Interrumpimos al que habla, olvidamos cosas… ¿Y si es déficit de atención y no lo sabemos?
EL TDAH no es solo cosa de niños, hay adultos que conviven con este trastorno y nunca han sido diagnosticados
Seguro que en nuestro entorno hay personas de esas que tienen muchos despistes, que son incapaces de gestionar bien su tiempo, a las que les cuesta un mundo cumplir con sus citas y obligaciones, que tienen cambios de humor frecuentes y que a menudo parecen frustrados. O quizá nosotros mismos nos reconocemos en esta descripción. ¿Cómo catalogamos a la gente así? Pues les solemos tachar de desorganizados, de caóticos, de desastrosos… Es que a veces es de no creer. Lo que no solemos pensar es que tienen un trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) porque eso… ¿no es cosa de niños?
Pues no.Se calcula que este trastorno afecta a entre un 2% y un 5% de la población infantil en España –una media de uno o dos menores por aula–, pero también a un 4% de la población adulta. Lo peor es que la mayoría de ellos se han enterado ya de mayores. Y el no haber recibido apoyo y terapia en edades tempranas «dificulta mucho su día a día, el progreso académico y laboral y también sus relaciones sociales y de pareja», lamenta Paula Morales, profesora de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Además, cargan con un problema ‘extra’: tienen más riesgo de caer en el abuso o dependencia de sustancias, de sufrir accidentes debido a su mayor impulsividad e hiperactividad e incluso son más proclives a seguir una dieta menos saludable –lo que puede suponer una menor esperanza de vida–, según un estudio genético liderado por los institutos de investigación Vall d’Hebron y Pere Virgili. De ahí la importancia de que se diagnostique, aunque sea en la edad adulta, ya que, tal y como apunta Morales, si bien la hiperactividad tiende a disminuir con el paso de los años, «la desatención y la impulsividad persisten en adultos». De hecho, «en el 40% de los casos todos los síntomas se mantienen».
Técnicas de camuflaje
Desde hace unos años, los peques están muy ‘vigilados’ y este trastorno se diagnostica más, pero hace décadas ni siquiera se conocía ni se contemplaba, por lo que ahora mismo hay adultos que, sin saberlo, han llevado esta mochila toda la vida (algo que, seguramente, explica muchas cosas de su biografía). «Al no ser tan incapacitante como otros trastornos, como el autismo por ejemplo, puede haberse dado un fenómeno de camuflaje, que ocurre cuando alguien con TDAH aprende a adaptarse y desarrollar estrategias para manejar sus síntomas y así pasar desapercibido hasta que, por alguna razón, como un trabajo de alta demanda cognitiva o situaciones de estrés, se aprecian dificultades o se nota que el rendimiento no es el que debería… Así se acaba muchas veces con un diagnóstico de TDAH en la edad adulta», resume Julio Rodríguez, psicólogo y divulgador científico.
Es ese camuflaje el que complica mucho llegar al diagnóstico en adultos. Sus «trucos para sobrevivir», como explica Rodríguez, disimulan bastante bien el trastorno: dejar las llaves y la cartera siempre en el mismo sitio, llevar apuntadas las tareas que hay que hacer, seguir una agenda a rajatabla… Esto es, acaban generando hábitos para contrarrestar sus puntos débiles. «Pero, claro, para esto hay que tener un control cognitivo muy grande y eso requiere recursos. Cuando esos recursos no son suficientes o se agotan es cuando se manifiestan los síntomas del TDAH», matiza el psicólogo.
¿Y qué puede hacer que esas herramientas adquiridas durante décadas se desmoronen? En la mayoría de las ocasiones, el estrés, el detonante por excelencia de muchas anomalías mentales. Y que, en este caso, «puede hacer que muchos de los recursos de nuestro cerebro se agoten» y que el TDAH se muestre en todo su esplendor. Este ‘agotamiento’ que supone disimular el trastorno es frecuente. Por eso, cuando se detecta el TDAH en adultos y se ponen en tratamiento suelen empezar a ver la vida de otro color. «¡Se deben de sentir todopoderosos!», apunta Rodríguez.
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Invisible La afección, a menudo, pasa desapercibida para las personas de entre 18 y 44 años.
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Diferencias de género Los médicos identifican el trastorno más fácilmente en los hombres. Es porque las mujeres tienden a tener diferentes síntomas de trastorno y no siempre muestran los comportamientos típicos asociados a él, según desvela un estudio de 2020. Por ejemplo, la falta de atención es más frecuente en mujeres (que, por ello, presentan baja autoestima) y la hiperactividad e impulsividad, en hombres. Esto genera menos sospechas clínicas y un infradiagnóstico en el caso de las mujeres, que, además, son más hábiles disimulando los síntomas.
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Síntomas de trastorno en adultos Falta de atención, dificultad para concentrarse, hiperactividad o inquietud, impulsividad, carencia de inhibición o hacer algo sin pensar en las consecuencias a largo plazo, distracciones frecuentes, extraviar cosas, perder los estribos rápidamente, dificultades para seguir instrucciones, impaciencia (interrumpen al otro cuando habla), mala gestión del estrés, no cumplir plazos, dificultades para estar quietos mucho tiempo, según el Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU.
La cafeína, un remedio prometedor en adultos
Ante la polémica sobre el uso de ciertos medicamentos derivados, por ejemplo, del metilfenidato para tratar el TDAH, se han abierto investigaciones para buscar alternativas. Una de ellas, muy poco rebuscada pero, al parecer, eficaz: la cafeína. Suena raro, porque las personas que sufren este trastorno, en principio, lo que no necesitarían es elevar su estimulación ni su actividad, ¿no? Pues una revisión sistemática de estudios en animales publicada en la revista científica ‘Nutrients’ concluye que el consumo pautado de cafeína puede incrementar la atención y la capacidad de retención en adolescentes y adultos que padecen este trastorno. «Esta sustancia mejora esta clase de procedimientos cognitivos y aumenta la capacidad y flexibilidad de la atención espacial y selectiva, como en la memoria de trabajo y la memoria a corto plazo», explica Javier Vázquez, investigador del grupo Cognitive NeuroLab y uno de los autores principales de este trabajo. Además, el científico tranquiliza a quienes ‘temen’ al café asegurando que el tratamiento controlado de esta sustancia «no altera la presión arterial ni conlleva una subida o una bajada del peso corporal». No obstante, admite que no es la panacea para todo: aunque la cafeína viene bien para paliar los síntomas relacionados con la atención y la memoria, no está clara su efectividad para controlar otros dos rasgos típicos del TDAH: la hiperactividad y la impulsividad.