La cruzada de la ultraderecha contra las ciudades sostenibles: guetos, dictadura climática y otros bulos sobre lo malo de caminar
Sectores conservadores cargan contra proyectos de movilidad ciudadana basados en diseñar barrios y ciudades con servicios y ocio en un radio de 15 minutos a pie.
La concienciación en torno a la salud ambiental está acelerando la transformación de las ciudades en toda Europa. España, con algunos pasos en falso, no es ajena a ello y está inmersa en un proceso de renovación urbana que busca, de un forma muy resumida, dejar de lado del coche y potenciar la movilidad activa –a pie o en bicicleta– y el transporte público. El objetivo es conocido: rebajar las emisiones de efecto invernadero asociadas al vehículo privado y reducir la contaminación atmosférica que sale de los tubos de escape produciendo cerca de 30.000 muertes prematuras, según datos de la Unión Europea.
La ciudad en 15 minutos es uno de estos modelos de planificación que en los últimos años se están articulando en diferentes partes del mundo. En París, por ejemplo, su alcaldesa, Anne Hidalgo, lo ha querido desarrollar a gran escala para conseguir que la metrópoli francesa pueda ser más accesible en bicicleta o caminando y relegar el coche a un plano secundario. Pero también ha llegado a España, con Pontevedra a la cabeza o con las «supermanzanas» implementadas por Ada Colau en Barcelona. La idea es reducir al mínimo los trayectos en coche en las ciudades o barrios y conseguir que cada persona tenga servicios y, por ende, su vida en un radio de 15 minutos caminando o en transporte público para evitar desplazamientos en coche innecesarios.
Este tipo de iniciativas, pese a llevar años en fase de desarrollo y ejecución, están siendo contestadas desde la ultraderecha española, que en las últimas semanas ha difundido algunos bulos en los que se señala a las élites globales de querer confinar a los ciudadanos en sus barrios bajo la excusa de la alerta climática. En el medio ultra The Objetive, el columnista Daoiz Velarde vinculaba este tipo de proyectos urbanísticos sostenibles con un plan de «confinamiento climático» y dibujaba un futuro distópico donde los ciudadanos no podrán salir de sus distritos bajo la excusa frenar la contaminación en las ciudades.
El pasado 10 de febrero, el programa El Gato al Agua, del canal conservador El Toro TV, dedicaba algunos minutos de debate al modelo de Ciudad de 15 minutos que apuntaban en la misma dirección, tal y como ha recogido la periodista Analía Plaza en un artículo para El Periódico de España. «Una nueva amenaza se cierne sobre la humanidad. Las élites globalistas quieren encerrarle a usted en su barrio. Proponen un sistema, parecido al de Los Juegos del Hambre, en el que la población no se desplace para reducir las emisiones. La alerta climática lo justifica todo», decía el moderador.
En España, estas palabras ya han dejado algunas escenas de protestas ciudadanas en contra de las infraestructuras verdes. En Rivas Vaciamadrid, municipio en el que se está desarrollando un modelo urbano de proximidad y movilidad en bicicleta, ya se han registrado tres manifestaciones en los últimos meses en contra de carriles bici.
De Oxford a Canadá, el posible origen del negacionismo
Aunque en España ya se habían constatado una querencia singular por la movilidad en coche desde los sectores más conservadores, el discurso parece haber evolucionado hacia unas cotas que lindan con el negacionismo climático. El germen podría estar en algunas de las protestas de sectores ultras en Oxford, donde el Ayuntamiento acaba de aprobar un plan con cortes de tráfico en seis vías de acceso a la ciudad durante unas horas concretas, además de otros planes que fomentan el transporte público y la movilidad a pie o en bicicleta.
Estas medidas, tal y como recoge eldiario.es en una crónica, han generado un revuelo importante con una convocatoria de movilizaciones basada en bulos que equiparan las restricciones al tráfico con guetos y a la que acudieron colectivos vinculados, según cuenta el artículo, con movimientos antivacunas. Este tipo de mensajes también se han visto en los últimos meses en Canadá, donde algunas personalidades conocidas dentro del negacionismo del cambio climático, como Jordan Peterson, han cargado contra planes de movilidad sostenible similares al de Oxford.
Carmen Duce, portavoz de Ecologistas en Acción, tilda de «absurdos» los argumentos que equiparan confinamientos con las restricciones al tráfico. «Es una cuestión muy simple de limitar la contaminación. Estos planes hablan de recuperar algo bueno que ya había, de rediseñar las ciudades con más servicios y ocio cerca de donde viven las personas para evitar desplazamientos en coche que podrían ser innecesarios», dice la conservacionista, que pone el ejemplo de acabar con el distrito escolar único que rige en Madrid o Castilla y León y que permite llevar a los menores a cualquier colegio de la ciudad independientemente de la zona o barrio donde residan.
Los precedentes de Madrid Central y las ‘superillas’
Álvaro Fernández Heredia, exgerente de la EMT de Madrid y experto en movilidad urbana, recuerda los ataques que sufrió el Gobierno de Manuela Carmena con la aprobación de Madrid Central y compara con la evolución discursiva que empieza a brotar desde algunos sectores conservadores. «Creo que esto tiene un grado de locura mayor que se construye sobre la base del negacionismo y de una contraofensiva mundial y europea de la ultraderecha. En Madrid hubo cosas feas, como cuando el que ahora es consejero de Transportes, publicó un tuit en el que comparaba Madrid Central con el muro de Berlín. Era algo demagogo, pero se veía la hipérbole. Ahora se están diciendo cosas que van mucho más allá, hay mucha más imaginación, más bulos y se apunta a una parafernalia digna de distopía», indica el hoy gerente de Autobuses Urbanos de Valladolid.
Isabelle Anguelovski, directora del Barcelona Lab for Urban Environmental Justice and Sustainability de la Universitat Autònoma de Barcelona, pone el foco en la actual cruzada que hay contra las superillas (supermanzanas) diseñadas por Ada Colau en Baecelona y cómo sectores liberal-conservadores se apoyan en argumentos basados en el miedo y a la quiebra económica de los comercios. «Son discursos basados en lo indiviudal frente a lo común. Es muy parecido a lo que ocurrió en su día con el tabaco, cuando se decía que iban a prohibirte fumar en tu casa. Ahora se habla de lo mismo, de que no podrás salir de tu barrio, no podrás caminar y, en Barcelona, se dice que si peatonalizas una calle las tiendas tendrán que cerrar», comenta la experta, que cita un artículo publicado este lunes por La Crónica Global que habla de la supuesta prohibición de abrir supermercados en algunos barrios peatonalizados.
Angulovski ha estudiado e investigado los efectos de las infraestructuras verdes en diversas partes de Europa y EEUU. En el país norteamericano, con un modelo de ciudad mucho más disperso que el europeo, han sido habituales algunas protestas en barrios marginales en contra de la creación de carriles bici o de infraestructuras de transporte público. Sin embargo, la oposición que parece germinar en España no tiene nada que ver con esto. «En Estados Unidos ha habido una oposición clara desde barrios históricamente obreros, con población negra y latina, cuando se construían nuevos carriles bici, por ejemplo. Pero la protesta nacía bajo el temor a que ello gentrifique el barrio y suba los precios de la vivienda. En este caso, lo que vemos es un argumento claramente negacionista de gente que pone en valor la libertad individual y el uso del coche frente a lo común, a pesar de que hay múltiples evidencias que demuestran que la contaminación tiene efectos negativos en la salud», zanja.