Hace unas semanas publicamos una entrevista con Mariano Fernández Enguita, uno de los referentes españoles de la investigación en educación. La conversación giró sobre varios temas, pero en el artículo acabó centrada en la ola de cambio tecnológico que el catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid considera que se avecina en la escuela, y a la que ha dedicado en su último libro. Uno de los apartados que no cupo en el periódico estaba dedicada a la codocencia: el hecho de que dos docentes (o, según la visión de Fernández Enguita, hasta tres o cuatro en ciertas actividades) trabajen a la vez en una clase. Me parece oportuno recuperarlo aquí, ahora que los resultados de las elecciones autonómicas dibujan un futuro incierto para otra reforma educativa. Aprovechando el margen que ofrecen estos boletines (o newsletters), añado al final un par de ideas sobre el tema.

Pregunta. Usted es un defensor de la codocencia, especialmente, aunque no solo, como forma de incorporar al profesorado novel. ¿Qué ventajas le ve?

Respuesta. Todas, no se me ocurre una sola desventaja. O se me ocurren las que a todo el mundo: a ver con quién me toca, voy a tener que ponerme de acuerdo con el otro profesor, vamos a ser muchos… Pero ese modelo [del profesor único] viene de la época de los maestros rurales, en que un maestro tenía que ser autosuficiente y eso era lo que se podía ofrecer a una sociedad que era básicamente rural. El modelo se reproducía con pocas variantes en las ciudades, donde empezaban a separar niños y niñas, luego por grados, en la secundaria por asignaturas… Pero es un pésimo modelo, porque limita enormemente la competencia docente que va a haber ante el alumno. No digamos hoy día, con el ritmo de cambio, la competencia digital docente. Aparte de que se presta a que los errores los pague siempre el alumno, arbitrariedades que haberlas haylas, que el maestro más novel vaya al grupo clase más complicado… Una serie de cosas que no funcionan y que no pueden ser así.

P. Pero una parte del profesorado no quiere ni este ni otro tipo de cambios.

R. Yo creo que una administración, un gobierno, no debe imponer un modo de enseñar. Pero una cosa es un modo de enseñar y otra cosa es un modo de organizarse. Una administración sanitaria no dice cómo se opera en los quirófanos, pero ninguna permite que un médico diga: ‘yo lo hago sin enfermeros o sin anestesista’…

P. ¿No es mejor que sean voluntarios?

R. No, no deben ser voluntarios. Primero, ¿voluntario qué quiere decir? ¿Hago en el aula lo que me da la gana, según quiera o no? Un profesor es un agente público y no tiene un aula a su disposición. Lo que sí tenemos que hacer es reconocer que, en un contexto complejo y muy variado, donde hay que tomar muchas decisiones es sobre el terreno, y eso implica autonomía del profesor. Pero al mismo tiempo también hay que decir que se requieren competencias y capacidades y habilidades muy diversas. Y hay un gran beneficio en que en lugar de un profesor puedan ser varios. Ganamos mucho cuando son dos, no digamos si son tres o cuatro para algunas actividades. Ganamos todos. Y cuando yo lo he visto, los profesores hacen ese balance: ‘al principio me dio pánico y ahora estoy encantado’. Entre otras cosas, porque descarga mucho de la responsabilidad de tener que ser un hombre o una mujer orquesta, solo frente a los 30 niños. Que te prometes que cuando sean 25 va a ser distinto, o cuando sean 20… y no es distinto, es prácticamente igual. Simplemente se gasta mucho más dinero para hacer lo mismo de la misma manera, con muy poca diferencia, en lugar de emplearlo en otras cosas.

2. Posdata

Muchos de los cambios que se plantean en educación en realidad no lo son, porque se trata de prácticas que nacieron hace años y en ocasiones muchas décadas. En estos tres últimos años en España, sin embargo, con motivo de la pandemia y de la reforma educativa, ha habido algunas que se han ensayado a gran escala. En un caso que he seguido de cerca, el de la Comunidad Valenciana, se ha probado por ejemplo la implantación en todos los cursos de primero de la ESO de los ámbitos de conocimiento, consistente en fusionar dos o más asignaturas para enseñarlas de forma interrelacionada. Y en una parte de los centros se ha hecho a través de la codocencia.

Las reacciones de los docentes han sido variadas, pero un importante sector del profesorado (que no se puede concretar, porque la Generalitat valenciana no ha publicado datos al respecto) se han mostrado en desacuerdo o incluso se han opuesto con contundencia, llevando el asunto al Tribunal Superior de Justicia valenciano, que ha paralizado de forma cautelar la obligación de fusionar algunas asignaturas en ámbitos en primero de la ESO. El malestar por esta cuestión se ha unido al general derivado de tener que llevar a cabo otra reforma educativa. Y el rechazo ha alcanzado tal punto en una parte de los docentes que uno no puede evitar pensar que, incluso si dichos cambios resultan positivos para el conjunto del sistema, como asegura Fernández Enguita sobre la codocencia, el resultado acaba siendo contraproducente. Quizá sea más eficaz que las administraciones educativas utilicen otras fórmulas a su alcance para promover los cambios que consideren legítimamente útiles para el sistema educativo, como incentivarlos con recursos adicionales y formación. Evitando en la medida de lo posible que el esfuerzo dedicado a una especie de guerra de trincheras reste energías para otras cosas.

Ignacio Zafra

EL PAIS

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