Este curso escolar 2022/2023 es el primero en el que se inicia la aplicación de las normas de la LOMLOE, también denominada Ley Celáa.

Los decretos curriculares de ESO y Bachillerato, que se aprobaron en abril, ya se han implementado en los cursos impares. Las comunidades autónomas han debido aportar su porcentaje curricular en un tiempo récord. Y muchos libros de texto no lo han incorporado. Todo urgente, acelerado e improvisado. No lo entiendo.

Si la pretensión es sustituir un modelo educativo enciclopédico y memorístico, basado en el “saber” y los conocimientos, por otro basado en el “saber hacer” y las competencias, necesita tiempo, recursos y sosiego, principalmente para modificar tanto el sistema de acceso del profesorado como su formación inicial y continua. Y también concienciación. Cualquier propuesta de cambio fracasará si el profesorado no está convencido de su eficacia. Pero es que, además, la LOMLOE es la octava ley educativa no consensuada en democracia. Y podría derogarse con un cambio de gobierno.

Eso en cuanto a la forma, pero hablemos también del fondo. El modelo basado en la educación por competencias está seriamente cuestionado por muchos países que lo adoptaron. El empeoramiento de sus resultados académicos reales les ha hecho recapacitar. En primer lugar, Finlandia, el modelo a imitar, hasta que realizó los cambios en su sistema educativo.  Y es que para “saber hacer” antes hay que “saber” El filósofo francés Jean Claude Michèa (2006) lo explica claramente: llama al aprendizaje por competencias la enseñanza de la ignorancia porque consiste en aprender destrezas y habilidades, prácticas técnicas y aplicaciones de saberes, pero sin necesidad de aprender y comprender esos saberes, conocimientos y tecnología. Y ahí puede estar el error en el desarrollo de un currículo por competencias. La competencia en “algo” será mayor cuanto mayor sea el nivel de conocimientos sobre ese “algo”. Debe ser una vía que nos abra el horizonte a la adquisición de nuevos conocimientos, pero si ese nivel cada vez es más bajo, también seremos cada vez menos competentes.

El término “competencia” surge del mundo de la economía. Y posteriormente es incorporado al educativo. Tiene un fuerte carácter utilitario y está relacionado con el proceso neoliberal que tiende a adiestrar al educando para ser competitivo en unos mercados profesionales, laborales y globalizados tan cambiantes. No seamos ingenuos, igual que el modelo económico se ha homogeneizado y globalizado, el neoliberalismo necesita otro educativo con las mismas características y que se adapte al primero. Sin embargo, tal proceso subordina la educación a la economía. Pero educar es mucho más que adiestrar. La educación debe atender al desarrollo personal y la formación integral de la persona. Su fin debe ser la consecución de un educando autónomo portador de un pensamiento libre, independiente, creativo y crítico. Educar es dar al cuerpo y al alma la máxima belleza y perfección posibles (Benigno Vaquero). Estamos lejos de ello. Por último, quiero subrayar que La Educación en España no es un conflicto ideológico en el que unos impongan su modelo educativo a otros. Es un problema que tenemos que resolver entre todos y, por tanto, todos los sectores implicados han de participar en su solución. Por enésima vez pido un Pacto de Estado por la Educación.

José Vaquero Sánchez

foto: HR LATAM

Publicado en Cartas al director de Ideal

 

 

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