«Elvira, la anti-Botella» Por Virginia Miranda
Elvira Fernández Balboa y Ana Botella son como la noche y el día. La mujer de Rajoy no quiere que la actividad pública de su marido interfiera en su vida personal; la de Aznar ha sabido aprovechar como nadie la de su esposo para entrar en política y convertirse en objeto de todas las miradas. Sin embargo, tanto Elvira como Sonsoles Espinosa, mujer de Rodríguez Zapatero, han despertado, muy a su pesar, la curiosidad de la prensa y sus lectores, ávidos de detalles sobre la vida de dos mujeres llamadas a poner punto y final al estilo de Ana Botella en el Palacio de la Moncloa
Gane quien gane las elecciones generales de 2004, la vida en el Palacio de La Moncloa ya no será lo mismo. Mariano Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero poco tendrán que ver en ello. Serán sus esposas, Elvira Fernández Balboa o Sonsoles Espinosa, las que den un vuelco a la imagen de la familia presidencial a la que nos tienen acostumbrados los Aznar-Botella. El carácter reservado de las dos mujeres, discretas, celosas de su vida privada y sin especial interés por la política, se encuentra en las antípodas del de Ana Botella, quien a lo largo de más de siete años de segunda dama ha ejercido su papel entre posados a la prensa, actos benéficos, portadas en el Hola y campañas electorales, para acabar entrando en política por la puerta grande de la mano de Alberto Ruiz-Gallardón.
Pero a Elvira Fernández Balboa y a Sonsoles Espinosa de poco les vale tanta discreción. Quieran o no, su vida despierta tanto o más interés mediático que la de sus maridos.
A Sonsoles ya le tocó su turno. Ahora es Elvira la que, inmediatamente después de saber del destino de Mariano Rajoy, ha puesto en guardia a la prensa para rastrear en su Pontevedra natal. Allí nació el 27 de abril de 1965, en el seno de una familia de clase media-alta. Su padre, Manuel Fernández Fernández, acababa de llegar de Venezuela, donde marchó a hacer fortuna, para trabajar con el hermano de su mujer, Elisardo Balboa Docampo, quien durante ocho años ha sido alcalde de Sanjenjo por el PP y que en aquel entonces montó una próspera empresa de suministros de materiales de construcción llamada Saneamientos Balboa. De ellos dicen que son conocidos comerciantes en la zona pero que han sabido mantener los pies en la tierra y “no han caído en la típica ostentación de los nuevos ricos”. También recuerdan que el padre de Viri, como llaman cariñosamente a la mujer de Rajoy, levantó la finca donde vive la familia junto a otros conocidos, entre ellos un jugador del Pontevedra recién llegado de la portería del Español llamado Celdrán, en la calle Michelena. Esta vía es una de las más comerciales de Pontevedra, situada entre la plaza de España y la plaza de la Peregrina, donde se encuentran el ayuntamiento y el santuario de la localidad. Allí todavía se puede ver a Elvira paseando con su madre, ya que, según comentan sus conocidos, la mujer de Rajoy no está dispuesta a renunciar a sus costumbres y a su relación con el entorno social de su ciudad por muy sucesor que sea su marido. La infancia y juventud de Elvira giraron en torno a la vida del barrio. En él estaban situados su colegio e instituto, que a pesar de la desahogada economía de los Fernández-Balboa, son centros públicos. Este último es el Valle-Inclán, y el primero se llama Ciudad Infantil Príncipe Felipe, un centro promovido por la Diputación de Pontevedra resultado de la modernización del antiguo hospicio, de modo que los alumnos que acudían a clase compartían aula con los niños huérfanos. Esto en cuanto a sus jornadas escolares. Cuando llegaban las vacaciones, Viri, junto a sus padres y sus dos hermanos, se escapaba a Casa do Crego, la finca que la familia posee en Campañó, una de las parroquias del entorno limítrofe de Pontevedra donde disponen de un viñedo y bodega propia y donde acudían en época de vendimia.
Elvira salió de Pontevedra para estudiar Económicas en la Universidad de Santiago de Compostela. La carrera se la tomó con calma. De hecho, empezó a trabajar antes de finalizar sus estudios. Primero en una pequeña empresa de la provincia de Pontevedra y después en Antena 3, donde José Manuel Lorenzo, entonces director general de la cadena de televisión privada y amigo de Mariano Rajoy, la contrató como becaria en el departamento económico-financiero, desde donde ascendió hasta el departamento de Control Presupuestario de la cadena de televisión privada. Elvira ya era novia del sucesor de Aznar, por aquel entonces presidente de la Diputación de Pontevedra. Le había conocido en un bar de copas de Sanjenjo (Pontevedra) llamado La Luna. La escena fue una de esas tantas veces repetida en las noches desinhibidas, donde la banda sonora la pone la música de moda y el local a media luz: un grupo de chicos (formado por Rajoy, su hermano abogado y José Manuel Lorenzo) se fija en un corrillo de chicas. Uno de ellos (Rajoy) presta especial atención a una de las féminas (Elvira). Ellos se acercan, ellas aceptan el envite. El interesado inicia el acercamiento. Su objetivo se da por aludido. Intercambio de teléfonos y el resto, es historia. Eso sí, el noviazgo de tres años fue tan discreto que sólo los más íntimos sabían de él. Incluso, dicen que a la familia de Rajoy no le gustaba la novia del chico. “Había cierto fondo de clasismo. No hay que olvidar que el padre de Rajoy, que fue presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra, tiene mucho peso en la provincia. Ahí se vio una situación de alta clase funcionarial contra la pequeña burguesía. De hecho, hubo en la familia de Elvira quien se creyó lo de la boda el día de la petición de mano”.
Y ese día llegó. Y también el de la boda. Fue el 28 de diciembre de 1996. El enlace tuvo lugar en la capilla de Las Conchas, situada en la isla pontevedresa de La Toja. Rajoy recuerda aquel día como “el problema más importante que he tenido desde que soy ministro. Quise evitar todo tipo de comentarios, averiguaciones, disquisiciones y preguntas, pero no lo conseguí. Había más de 100 periodistas a la puerta de la iglesia, y eso es muy fuerte. Yo prefiero celebrar los acontecimientos privados de otra manera”. A lo mejor no era la manera más diplomática de manifestar la incomodidad que para dos personas reservadas como Rajoy y su mujer supuso la expectación suscitada por su boda, pero lo cierto es que describe, precisamente, la forma de ser de dos personas para las que su vida privada es uno de sus más preciados tesoros. Y no es que en la vida de Elvira haya nada que ocultar. Quienes la conocen dicen que es una mujer tímida “aunque con la capacidad de sorprender con decisiones inesperadas. Es comedida pero cae bien allá donde va. Es inteligente, discreta, se distingue por sus buenas formas y se relaciona con facilidad con sus vecinos de Pontevedra”. En cuanto a pequeños detalles personales, las mismas fuentes dicen que Elvira es clásica en el vestir y que tiene mano con la costura, “incluso se arregla su propia ropa”, y que cuando vuelve a la casa familiar, se arregla la melena, castaña y fina, en la peluquería Manolo, una de las más tradicionales de la ciudad gallega.
La misma impronta de sencillez y discreción que en Pontevedra conservan de la mujer del candidato del PP a la presidencia del Gobierno la tienen sus compañeros de trabajo, primero en Antena 3 (donde, por cierto, también ha trabajado la mujer de José María Michavila como becaria del programa infantil Megatrix) y ahora en Admira, donde hasta el momento desempeña el cargo de asesora técnica de la Dirección. “Ha conseguido pasar desapercibida. De hecho, después de varios años supimos que en la empresa trabajaba la mujer de Rajoy pero tardamos en identificarla y llegamos a confundirla con otra chica. No tiene ningún protagonismo, es un empleado más, va a lo suyo y es muy profesional. Lo de ser la mujer de un ministro llegó a ser una anécdota”, dicen los compañeros de una de las empresas, mientras que en la otra la describen como “una trabajadora eficaz y tenaz. Es una más de la plantilla”.
Los allegados a Elvira Fernández Balboa también la describen como una mujer familiar que disfruta intensamente del día que su marido le reserva en exclusiva cada semana (dicen que esta fue una de sus condiciones para aceptar su matrimonio con el ahora sucesor). También disfruta de la compañía y el afecto de su hijo Mariano de cuatro años. Tras sufrir un primer aborto, la pareja recurrió a la fertilización in vitro en la clínica barcelonesa Dexeus, donde nació el niño el 19 de julio de 1999. En una entrevista concedida por Rajoy las pasadas navidades a la revista Hola, fue el aspirante a La Moncloa quien explicaba que su hijo “nació en Barcelona por problemas médicos, concretamente en la clínica Santiago Dexeus, a la que estamos muy agradecidos”. Y como el niño nació en la ciudad catalana, el directivo del F.C. Barcelona y amigo de Rajoy, Ramón Fusté, tuvo la ocurrencia de visitar a la recién alumbrada y al niño con un ramo de flores y un carné del Barça para hacer socio al bebé. Así, debió pensar, la nómina de futboleros en la familia ya estaba al completo. Porque aunque Elvira no sea tan forofa como su marido, disfruta viendo los partidos de fútbol en casa.
Lo que no parece despertar tanto interés en Elvira es la religión. De hecho, este es un rasgo personal de la mujer de Rajoy que la diferencia aún más si cabe de su posible antecesora, Ana Botella. Personas cercanas a la posible próxima inquilina de La Moncloa dicen que “aunque es católica, no es demasiado practicante. Asiste a la Iglesia alguna vez pero no es ninguna mojigata”. Nada que ver con el catolicismo ferviente de la mujer de Aznar, firme defensora de los valores tradicionales y asidua a la misa dominical.
Visto lo visto, no queda lugar a dudas de que el estilo Botella quedará desterrado de la residencia presidencial en marzo de 2004. Porque el estilo Botella no casa ni con la discreción ni con la timidez, porque requiere ser extravertida ante las cámaras y porque significa estar en boca de todos. Porque el estilo Botella, qué duda cabe, sólo lo tiene Ana Botella. Lo ha demostrado en innumerables ocasiones y no parece que, por el sólo hecho de dejar de ser ‘segunda dama’, vaya a renunciar a él. Su ascenso a la primera línea de la política de la mano del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, mantiene asegurado su protagonismo mediático. Desde que fuera nombrada concejala de Empleo y Servicio al Ciudadano ha dejado de necesitar del cargo de su marido para empezar a brillar con luz propia. Y lo ha hecho como más le gusta; situando su nombre al lado de cuantos proyectos sociales está anunciando el Consistorio madrileño. La concejala ha sido la encargada de anunciar que 45.000 hogares de la ciudad contarán con servicio de teleasistencia para mayores, que el Samur Social funcionará las 24 horas del día, que el Ayuntamiento ha creado una unidad de atención a las víctimas de malos tratos, que se van a construir nuevos centros de día con plazas para los enfermos de Alzheimer o que su concejalía va a conceder microcréditos contra la exclusión social. Ante semejante estreno, su presencia en actos benéficos y sus cargos como presidenta de varias fundaciones de carácter social son pecata minuta.
Lo que ya no podrá, sin embargo, es codearse como hasta ahora con lo más granado de la política nacional e internacional. Y es una lástima, porque la verdad es que no se le daba nada mal. De hecho, en ocasiones parece como si ella misma fuera la presidenta en funciones. O la ‘primera dama’, no les digo más. Eso debió pensar Laura Bush, verdadera ‘primera dama’ de Estados Unidos, cuando fue Ana Botella y no la reina Sofía la que la acompañó durante un breve recorrido por el Museo del Prado y la Biblioteca Nacional durante el transcurso de una visita oficial de su marido, el presidente norteamericano Gerge Bush, a España. En Atenas, en 1999, ocurrió otro tanto de lo mismo. Ana Botella acudió a la capital griega para inaugurar la exposición Pablo Picasso-Estudios para el Guernica, una colección permanente del Centro Nacional de Arte Reina Sofía cedido temporalmente por el Ministerio de Cultura al Museo de Arte Cicládico de la ciudad. El Reina Sofía dijo entonces que la mujer del presidente “fue enviada por el Gobierno”. De hecho, estuvo acompañada por el entonces secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés. En esta ocasión no se entendió que fuera de visita oficial en representación del Ejecutivo sin tener cargo político alguno y que se alzara con un protagonismo que sin duda habría sido del agrado de la reina. A lo mejor la explicación es que la personalidad arrolladora de Ana Botella todo lo puede. Incluso para sentar precedentes que ni a Pilar Ibáñez, ni a Amparo Illana ni a Carmen Romero, esposas de Leopoldo Calvo Sotelo, Adolfo Suárez y Felipe González respectivamente, se les ocurrió plantear. Este es el caso de los habituales despachos que el Rey mantiene desde la transición con los presidentes de Gobierno en su residencia de verano en Marivet (Mallorca). Hasta que llegara Aznar a La Moncloa, nunca se había visto una fotografía del monarca y el jefe del Ejecutivo con sus respectivas esposas. Fue ganar su marido las elecciones en 1996, y la concejala Botella no se ha perdido ni una de esas jornadas veraniegas.
Resulta difícil imaginar que Elvira Fernández Balboa siga los pasos de Ana Botella. Es probable que no pose ante el palacio de los reyes en Mallorca, y que decline amablemente el ofrecimiento de presentar el libro de alguna amiga o de abrir las puertas de su casa para enseñar lo resultona que ha quedado la reforma del palacio presidencial. Con Sonsoles Espinosa se puede llegar, sin temor a equivocarse, a la misma conclusión. Si el vencedor de las elecciones generales de 2004 es José Luis Rodríguez Zapatero, la natural discreción de su mujer y su escaso interés por la política también la sitúan en un plano diametralmente opuesto al de su antecesora. Sea Elvira o Sonsoles la futura segunda dama, podemos concluir que la era Botella llegará a su punto y final el próximo mes de marzo.
publicado el 15/09/2003 en : http://www.elsiglodeuropa.es/siglo/historico/temport2003/569%20portada.htm
Sonsoles, otra discreta
Si hay algo que Sonsoles tiene claro es que la vida pública de su marido no va a interferir en su vida privada. Y aunque parezca difícil lo está consiguiendo, a pesar de la molesta costumbre de algunos periodistas de husmear de vez en cuando en sus asuntos domésticos. Por eso se niega a conceder entrevistas, porque como ella dice, a nadie le preocupaba su vida antes de que su marido fuese nombrado secretario general del PSOE y, como ella sigue siendo la misma, ahora no tiene por qué despertar interés.
Sonsoles Espinosa, la otra mujer con posibilidades de suceder a Ana Botella como segunda dama, es una mujer sencilla, tímida, simpática y amable. Conoció a Zapatero a principios de los 80, cuando él estudiaba Derecho en la Universidad de León y ella empezaba a destacar con su voz de soprano. Con el coro de la Universidad de León viajó por toda Europa, representando a España en certámenes internacionales. Mientras esto ocurría, en 1990 se casó con el ahora líder socialista, con el que tiene dos hijas pequeñas, Laura y Alba. Sonsoles no llegó a dejar del todo el coro cuando empezó a impartir clases de música. Y en esas estaba cuando, tras el 35 Congreso socialista, tuvo que hacer las maletas y poner en venta su casa en León para irse a vivir a Madrid. Lo hizo con cierto disgusto. Tenía que sacrificar su vida tranquila y su trabajo para seguir a su marido en su ascensión política. Pero no estaba dispuesta a permanecer en casa de brazos cruzados. Por eso se la ha visto cantando en el Teatro Real, porque es una mujer independiente que necesita su espacio privado y mantener ciertas costumbres para no dejarse arrastrar por la vorágine de la vida pública de su marido y todo lo que ello significa: los actos del partido, los focos de las cámaras, los comentarios de la prensa… Parece difícil que de llegar a vivir en la residencia del presidente del Gobierno pueda seguir escapando de los objetivos y los actos oficiales, pero su intimidad es coto privado y no parece que el resultado de unas elecciones vayan a levantar la veda.