29 noviembre 2024

De abandonar los estudios a los 16 años a premio al mejor expediente por la Universidad de Granada: «Nadie es un fracaso»

Heriberto Rodríguez, graduado por la UGR en Educación Social, logró entrar en la Universidad tras dejar el instituto sin la Secundaria y trabajar durante años en hostelería

Que con renglones torcidos también se escriben hermosas vivencias es un hecho que puede decir que ha vivido en primera persona Heriberto Rodríguez Tarrero (Madrid, 1986). Este descendiente de granadinos –su padre es de Otura– pasó de estar en los márgenes del sistema educativo, de ser un caso de los que se conocen como fracaso escolar, a reengancharse y lograr el reconocimiento de su Facultad, la de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada, por ser el mejor expediente en su grado con 18 matrículas de honor u una media de 9,45 sobre 10. “Se hace muy largo, duro, sacrificado, fuente de mucho estrés, más en mi caso ya que venía de no haber estudiado nunca, por lo que me mantuve durante cuatro años en constante tensión, sin bajar la guardia”, recuerda de esos años de estudio de Educación Social.

“No fui un niño malo”, señala sobre su infancia. Experiencias relacionadas con el acoso y el bullying le condicionaron en sus primeros años de formación y, finalmente, al cumplir los 16, dejó los estudios. “Invitaron a mis padres” a que dejara el centro educativo en el que estaba. Ahora, como educador social formado y en activo, ve aquella medida “como la vía fácil” ante su caso. En aquel momento, sin embargo, “pensé que era lo mejor” que le podía pasar, “pero no tardé en arrepentirme”.

 

Después de dejar el instituto Rodríguez se apuntó a una escuela de adultos, “pero me quedó todo” señala sobre los resultados. El segundo año matriculado se propuso lograr el título de Secundaria “más en serio” y lo consiguió. “Necesitaba ese título para trabajar”.

Eso era lo que quería. “Empecé a trabajar en hostelería”, un desempeño en el que estuvo “bastantes años” hasta que un problema de salud le obligó a parar. Tras pasar por quirófano para operarse de los dos pies “me incapacitaron para mi trabajo habitual”. “Entonces pensé ojalá volviera a estudiar”.

De la intención pasó a los hechos, pero este paso tampoco fue fácil. “El Bachillerato a distancia fue un fracaso”. A los 28 años retomó este empeño. “Empecé en la escuela de adultos, para hacer Selectividad para mayores de 25 años”. Se examinó una primera vez en las pruebas de acceso a los estudios universitarios sin éxito. Lo volvió a intentar y consiguió el aprobado que le abrió las puertas a los estudios de grado. “Sentía que no valía para estudiar, pero tenía el apoyo de mi familia y me dije que tenía que intentarlo”.

Se matriculó en la Universidad de Granada, en el grado de Educación Social que se imparte en Ciencias de la Educación. “En el primer cuatrimestre vi que se iba muy bien, empecé a tener matrículas de honor y empezó a cambiar mi percepción” tanto de los estudios como de su propia capacidad para enfrentarse a manuales y apuntes.

“Fue un trabajo diario y constante, los sábados y domingos los pasaba encerrado en la biblioteca 24 horas del edificio V Centenario y cualquier otra hora libre también”, recuerda de esos años en la Facultad. “El 90% de mi tiempo era dedicado a mi carrera. En cuanto a mi inspiración y el motivo por el que me mantuve en constante rendimiento, pese a que una y mil veces me dieran ganas de abandonar, fue mi necesidad de autoestima positiva, la mejora de mi autoconcepto y de que mi madre y mi padre se sintieran orgullosos de mí. Todo esto me daba fuerzas”, señala.

Fue curso a curso hasta finalizar en julio de 2021. En noviembre recibió el reconocimiento de su Facultad por su brillante expediente. Ya es educador, ejerce como tal y, desde este lado de su trayectoria vital, Rodríguez valora que “he necesitado un educador a mi lado muchas veces”. Ve su experiencia como “un mensaje de esperanza para los que creen que no valen. Nadie es un fracaso”. La madurez ha sido una de las claves, reconoce: “No lo hubiera conseguido si no hubiera sido el momento”.

Tiene 35 años, trabaja en un barrio en el que viven familias en exclusión social, con adolescentes, y se emociona hasta el tuétano cuando habla de sus padres. Desde este punto se sabe con los argumentos necesarios para criticar el sistema educativo. “Es muy encorsetado, se necesitan equipos multidisciplinares” en los que es pertinente que gane peso la figura del educador.

“La experiencia es vital en esto. Lo hace más enriquecedor. Realizo intervenciones desde mi propia experiencia”, reseña sobre como sus vivencias marcan ahora su labor con jóvenes.

De su paso por la Universidad de Granada subraya que “me ha dado una base, una forma de pensamiento muy crítica. Te hace entender cómo funcionan los grupos sociales”.

A. A.

Heriberto Rodríguez Tarrero. / M. G.