Carl Sagan, el reconocido divulgador, lo definió como nadie: “Estamos rodeados de ciencia y tecnología, pero nadie sabe nada sobre ciencia y tecnología”. La vida digital, las consecuencias de conocer qué hay dentro de nuestro genoma, la inteligencia artificial, el big data, los coches autoconducidos y hasta WhatsApp; las innovaciones científicas y tecnológicas nos admiran, nos rodean y nos hacen la vida mejor, aun cuando nos neguemos a comprenderlas. Solo el 14% de los ciudadanos españoles asegura estar interesado por la ciencia y la tecnología, frente al 25% que no lo está, según datos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. Y este clásico desinterés ciudadano, que podría ser simplemente un error, se ha trasladado a la esfera política, y ha convertido ese error en un desastre.
Desde 2010 hasta 2014, el descenso acumulado en los presupuestos ha sido del 10%
La ciencia, la tecnología y la innovación constituyen el factor productivo primordial de las grandes economías mundiales, y su fuente principal de riqueza. Estados Unidos, Suecia, Finlandia, Japón o Corea del Sur no invierten en I+D+i porque sean ricos, son ricos porque invierten en I+D+i.
Estados Unidos gasta más de un 2,8% de su PIB en ciencia y tecnología y, según asegura su Gobierno, ese esfuerzo es responsable de más de la mitad del desarrollo económico e industrial del país desde la II Guerra Mundial.
La inyección de dinero en ciencia y tecnología es constante, y se ha ido manteniendo incluso en los peores años de la crisis. “La ciencia y la tecnología han conseguido que Estados Unidos sea el mejor país sobre la Tierra”, ha dicho su presidente, Barack Obama.
La inversión española, mientras, da tumbos según sople el viento económico: entre el año 2002 y el 2008 se realizó un considerable esfuerzo por ponernos a la altura del resto de los socios de la UE, pero desde 2010 hasta 2014, el descenso acumulado en los presupuestos ha sido del 10%, según datos del último informe Cotec.
Esa caída es muy dolorosa para los científicos españoles, obligados a buscar fondos europeos para sus proyectos o a emigrar. Pero es solo el principio: “Están por ver los efectos del recorte del gasto público sobre los resultados de la actividad investigadora, debido al desfase temporal propio de los procesos de investigación”, ha advertido la OCDE al Gobierno español.
Las empresas y cuidadanos españoles son, sin embargo, pioneros en la adopción de los resultados de la innovación y la tecnología. Las empresas españolas están por encima de la media mundial en su digitalización, según un reciente informe de PwC, y España es el país europeo con mayor adopción de aplicaciones de redes sociales y mensajería electrónica entre sus ciudadanos. Es, sin embargo, innovación y tecnología que producen otros.
“Ser pro-ciencia es la única manera de asegurarse de que Estados Unidos siga liderando el mundo”, ha dicho Obama. Durante su primer y único debate televisado, ninguno de los cuatro principales candidatos a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones españolas fue preguntado por su política de inversión en ciencia e innovación, ni creyó conveniente ni relevante explicar las consecuencias para los ciudadanos de vivir en un país de espaldas a la ciencia. Pero las hay: según un informe del Círculo Cívico de Opinión, si España hubiera invertido anualmente en I+D el mismo porcentaje que el resto de países de la OCDE desde 1970, en el año 2005, habríamos sido, por cabeza, un 20% más ricos.