Como señala nuestro más canónico diccionario, hacer un juramento implica conceptos éticos como afirmación o negación, fidelidad, sometimiento a normas o jerarquías.

La entrada “jurar”, según el DRAE

Para tan solemne situación, se solía invocar a Dios hasta muy recientemente, en que se da la alternativa de “prometer por el honor” de quien hace el juramento y la liturgia del acto quedaba sacralizada por el gesto de poner la mano sobre una Biblia que ahora puede ser una Constitución.

        Un juramento muy especial ha sido siempre el acto de la jura de bandera, que de nuevo el DRAE define como:

      «Jura de bandera.

  1. Col. Promesa civil de lealtad y servicio a la nación.»

        En esta ocasión, el juramento remite a los conceptos de lealtad y servicio, así como al peliagudo “Nación”.

        Y todo esto viene a que el pasado domingo, al llegar a la explanada del Palacio de Congresos, oí música militar. A mí me pasa como a Georges Brassens, que lo militar me dice muy poco y no me emociona le clairon qui sonne. Al ver muchas banderas nacionales, una formación militar que un momento después inició un breve desfile y un montón de gente arregladita como para ir de boda (Serrat, diría) pregunté a un agente de la Policía Nacional por la naturaleza del acto con la esperanza de que no fuera un cuartelazo. Se trataba –me dijo muy amablemente el policía- de la jura civil de bandera.

        Yo juré bandera por lo militar, es decir, si de verdad, de verdad de la buena, yo estaba dispuesto a derramar hasta la última gota de mi sangre para defender algo tan ambiguo como España. No me dieron opción a explicarme, porque yo ya entonces tenía muy claro que no estaba llamado al heroísmo que el Régimen había ido sembrando como ideología oficial, junto al orgullo de ser español y otras trampas que arrimaban el ascua ideológica a un régimen que ya por entonces me daba asco. Dice Muñoz Molina en su último artículo de la serie Visto y no visto: «Las guerras las organizan los grandes patriotas aliados con los fabricantes y los traficantes de armas. Siempre que los patriotas andan sueltos provocan grandes cantidades de muertos y de apátridas».

        Yo estoy muy orgulloso del paisaje en que he nacido, de parte de su Historia y de su cultura, de ciertos aspectos de nuestra manera de ser, pero podría estar igual de orgulloso de otras situaciones que he visto en otros países. Para mí, la patria es solo la tierra de mis padres que a fin de cuentas es el significado etimológico de la palabra, pero creo que si tuviera que irme a vivir a otro país, muy pronto me sentiría orgulloso de lo que viera positivo en mi nuevo asentamiento.

        Y si ya hablamos de símbolos, como la bandera o el himno nacionales, para mí son solo eso: símbolos. Y en caso de conflicto me iría tan lejos como pudiera, tentación que ya sentí cuando la marcha verde, que tuvo lugar solo unos meses después de licenciarme como artillero de segunda (mi escaso entusiasmo hizo que no llegara ni a cabo).

       El acto del domingo está muy bien para quien crea en su contenido, que no es mi caso. Una serie de civiles desean libremente jurar su españolidad. Respeto su decisión, pues cada uno es muy libre de aferrarse a los gestos que desee, pero tal vez esa ceremonia debería celebrarse sin la presencia del Ejército, que, a fin de cuentas, no es depositario de cometidos civiles. Podría hacerse en el Ayuntamiento o en la Subdelegación del Gobierno, dos escalones del poder civil recogido en nuestra senil Constitución.

        Había mucha gente, no sé si para jurar bandera o por ese carácter gregario de nuestra ciudad. Muchos iban con una chapa en la solapa y supongo que serían los que acababan de jurar su inequívoca resolución de ponerse al servicio de su país… Pero yo veo a unos y a otros jurar cargos por su honor, por Dios o por lo que haga falta y unos meses después nos están robando. Y veo a empresarios voraces que no pagan lo que deben a sus empleados y además se llevan a paraísos fiscales el dinero del país, empobreciéndonos a todos. Y veo campañas electorales pagadas con fondos corruptos y protegidas por la Fiscalía. Y veo una costumbre de no pagar el IVA y de defraudar, si es que pueden hacerlo. Y veo mil “tramas” delictivas en familias, reales o políticas, que me hacen sentir que nuestro país es cada día un poquito más miserable. Y veo tantas cosas que me acuerdo de algo que escribió Antonio Machado: «La Patria –decía Juan de Mairena- es en España un sentimiento esencialmente popular, del cual suelen jactarse los señoritos. En los trances más duros, los señoritos la invocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y no la mienta siquiera.»

        Tal vez, en lugar de ostentosas profesiones de patriotismo, nos bastaría con arrimar el hombro, pagar religiosamente nuestros impuestos, exigir honradez a nuestros políticos con independencia de que sean los que votamos o los contrarios, ser ciudadanos más honestos, dispuestos a perseguir el perjurio de quienes nos engañan.

Alberto Granados

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