No, la escuela franquista no era mejor (aunque lo digan los encuestados)

Una mayoría de los españoles cree que la escuela de ahora es peor que en su época. Una gran parte apoya incrementar el presupuesto en enseñanza, y la mitad de los ciudadanos asegura que pagaría más impuestos para lograrlo, según una amplia encuesta presentada por la Fundación Cotec

Publicamos los resultados de una encuesta centrada en la valoración que hacen los españoles del sistema educativo. El sondeo incluía alguna conclusión positiva, como el hecho de que una gran mayoría, el 87,5%, defienda aumentar el presupuesto en educación —y casi la mitad, un 49%, asegure estar dispuesto a pagar más impuestos para hacerlo posible—. Pero contenía, en general, malas noticias. Una ajustada mayoría, un 52,1%, considera que la escuela de hoy es peor que la que de su época. Y un 55,2%, que el alumnado sale peor formado. Cuando se tomaban únicamente las respuestas de los entrevistados docentes o con trabajos vinculados con el mundo educativo, su opinión era un poco más optimista respecto a la primera de estas dos últimas preguntas (un 51% de ellos cree que la escuela es mejor que cuando estudiaban ellos), pero en la segunda era incluso más pesimista (un 56% cree que los estudiantes salen peor preparados).

‌Algunas de las lecturas que ofrecía la encuesta eran alarmantes, como que el 53,1% de las personas mayores de 65 años piense que la escuela de ahora es peor que la suya. Es cierto que se trata de la tercera franja de edad menos pesimista sobre la evolución de la enseñanza en España (los que mejor opinión tienen de la escuela actual son los más jóvenes, de 16 a 34 años), pero estamos hablando de ciudadanos que estudiaron la educación básica durante el franquismo, y ven con lo que podríamos llamar nostalgia aquel modelo educativo.

Los datos no confirman esa visión de que la escuela antigua era mejor que la nueva. El abandono escolar temprano era mucho más elevado y el nivel educativo que alcanzaban de promedio los jóvenes era mucho más bajo hace 20 años (no hablemos de hace 30 o 40) que ahora. Es posible que hoy haya en la escuela más alumnos que no quieren estudiar que hace algunas décadas —como también refleja la encuesta—, con los problemas que ello genera, pero eso era porque en aquella época una parte dejaba de estudiar a los 14 años (ahora es obligatorio hasta los 16), y los primeros cursos del antiguo BUP funcionaban como otro filtro en el que se quedaban otros muchos. Solo la mitad del alumnado conseguía en 1990 completar un nivel equivalente al que ahora supone obtener el título de la ESO. Ahora, en cambio, un 79,1% de los jóvenes tiene al menos la educación secundaria postobligatoria (bachillerato o grado medio de formación profesional). Es decir, el sistema antiguo estaba pensado para ir expulsando alumnado a medida que avanzaban en la escolarización, y puesto que el nivel socioeconómico y cultural de los hogares es lo que más determina el rendimiento escolar, los que más sufrían dicho modelo eran las clases populares.

‌La encuesta muestra, en todo caso, una mala opinión de los españoles hacia la educación. Y esa frustración se manifiesta muy especialmente en las franjas de población en edad de ser usuarias, a través de sus hijos e hijas, de la educación obligatoria (de seis a 16 años), y eso debe hacer reflexionar.

‌El origen de dicho malestar es, sin duda, variado. Es casi seguro que -como apunta la directora de educación de la Fundación Cotec, Ainara Zubillaga, la entidad que presentó la encuesta- influya el hecho de que la educación tiende a convertirse en España en un campo de batalla político, y que las opiniones estén marcadas por la gran polarización que ha alcanzado el país. Ninguna de las cuatro comunidades autónomas donde los optimistas sobre la evolución de la escuela son mayoría, Navarra, País Vasco, Cataluña y Canarias, están presididas por el PP. Pero también hay otros motivos que deberían tenerse en cuenta. La reforma en profundidad de la formación inicial del profesorado y su incorporación a los centros educativos sigue pendiente a pesar de que desde hace décadas se viene considerando regularmente un cambio crucial para el país. El modo poco razonable, en el sentido de no estar basado en un análisis previo y a fondo de qué resulta más conveniente para el alumnado, con el que se ha ido extendiendo un horario intensivo en la enseñanza pública, tanto en infantil y primaria como en secundaria. La falta de pruebas de evaluación diagnósticas del alumnado (que van a empezar a desplegarse este año en España con dos décadas de retraso respecto a otros países). La falta de evaluación de los propios programas de mejora educativa que se van poniendo en marcha…

IGNACIO ZAFRA

FOTO: Entrada a un colegio público en una imagen de archivo. / MÒNICA TORRES

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