«LA MUJER RURAL» por Juan Santaella
«Ella está en las afueras de la Historia, ese invisible territorio del doble exilio de las mujeres humildes»
Antes de iniciar mi tema, quiero darle mi adiós emocionado al director de IDEAL, Eduardo Peralta, hombre afable y próximo, referente del periodismo, de talante abierto y defensor de la verdad, que deja una profunda huella en Granada, y gracias al cual yo escribo mi columna. Felicito, por otra parte, al nuevo director, Quico Chirino, que realizará brillantemente su función, por su empatía personal, y por ser un periodista agudo, profundo, veraz y honesto.
Para celebrar el día de la mujer trabajadora, quiero detenerme en la que más dificultades ha encontrado siempre: la campesina. Según Teresa María Ortega, catedrática de Historia Contemporánea de la UGR, y tres compañeras más, en su obra ‘Mujeres y agricultura’, durante el siglo XX, con situaciones políticas muy distintas (incluido el franquismo y la democracia), existen discursos similares que recluyen a las mujeres en el hogar, entendiendo que ese es su hábitat natural. La historia de la agricultura se ha escrito en términos masculinos, cuando ha sido protagonizada por mujeres.
Es más, durante el franquismo, se cultivó el «nacionalruralismo», como dice Teresa M. Ortega, donde las mujeres urbanas, «de costumbres modernas, irracionales e inmorales», se contraponían a las mujeres rurales, cuyo espíritu noble, y su «obediencia, discreción, decencia y devoción» eran símbolo de lo auténtico, de lo espiritual, de la tradición, de los valores esenciales de la España eterna. «El discurso de la soberanía del campesinado (sobre todo de la mujer rural), estuvo presente desde que se consumó el golpe de Estado contra la Segunda República».
Desde los años ochenta, la mejora de las explotaciones agrarias, gracias a la mecanización, fueron alejando a muchas mujeres de las tareas agrícolas; y éstas empezaron a realizar estudios universitarios y a emigrar a las ciudades. En 2007, solo el 15,5 % de las mujeres del medio rural se dedicaban a la agricultura; el 66,2%, al sector servicios. Las que se quedaron, desempeñaron, básicamente, las mismas tareas de siempre. Hoy, al hablar de despoblación, hemos de saber que la vuelta al campo no será posible si no se le otorga un rol distinto a las mujeres.
En la actualidad, las campesinas no han visto todavía cumplirse la igualdad de género, aunque llevamos 50 años de democracia: carecen de entidad propia; su trabajo sigue subordinado al del varón; su salario sigue siendo inferior; dependen económicamente del marido; su trabajo básico es el doméstico… Aunque su papel es estratégico en el ámbito rural, sin embargo, su papel de sumisión, entrega e invisibilidad es muy difícil de alterar. La costumbre y los estereotipos se imponen a la legislación democrática.
Termino con un recuerdo emocionado a mi madre, mujer rural, trabajadora tenaz, con múltiples actividades, administradora eficaz de una familia numerosa, honesta, íntegra, que nunca perdió la alegría… Olga Novo, Premio Nacional de Poesía 2020, en el relato, ‘Los ojos de mi madre’, ésta, labradora lucense, le dijo: «De mí no vas a poder contar nada, porque yo no tengo historia». Sin duda, si la Historia es la que narra los grandes acontecimientos contados por hombres vencedores, ni su madre ni la mía la tienen, porque ellas están «en las afueras de la Historia, ese invisible territorio del doble exilio de las mujeres de extracción humilde», pero sus historias son mucho más importantes.
FOTO: https://vivacatamayo.com/en-loja-se-resalta-el-trabajo-de-las-mujeres-rurales/
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