Propinas y dinero negro: el bien y el mal al mismo tiempo, ¿habría que prohibirlas?

Los sindicatos invitan a la apertura de un debate que permita dignificar el trabajo en el sector de la hostelería que, en nuestro país, sobrevive gracias a una gratificación que no paga impuestos aunque debería hacerlo

Perdidas en un limbo, las propinas permanecen en la cultura española como una gratificación adicional y voluntaria; mientras algunas voces reclaman abrir un debate que otros países ya abordan.

Algunos territorios de Estados Unidos -es el caso de Washington o California– han optado por empezar a prohibir las propinas para atajar su efecto negativo sobre los salarios de los trabajadores. Otros lugares del planeta establecen el equivalente a nuestra propina como una cuestión de carácter obligatorio, sin la que no se concibe la prestación del servicio ¿Qué ocurre con las propinas en nuestro país?

Un flujo opaco de dinero

Ninguno de los expertos consultados por la SER se aventura a lanzar una estimación acerca de cuánto dinero se mueve en nuestro país cada año en concepto de propinas. Todos coinciden en señalar, eso sí, que la cuantía ha descendido por el uso generalizado de las tarjetas de crédito y débito y que la cantidad también se vio reducida por el efecto de la crisis económica. Saber el montante total que cada año se paga en propinas en bares, restaurantes y otros servicios es prácticamente, pues es un dinero que se entrega directamente en mano.

Tampoco existe ningún estudio que en la última década haya aclarado las cifras que se podrían manejar. En cualquier caso, el sector hostelero reconoce la propina como una vía para permitir al trabajador llegar a fin de mes. No en vano, es esta una de las áreas donde los sueldos son más precarios. De acuerdo con el informe del gabinete económico de CCOO con datos extraídos de la Encuesta de Población Activa de 2016, el 11,7% de los trabajadores que reciben 1.000 euros o menos al mes se encuentran en el sector hostelero. Solo el comercio registra cifras de salarios más modestos (20% de los trabajadores) y la agricultura prácticamente empata (11,9%).

En este escenario económico, la propina acaba por convertirse en un complemento indispensable para alcanzar un salario que permita cubrir, o acercarse a hacerlo, las condiciones básicas para la vida. «En España es un tabú, pero nos gustaría un debate que propusiera una propina por ley», señala el responsable nacional de hostelería y comercio de CCOO, Gonzalo Fuentes.

Fuentes apunta que las propinas se han reducido, no solo por el efecto de las nuevas herramientas de pago, sino también por un alza en los precios que ha acompañado el crecimiento económico de los últimos años. Los estudios acerca de cómo nos comportamos los españoles a la hora de dar propina parecen darle la razón. La encuesta realizada por Alpha Research y MasterCard refleja que la gran mayoría de los españoles solo paga propina si dispone de efectivo. Seis de cada diez admiten nunca abonarían una propina si tuvieran que hacerlo con tarjeta y solo el 11% de los españoles deja siempre una gratificación en bares y restaurantes.

«Hay pobreza salarial pese al esfuerzo de los trabajadores en un sector que es el primero de la economía española», dice Fuentes, que pide valorar la profesión y dignificarla, vinculando los beneficios a la renta que perciben los trabajadores. Es decir, que si en temporadas altas y de especial esfuerzo, como la Navidad, los ingresos se disparan, también los trabajadores de hostelería se vean beneficiados por el crecimiento de la actividad.

Dinero negro consentido ¿Le interesa al Estado perseguirlo?

«Legalmente es una retribución que está sometida a impuestos, pero en la práctica se encuentra en un limbo», indica Carlos Cruzado, presidente del sindicato de técnicos de Hacienda, Gestha. El Reglamento del IRPF recoge una mención expresa en su artículo 76 a las propinas. Tal y como explica Cruzado, las propinas están sujetas el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas y la ministra de Hacienda ya ha recalcado en alguna ocasión este hecho, pero lo cierto es que escapan al control del Estado.

Cada año se manejan millones de euros que deberían tributar, según la legislación vigente pero están asumidos como un pago en B. El único modo de cuantificar lo que se paga en concepto de propina, puesto que lo habitual es no declararla, es cuando esta se abona con tarjeta. Y eso es algo que, según explica Carlos Cruzado y señalan las encuestas, apenas sucede.

La cuestión es, por tanto, si el aparato del Estado debe tratar de reforzar la vigilancia en este apartado para aumentar la recaudación fiscal. En opinión del presidente del sindicato de técnicos de Hacienda no vale la pena. Primero porque supondría perseguir a colectivos muy vulnerables, con el consiguiente coste social; pero también porque «efectuar un control supondría un esfuerzo que no se vería compensado por el resultado obtenido. Con los medios acutales no es viable» ya que la cantidad que se recaudaría, cree Cruzado no sería demasiado elevada. Al menos no en relación a la concentración de medios que sería precisa para perseguir un sistema casi imposible de medir.

Peticiones de regulación y qué ocurre en otros países ¿Hay discriminación por propina?

«No estamos en contra de ellas, pero creemos que las propinas han tenido un efecto negativo sobre los salarios», afirma Gonzalo Fuentes, de CCOO, que cree que han permitido a los empresarios pagar sueldos más precarios confiando el complemento a la generosidad de los clientes. Fuentes explica que la propina debe considerarse el abono del servicio y que es necesario dignificar el oficio. «El sector, si quiere tener un buen futuro, necesita un salario decente. Tiene que haber estabilidad, formación y dignidad en el empleo», insiste.

Mirando al mapa de las propinas es cierto que nuestro país tiene un modelo poco usual en comparación con otras economías grandes. Existen culturas diametralmente opuestas, en las que -es el caso de Japón- dejar propina es un insulto que puede ocasionar situaciones muy extrañas. Estados Unidos, como comenzaba este artículo, ha comenzado a cortar el grifo legal de las propinas; pero en la mayoría de estados estas se mantienen como un complemento salarial imprescindible para un camarero, llegando a suponer en torno al 20% de sus ingresos mensuales. La cuantía a pagar acostumbra a incluirse en la cuenta que se le presenta al cliente.

El movimiento estadounidense antipropinas ha señalado, no obstante, el carácter discriminatorio de las propinas, al afirmar que los clientes premian más con ellas a las mujeres treintañeras blancas que a otros colectivos.

Francia e Inglaterra establecen la propina como una práctica de carácter casi obligatorio y la misma ronda entre el 10% y el 15% del total de la cuenta. En Alemania existe una fuerte costumbre que, aunque no se refleje en la cuenta, supone pagar una cuantía de entre el 5% y el 10%. Cuando se paga con tarjeta, en el país germano se indica incluso la cantidad a pagar como propina. Así ocurre en la mayoría de países occidentales. En Cuba, aun estando oficialmente prohibida, es una práctica habitual.

El círculo vicioso de la propina y sus efectos sobre el futuro

La pérdida económica que supone al Estado el hecho de que miles de trabajadores perciban una parte de su salario en negro es la misma que permite a estos profesionales sobrevivir en una situación de debilidad. «Ante un salario bajo ¿quién no va a querer cobrar una propina?«, aduce la profesora de economía de la Universidad Complutense de Madrid, Mónica Melle.

Melle comprende el papel de estas retribuciones, pero recuerda que «a efectos de cálculos, de cuanta más propina dependa el sueldo, más perjudicado» saldrá el trabajador. Los complementos al salario base no se incluyen a la hora de calcular la pensión por jubilación o la percepción por el paro, tan solo computa el salario base, «y la propina ni siquiera es un complemento reconocido en el contrato», sino un pago aparte sin referencia alguna.

«Cuanta más retribución fija, mejor. Claro, si el salario es bajo es comprensible que se defiendan, pero no es lo deseable. Lo deseable es que todo lo que se percibe esté incorporado a la retribución fija«, defiende.

La inclinación, sin embargo, es la opuesta. Melle recalca la progresiva mercantilización del trabajo, que empieza a ofrecerse bajo demanda, por proyectos, permanentemente dependiente de demandas puntuales y, a la vez, más inestable. «Es lo que hemos llamado la ‘uberización’. Y la tendencia es que vayamos, cada vez más, a retribuciones variables y complementarias, vinculadas al nuevo modelo de relaciones laborales». La deriva económica mundial, incide, continúa por el camino del desequilibrio entre las partes, donde el poder de negociación continúa en el mismo lado.

Sergio Soto Madrid

FOTO: Voces del sector llaman a la apertura de una debate tabú en España. / Getty Images

https://cadenaser.com/ser/2019/12/13/economia/1576258388_992215.html?int=lomasvistoSER

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