Descansar en verano no es tumbarse
Ejercicio suave, soltar estrés con actividades que nos gustan y desconexión tecnológica son imprescindibles
Llegamos a las vacaciones de verano cansados, agotados. Una sensación que no solo es física, sino también mental, de saturación. Nos cuesta cada vez más madrugar para ir al trabajo, concentrarnos en nuestras tareas o echarle ilusión al proyecto que tenemos entre manos.Necesitamos unas vacaciones, sin duda. Pero, ¿sabemos aprovechar estas semanas sin obligaciones laborales para descansar de verdad y recargar pilas? Los expertos nos dan la receta para aprender a soltar todo ese lastre de estrés y sobrecarga laboral y tecnológica.
Descanso físico activo
El cansancio físico es el más fácil de reconocer y recuperar –ojo, que incluso podemos notar dolores musculares sin haber hecho actividad física intensa–. Dormir las horas suficientes es imprescindible y es el momento también de regalarnos una siesta o tirarnos en el sofa. «Pero descansar no es sinónimo de sedentarismo, no consiste en pasarnos el día tumbados y no hacer nada porque la sensación de agotamiento va a persistir. Hay un descanso activo muy necesario: yoga, estiramientos, paseos por la playa o en espacios verdes, natación suave… Resultan muy efectivos, ya que aumentan el riego sanguíneo, lo que favorece la oxigenación y recuperación de la musculatura, disminuyen la fatiga y ayudan a corregir las malas posturas causadas por estar mucho tiempo sentados en el trabajo», señala el preparador físico y divulgador de hábitos de vida saludable Jesús Aguilar. Por ello, recomienda reservar tiempo para estas actividades de ‘bajo impacto’. Suele ser una etapa en la que los entrenamientos se interrumpen, por lo que estas rutinas «facilitan que no perdamos la forma y nos cueste menos retomar el deporte intenso tras el verano».
Cansancio psicológico
«Tengo un agotamiento mental…». Es una frase que usamos habitualmente cuando se acerca el verano y que recoge síntomas que pueden ser diferentes en cada persona. «El cansancio mental tiene que ver con la sobresaturación de los procesos cognitivos, de su uso durante un tiempo muy largo y sin hacer pausas de descanso cortas o prolongadas», comenta la sicóloga Vanesa Fernández. Esos procesos son los que utilizamos en la actividad diaria: atención, concentración, planificación, comunicación… «La fatiga mental puede estar producida por la sobrecarga laboral, no dormir lo suficiente, estados emocionales intensos, enfados, preocupaciones, exceso de tareas cotidianas…». De esa sensación de que «nos va a estallar la cabeza» tiene mucha culpa «no reservar momentos para el ocio durante largos períodos de tiempo».
Existen una serie de señales de que ya estamos saturados mentalmente. «Nos resulta muy difícil concentrarnos y nos asaltan emociones agobiantes como la ansiedad, la angustia y la tristeza», apunta la experta. Por ello, es difícil rendir en las actividades académicas o laborales, estamos irritables en nuestras relaciones personales y hasta nos cuesta conciliar el sueño.
¿Qué debemos hacer? «Recuperarse del cansancio mental requiere de un cambio de actividad, pero que sea totalmente diferente a aquella que estemos realizando de forma rutinaria y que nos resulte lo más placentera posible –leer, cocinar…–. Y, cuanto más variada, mejor», precisa la psicóloga. Ejercicio físico, llevar una dieta saludable, reforzar relaciones familiares y con amigos y pasar tiempo al aire libre –la luz natural influye en el estado de ánimo– completan la receta. El principal ingrediente: «Es vital dedicarnos tiempo a nosotros mismos».
Descanso tecnológico
«Las nuevas tecnologías nos complican bastante descansar en vacaciones», valora la psicóloga del IMQ Silvia González Martínez. Estar pendientes continuamente del WhatsApp, Instagram, otras redes sociales, querer contestar de forma inmediata a los mensajes… «hace que nos sintamos ansiosos», con una sensación de «agobio constante» que nos impide relajarnos.
Así que es el momento de cortar. «Estamos hiperestimulados. Los problemas aparecen cuando nos dejamos arrastrar por todos esos estímulos digitales, por un uso descontrolado de las redes», resalta. La primera medida pasa por dejar el móvil de lado. «Vivimos tan atados al móvil que nos impide descansar, incluso en vacaciones». Por ese motivo aconsejan «silenciar las notificaciones o ponerlo en modo avión. Incluso salir a pasear, a la playa o a hacer cualquier actividad veraniega sin el móvil».
Facilitas de esa forma que nada entorpezca o te distraiga de lo que estás haciendo en ese momento y lo puedas disfrutar más. Una mala costumbre:«En lugar de estar centrados en el presente y disfrutar de las vistas o de una puesta de sol, nos dedicamos a hacer vídeos para poder enseñar a nuestros amigos y nos perdemos ese momento mágico».
Dar un descanso a tablets, ordenadores, videojuegos… «Elige actividades en las que hagas cosas con las manos: pintar, manualidades, coser… Y no hagas dos cosas a la vez: desayunar y ver el móvil o la tele, estar con auriculares mientras juegas con tus hijos, conectarnos al smartphone y ver una película, andar con el móvil…». Es también una etapa para «priorizar» las relaciones directas –no por WhatsApp–, que son de «más calidad».
No desconectar en verano enferma
Las consecuencias de no poner límite al estrés en verano son físicas. «No nos damos cuenta, pero muchos vivimos en condiciones de estrés casi continuo. De hecho, el estrés crónico es uno de los principales factores desencadenantes de enfermedades como el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares o algunas neurodegenerativas. Por ello, es tan importante el descanso para descargar el estrés», indica el biólogo e investigador Guillermo López. La necesidad es clara, pero este experto se pregunta: ¿de verdad descansamos en vacaciones o nos estresamos más cuando formamos parte de estampidas llenas de prisas, atascos, colas en los aeropuertos, o playas abarrotadas?». Da un consejo: «Disfrutar de unas vacaciones relajadas que nos alejen del estrés diario, que nos permitan bajar los niveles de hormonas del estrés –el cortisol– y aumentar las que producen placer y relajación –endorfinas, serotonina–. Y para ello no es necesario ir a destinos exóticos o a playas de ensueño, basta con dejar a un lado las presiones, descansar sin preocupaciones y disfrutar. Con eso ganamos mucho en salud y nuestras células lo agradecerán».