La brecha de autoridad: ¿por qué se toma a las mujeres menos en serio que a los hombres?
La brecha salarial no es la única que afecta a las mujeres en el ámbito laboral. La brecha de autoridad, un concepto acuñado por la periodista e investigadora británica Mary Ann Sieghart, se ha convertido en un obstáculo añadido en el camino hacia el liderazgo femenino.
Que la brecha salarial existe (y afecta incluso a Jennifer Lawrence) nadie lo duda a estas alturas. Lo dicen los estudios y las estadísticas sin ningún género de duda. Pero hay otras brechas, menos medibles y cuantitativas, que también afectan al desarrollo profesional de las mujeres. Es el caso de la brecha de autoridad. La pregunta es sencilla: ¿por qué a las mujeres se nos toma menos en serio que a los hombres en el ámbito profesional? Mary Ann Sieghart, autora del libro The Authority Gap (La brecha de autoridad), ha intentado darle respuesta.
La investigadora y periodista británica define la brecha de autoridad como la forma en que las mujeres son menospreciadas, socavadas, cuestionadas, burladas y, en definitiva, tomadas menos en serio en el contexto de la vida pública y laboral. Durante la elaboración de su libro, Sieghart entrevistó a mujeres como Mary Robinson, Hillary Clinton o Louise Richardson, la experta en ciencia política que en 2016 se convirtió en la primera vicerrectora de la Universidad de Oxford. ¿Su objetivo? Demostrar que incluso cuando las mujeres alcanzan puestos de liderazgo de gran relevancia pública y visibilidad se suele dudar de su capacidad de trabajo.
«La brecha de autoridad es una medida de cuánto más en serio tomamos a los hombres que a las mujeres. Tendemos a asumir que un hombre sabe de lo que está hablando hasta que demuestre lo contrario. Mientras que las mujeres tienden a ser subestimadas. Tienen que demostrar más que son competentes y, a menudo, se sienten incómodas cuando están en posiciones de autoridad «, ha explicado Sieghart.
Además, según la investigadora, cuando las mujeres muestran rasgos estereotípicamente masculinos para que se las tome más en serio, hacen sentir más incómodos a sus interlocutores. De hecho, este tipo de perfiles asertivos se etiquetan, a menudo, de «agresivos» o «autoritarios». Es una especie de pescadilla que se muerde la cola: si las mujeres no demuestran suficiente confianza en sí mismas, no se les respeta; pero cuando la tienen, se las juzga con increíble dureza.
Sieghart tiene claro que los pequeños gestos, como cuidar el lenguaje que usamos en casa o llamar la atención cuando una mujer es interrumpida durante una reunión (el irritante manterrupting que ha llegado incluso al Tribunal Supremo de Estados Unidos gracias a la jueza Sonia Sotomayor), son pequeños pasos necesarios para erradicar la brecha de autoridad. Sin embargo, la investigadora prefiere poner el foco en la responsabilidad de los hombres: «Todo lo que tienen que hacer es decidir activamente exponerse a las voces de las mujeres».