La marcha verde, el mercadillo del Zaidín, llámelo como quiera.

Nadie lo quiere cerca y todos van a él. Es un latazo, dicen, y un foco de cartones, ruidos, coches, sindioses y molestias para los vecinos que les toca. Nadie lo quiere en las proximidades de su casa, y los partidos de la oposición utilizan esta negatividad para buscar votos que les permitan alcanzar una alcaldía que luego utilizarán para poner el mercadillo donde también moleste al personal.

Un  sinsentido político como tantos otros, pero que da votos porque a quien le toca cerca de su casa en ese momento se cree lo que le dicen los otros y los vota, aunque luego se rebote cuando vea que lo han engañado. Pero en cuatro años la cosa se olvida. Nadie quiere que vendan las cosas baratas en su puerta, porque durante medio día dan la vara, y por eso se recogen firmas, se protesta, se elevan quejas y todo lo demás.

Solución hay, pero ¿quién le pone el cascabel al gato? Es lo malo de depender de los votos del personal para comer y vestir, que nadie se la juega. Qué distintas serían las cosas si se tratara de vender artículos de alta gama, a unos precios desorbitantes, con su glamour y sus canapés gratis, y con sus copitas de cava y sillones forrados de terciopelo. Estaríamos entonces hablando de otra cosa, aunque igual las gentes no serían tan diferentes, pues me consta que al mercadillo va personal de todas las capas sociales, incluidas las más glamurosas, y si no lo creen miren con atención.

FOTO: https://granadaimedia.com/historia-zaidin-fotografias-exposicion-granada/

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