en alta montaña y recogen el agua de las lluvias y el deshielo para infiltrarla en el subsuelo, garantizando de este modo la recarga de los acuíferos y revirtiendo la tendencia actual a que sufran un proceso de salinización por la sobrexplotación de cultivos irrespetuosos con los ciclos naturales del agua.

Las más antiguas de Europa

Este procedimiento de recargar el agua de los acuíferos se realiza, de forma ancestral, en varias regiones de nuestro planeta, si bien donde existen más casos documentados es en las regiones alto-andinas de Perú y Ecuador. Con unos 1.300 años de antigüedad, el uso de las acequias de careo en Sierra Nevada se remonta al periodo de transición comprendido entre el final de la época visigoda y el comienzo de la de Al-Ándalus. Aunque su origen podría ser romano, la red actual data del periodo islámico, cuando alcanzó toda su potencialidad.

Un reciente estudio ha demostrado que las acequias de careo situadas en Sierra Nevada son el sistema de recarga de agua subterránea más antiguo de Europa. El estudio, realizado por la Universidad de Granada, el Instituto Geológico y Minero de España y las universidades de Colonia y Lisboa, ha evaluado mediante distintas y novedosas técnicas de investigación arqueológicas, sedimentológicas, geofísicas e hidrogeológicas el tiempo que llevan enterrados los granos de cuarzo de los sedimentos arrastrados por las acequias. Los estudios se han concentrado en la cuenca hidrológica del río Bérchules, el afluente más oriental del río Guadalfeo, en La Alpujarra granadina.

Olvido y recuperación

El proyecto europeo Memolab, coordinado por la Universidad de Granada, trabaja desde hace años para recuperar este valioso sistema de acequias. En el último lustro, se han encargado de la restauración de una decena de acequias de Sierra Nevada que llevaban más cuatro décadas abandonadas. Acequias que, como tantas otras, cayeron en desuso a causa del éxodo rural cuando no desaparecieron con la construcción de la estación de esquí. Las consecuencias –lógicas– fueron, entre otras muchas, la pérdida de pastos para el ganado y la disminución del agua disponible en la zona. Pero es posible revertir la situación.

Así ha ocurrido en los municipios de Jerez del Marquesado, Cáñar o Lugros, donde la labor restauradora de Memolab ha tenido una traducción inmediata en los paisajes, tanto en la flora como en la fauna o el caudal de agua de los ríos de la zona. Además de ser positivas para la biodiversidad, las acequias de riego son también un eficaz método de gobernanza para la agricultura y permiten la distribución equitativa del agua, como apunta a ABC el coordinador de Memolab e historiador medievalista de la UGR, José María Martín Civantos: «Ese papel de gobernanza es fundamental para que haya una buena distribución del agua, en su regulación o en la resolución de conflictos».

Reconocimiento de la ONU

«Supone recuperar infraestructura para el municipio, apoyar a las comunidades de regantes y a los regadíos históricos, con los valores que conllevan», señala Civantos, que lleva años trabajando con agricultores sobre el terreno convencido de que el agua es un elemento vertebrador. Fruto de esa labor surgió la Asociación de Comunidades de Regantes Históricas y Tradicionales de Andalucía, promovida por Memolab para sensibilizar y dotar de poder a los usuarios de las acequias, que funcionan como una cooperativa de cooperativas que cuenta con 11.000 regantes.

La apuesta de Memolab por la recuperación de las acequias ha sido ya reconocida por la Reina Sofía, quien hace unos meses entregó a Martín Civantos un galardón en mano, así como también por la Organización de las Naciones Unidas. La ONU declaró hace pocos meses ICCA (Área Conservada por las Comunidades Locales y Pueblos Indígenas) a la Comunidad de Regantes de Cáñar-Barjas, que ha sido la primera comunidad de regantes del mundo en obtener esta distinción; y la primera ICCA, de cualquier tipo, de Andalucía, y la sexta de España.

Beneficios ecosistémicos

Los efectos de restaurar una acequia, asegura Civantos, son casi automáticos: «La gente de la zona nota que hay más agua de la que teóricamente debería haber, y se ve en la vegetación, en los prados». «Los sistemas históricos de regadío son una buena herramienta de adaptación al cambio climático», insiste: «Las acequias nos ofrecen una variedad enorme de servicios ecosistémicos: aumentan la biodiversidad, hacen funciones de regulación en los ríos, recargan los acuíferos y mantienen vivos los suelos».

Estos sistemas de regadío contribuyen a suavizar localmente las temperaturas, «no solo porque hay cultivo, sino porque todo ese regadío da frescor al correr por las acequias, regando a manta, y además fomenta la generación de tormentas». Pese a lo que dicta la evidencia científica, la Junta de Andalucía lleva décadas «modernizando» con cemento o plástico las acequias para evitar el «desperdicio» y así «ahorrar» de agua: «En realidad no es así».

«Lo moderno es justo lo contrario… Es preservarlas», argumenta Civantos: «La modernización, tal y como se entiende hoy, hace un flaco favor a la lucha contra cambio climático». «Eso se acaba traduciendo en un mayor consumo de agua, además de perderse todos esos servicios ecosistémicos», apunta. Frente a la supuesta eficiencia que comporta su canalización con obras, Memolab aboga y trabaja por la restauración y el mantenimiento de las acequias históricas: «No son un estorbo, ni algo a extinguir ni un síntoma de subdesarrollo».

Leo Rama

https://sevilla.abc.es/agronoma/noticias/agricultura/las-acequias-mas-antiguas-de-europa-estan-en-sierra-nevada/?fbclid=IwAR0I08vH7fdoiUEoKRX3t3aYU9aMpPPwP3B5DGo1GbILMf5uigk-5qzlBQY

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