«POBRE DE MÍ» por Juan Alfredo Bellón
POBRE DE MÍ por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 17-07-2016
Eso y mucho más: pobres de nosotros si no logramos ponernos de acuerdo sobre el futuro inmediato de nuestra situación sociopolítica y pobres también si no resolvemos nuestras contradicciones civilizatorias internas y externas. Luego, vendrán los fascistas y escribirán de nuevo la historia: tuvieron que sublevarse por el bien de España, moribunda en manos de los politicastros y de sus intereses bastardos. Solo nos hace falta otro protomártir aunque no se llame Calvo Sotelo que, si no se encuentra, ya nos lo inventaremos, le pondremos el halo lumínico y buscaremos otra legión de diablos, con un rabo y dos cuernos por barba, los ojos inyectados en sangre y la lengua azul de azufre, echando espuma por las comisuras labiales como Moreno Bonilla y pronunciando las eses muy fricativas (arrastradas y renqueantes como Rajoy) entonando el kyrieleison y el pange linguam con acento romano jesuítico, aunque sea pasado por el barrio de la Boca, como el del papa Francisco.
Pobres de nosotros que no vamos a tener a quien agarrarnos ni encomendarnos ni de quien salir corriendo en espera de corrección ni sometimiento. Ya se acabó la fiesta de san Fermín y no quedan hasta el año que viene ni una mala moza a la que forzar la voluntad y que aparezca en la prensa nacional para que la policía detenga a los violadores y los jueces los pongan en libertad bajo fianza tras decretar secreto del sumario.
Y otro sí digo, paupérrimos de nosotros, que hasta dentro de otro año nadie nos va a tratar de contentar anunciándonos que ya han llegado a un acuerdo los propietarios de los terrenos de Pulianas donde se construirá nuestro Ikea para levantar las naves en cuyos comedores se servirán albóndigas vikingas semipodridas y galletas de genjibre con propiedades supuestamente vigorizantes; que se mejorarán sustancialmente las condiciones y la capacidad del aeropuerto Federico García Lorca y que el Ministerio de Fomento se avendrá a construir rápidamente las vías necesarias para el ingreso reglamentario y soterrado del AVE en Granada. Pobre de mí, digo, y ultra paupérrimos de nosotros que ya se nos han cerrado las ventanillas del pedir y allí se nos han quedado atrancadas nuestras reivindicaciones pendientes.
Ay de Granada,
Granada mía,
ya no podrás salvarte
más en tu vida.
Y me da pena
vivir lejos de tu Vega
y el sitio donde reposa
la tumba de mi morena.
como cantó, aproximadamente, el tenor peruano Juan Diego, la otra noche, en el alhambreño palacio de Carlos V. Estas quejas melancólicas del pobre de mí y del ay de mí y de Granada resumen con claridad el llanto de impotencia en el que nos debatimos aquí desde siempre mientras se nos caen poco a poco los palos del sombrajo y los galones que un día poblaron nuestra pechera. Primero fue Granada frente a Sevilla y luego, frente a Málaga y Granada la bella frente al resto del mundo mundial, decadencia imparable de la que nos culpamos masoquistamente a nosotros mismos. Esto, desde luego, no hay quien lo arregle y va de mal en peor. Y esta teoría del declive incesante se produce ad infinitum e inevitablemente frente a lo que ocurre con nuestros ad láteres en el seno, sobre todo, del territorio andaluz. ¿Cómo podemos, entonces, quejarnos de lo que nos pasa? ¿A qué tanto lamento como consecuencia de una decadencia anunciada?
Y esto sería inevitable si no contrastara con los infinitos valores y las innumerables bellezas que jalonan esta tierra insuperable cuya atracción hace abrir la boca de admiración a nuestros visitantes y querer vivir entre nosotros a cualquier precio a quienes nos conocen ¿Cómo explicar la fuerza invencible de ese imán y lo inevitable de esa decadencia si no es por lo atractivo de la melancolía? ¿Y cómo conseguir superar ese círculo vicioso? ¿Acaso es una experiencia exclusiva de las vivencias de los granadinos o es algo extensible al sentimiento de lo local de otras zonas de Andalucía y de lo andaluz que experimentamos como nuestro los andaluces todos? ¿Puede extenderse esta contradicción al modo como sentimos y vivimos lo español el conjunto de los españoles y el de cada uno de los pueblos que forman España?
Siempre tuve para mí que no hay más forma de sentirse español que la de hacerlo como perteneciente a un territorio y a un pueblo de las comunidades que integran España. Eso mismo vale para el sentimiento andaluz de los andaluces y de los granadinos. Y hacerlo todos por igual, todos y todas a una, con la solidaridad que el caso exige, con nuestras fuerzas y nuestras alegrías; con nuestros lastres, nuestras pobrezas y nuestras riquezas. Solo así lograremos levantar cabeza y ayudar a que la levanten nuestros paisanos y amigos, nuestros vecinos cooperativos, nuestros aliados y compañeros y conseguiremos querer lo propio sin menoscabo de lo de los demás; propio y ajeno, nuestro y de todos; constantemente acabado y continuamente en construcción; uno y plural, singular y vario.
Esa es la óptica desde la que me gusta ver, amar y mirar lo singular y plural de mi tierra y de sus gentes entre las que me incluyo como europeo y universal y me defino como cosmopolita, por no determinar límites y fronteras provisionales que ojalá pronto se amplíen gracias a la tecnología, a la ciencia y a la evolución y confluencia de nuestros procesos históricos.
Pobre y rico de mí, que siempre podré y podremos participar en las fiestas de nuestra tierra y disfrutarlas sin tener que recurrir a la violencia de género ni a la de número, ni a la de contra los animales, dentro de muchos años, cuando hayamos logrado divertirnos como el hermano Francisco de Asís, hasta encontrar el disfrute y el alimento sin aplicar la ley de la selva a la de la flora y la fauna que nos rodea y cuyo vértice de la pirámide alimentaria ocupamos.
Habrá que inventar y reinventar el futuro y pensarlo y construirlo entre todos, base y culmen de la pirámide; pobres y ricos de nosotros. Pobre de mí… sobre todo por pertenecer a un género humano en el que se tratan de resolver las cosas como en Niza, a camionazo limpio, y luego nos lo comenta en la Sexta un tal Jorge Vestringe en nombre de la izquierda podemita, como si no nos conociéramos y no pudiéramos decirle: Jorgito, no somos nadie.
Pobre de mí, pobres de nosotros.