EN EL AIRE  por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE  del domingo 26-06-2016

Resulta endemoniadamente difícil ser columnista y tocarle a uno escribir su artículo semanal en la víspera del día de las elecciones, pero roza lo imposible cuando debe aparecer en el medio escrito el mismísimo día de la votación, solo a cuyo final se conocerán los resultados provisionales de la misma. Que ¿por qué? Pues muy fácil, porque se ve uno obligado a desempeñar el trabajo que tiene encomendado en un tiempo irreal en el que, o se dedica a hablar exclusivamente de las musa-arañas o del partido del lunes 27 de la recién derrotada Selección Española de fútbol, cuando puede hacerlo, cómo no, pero el que lo haga significa una elección claramente significativa; o por el contrario decide escribir sobre los comicios, en este caso, Generales, y hacerlo en términos de apoyo o crítica a su celebración o de apoyo o crítica a una u otra candidatura o a varias de ellas, por lo que uno se descubre y/o transparenta antes de que se destape el pastel y se conozca el veredicto inapelable de las urnas y se le ve a uno el trasero, la popa o la junta de culatas, cuando ya no hay posibilidad ni tiempo para rectificar o para ocultar el todo o la parte de la elección propia. Supongo que se me entiende.

Un poner, si a uno se le ha ocurrido decir que la votación va a ser inútil porque su resultado será el mismo que el del pasado 20 de diciembre e iguales las posiciones y actitudes posteriores de todas las formaciones políticas en litigio, uno queda ante la gente lectora como un gurú muy pesimista y negativo, un adivino aguafiestas capaz de anticipar la ruina económica y política de la patria que anticipa la necesidad de remover, por inútiles, las reglas del juego democrático vigentes.

Y otro [poner] es que, si a uno se le ha ocurrido anticipar el desatasco del nudo gordiano actual merced a la victoria holgada de uno u otro partido, en solitario o en coalición con otra u otras fuerzas auxiliares que participarían de la gobernanza, también puede uno quedar por adivino y señalarse por el interés partidario y partidista que lo inflama, lo que lo inhabilitaría para escribir artículos imparciales de opinión. Y otrosí pongo que el mismo plumero se le vería a uno si acertara (o errara) en señalar a la coalición vencedora en caso de que la hubiera.

Total, un desastre…cillo valiente, como premio a la valentía de jugársela pronosticando y averiguando el resultado de la suma de los dados cuando ambos se encuentran aún en el aire, como ahora andan los Comicios Generales del 26 de junio en España. Ahora es desde el martes 22 al domingo 26, el tiempo que ha durado desde la gestación hasta el envío y la publicación de esta columna en la prensa digital de Andalucía. El tiempo en que mis tesis y opiniones sobre los resultados de estas Elecciones han estado flotando en la nube virtual ha sido demasiado largo e incierto y, por tanto, angustioso, para lo que estoy acostumbrado a soportar.

Pero menos mal que el destino ha venido en mi auxilio y ya el martes por la tarde se ha destapado el pastel del ministro del Interior en funciones (memos mal) don Jorge Fernández Díaz, quien, como el santo mata-dragones y patrón de su tierra catalana, ha tenido que enorgullecerse de ser sorprendido en un renuncio manipulador de su función supuestamente neutral y vigilante del comportamiento de sus conciudadanos, sobre todo si son los enemigos independentistas, porque esa es su tarea principal y de ella estaba enterado de Presidente en funciones, aunque ahora lo niegue, como cuando Bárcenas, y lo mire con cara de cordero bizco degollado y le diga por lo bajini: Jorge, sé fuerte. Y eso, que no hay quien le haga bajar del burro y reconocer su culpa y actuar en consecuencia. No; los culpables son los otros, quienes grabaron su conversación inductora de delito con el magistrado y comisionado anti fraude por parte de las Corts Catalanas, poniendo a Rajoy como testigo sabedor y aval de toda la operación, para que luego vaya el gallego, titubee y arrastre las eses negándolo todo tres veces, como Pedro nos enseñó cobardemente en el Evangelio, cuando cantó la gallina no por tercera sino por primera vez y, si me apuran, antes de que osara cantarla.

No somos nadie, Mariano. Ni con agua hirviendo lo remueven a usted de su poltrona, coño. Tal parece que la tenga escriturada a su nombre in aeternum y per saecula saeculorum. Amén. Y es previsible, pero déjeme disfrutar dudándolo mientras usted bizquea y vuela la moneda en el aire.

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