24 noviembre 2024

La publicación de titulares casi idénticos contra Pedro Sánchez muestra el deterioro de la pluralidad tras el desembarco de los bancos en los consejos

Decía Albert Camus que un país suele valer lo que vale su prensa. Por suerte para él, que tanto amaba España, no pudo ver la evolución de nuestros medios y talentos periodísticos. De la República de Pla, Ortega, Colombine, Camba, Gómez de la Serna y Chaves Nogales hemos pasado en menos de 100 años al reino de Inda, Marhuenda, Losantos, Buruaga, San Sebastián, Los Manolos, Ferreras y Pastor.

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Como los dramas completos no existen, salvo en Grecia, todavía quedan periodistas, firmas y rostros –incluso en televisión– capaces de contar las cosas con libertad, claridad y valentía, y de tomar la distancia necesaria para que el poder, los diferentes poderes, no contaminen sus informaciones y análisis.

En todo caso, la degradación del periodismo ético en esta época de capitalismo sádico, impunidad de los corruptos y control tecnológico más que orwelliano no es un fenómeno únicamente español.

En Estados Unidos, América Latina y Europa sobran los ejemplos de medios corrompidos, entregados a la generación de contenidos propagandísticos, inanes y amarillos en todos los soportes; medios sumisos a los millonarios, los bancos y los fondos buitre que han metido sus garras en los consejos de administración; cómplices del cártel formado por las grandes corporaciones, los grandes partidos, las grandes agencias de publicidad y los auditores de pinchazos y humo.

El papel de estos medios concertados –omitiremos hoy la situación de los públicos porque ésa sí es una tragedia griega— consiste en líneas generales en defender el sistema de poder vigente, es decir, el búnker neoliberal.

En España, la concentración de la información en cada vez menos manos es especialmente peligrosa para la libertad de prensa, según han alertado diferentes estudios recientes. Los grandes medios de (ex)referencia, apiñados en los cuatro o cinco grupos del oligopolio –PRISA, Unidad Editorial, Planeta, Vocento, Joly…– llevan algunos años unánimemente dedicados a la tarea de hacer política, o mejor de bloquear cualquier atisbo de cambio político real.

Para ser un poco más concretos, lo que estos medios y sus acreedores –el sistema se basa en una gran deuda, como todo lo demás– han configurado desde el 15M es una nueva Prensa del Movimiento, que también podríamos llamar el sindicato vertical de editores del Régimen del 78.

Y su tarea principal ha estribado, 1) en construir el cordón sanitario llamado a frenar la llegada de Podemos y sus confluencias a las instituciones democráticas, y 2) en asumir su fracaso bombardeando cualquier decisión o acción política tomada por los «populistas radicales».

Da mucha pena decirlo, pero es lo que hay: los medios con los que nos educamos desde la Transición muchos de los que hoy somos mayores de 40 años han olvidado que el deber de la prensa es controlar a todos los poderes, empezando por el poder financiero, y pensar en el interés general. Y así han acabado convertidos en escudo y metáfora del fango que inunda al sistema bipartidista imperfecto.

Endeudados hasta las cejas y cada vez más alejados de la realidad, muchos de estos medios han otorgado el timón a los periodistas más mediocres y cobardes de sus plantillas, después de desembarazarse de los más incómodos aplicando una reforma laboral bananera. Y hoy aparentan mantener un poder que ya no tienen buscando pinchazos como sea, manipulando noticias y encuestas, emitiendo vídeos de gatitos y masacres, dictando titulares a los reporteros, intoxicando y asustando a las viejas con editoriales indignos de ese género, ocultando en sus portadas informaciones relevantes cuando son incómodas para sus dueños, excluyendo del debate a las firmas más críticas con el sistema, y/o dando voz a prosistas de sonajero y cascabel carentes de conciencia ética y social.

Pero no hay mal que cien años dure, y por suerte existe Internet. La buena noticia es que todavía quedan, en El Tercer Puente y más allá, muchas periodistas, sociólogas, filósofas, activistas, politólogas y escritoras dispuestas a resistir y a enfrentarse a este búnker neofranquista, amasado gracias a una publicidad institucional regada según criterios de amiguismo clientelar, que ha sido afinada en los últimos tiempos con un reparto del pastel publicitario privado que incluye prácticas tan ejemplares como el hachazo a los amigos del IBEX, la venta a granel de contenido patrocinado (visible y oculto) y la publicación 24/7 de un aluvión de piezas ridículas y títulos ‘catchy’.

Sin duda, el tardofranquismo se nos está haciendo eterno. Pero el regreso al búnker no puede durar mucho. Como les pasa al PP, al PSOE y a otros compañeros de viaje, muy poca gente menor de 40 años lee y apoya ya a esos medios y periodistas, resabiados y viejunos, que intentan frenar con tiritas y embustes la hemorragia de votantes y lectores.

Su poder, que puede parecer muy aparatoso sobre todo en el panorama local, es en realidad una farsa, porque ya no se basa en la seducción, la empatía, la calidad y la inteligencia, sino en la marca, la insistencia, el click, el ruido, el sobrecogimiento, el miedo (al terrorismo, a lo nuevo, al otro).

El modelo de negocio de la antigua prensa de referencia se apoya además en pilares suicidas: endeudamiento impagable, salarios de oro a unos directivos incapaces, explotación de los nativos digitales, intercambio de favores y prebendas con políticos, constructores y banqueros, saqueo de lo público.

Pero, en el camino, nuestras entrañables cabeceras –esas que hoy titulan de manera idéntica contra Pedro Sánchez– se han olvidado por completo del deseo, los problemas y las necesidades del público lector, sobre todo del joven.

¿Se imaginan que una mercería decidiera dejar de vender botones y se pusiera a despachar hamburguesas patrocinadas por un banco?

¿Se imaginan que una mercería decidiera dejar de vender botones y se pusiera a despachar hamburguesas patrocinadas por un banco?

Pues eso han hecho nuestros periódicos con el periodismo.

Larga vida a los geniales editores del Periodismo Único Setentayochista, pues.

Mucha suerte en los juzgados a Inda y demás presuntos.

Y viva la prensa pobre pero libre, Albert Camus, Chaves Nogales, El Tercer Puente y La voz del sur, por ofrecer un poco de decencia entre tanta basura y por ayudarnos a seguir creyendo que el periodismo sigue siendo, pese a la que está cayendo, el mejor oficio del mundo.

¡Salud y libertad!

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Este artículo se publicó el 14 de agosto de 2016 en El tercer puente, revista amiga de CTXT. El autor ha incorporado algunas modificaciones para adaptarlo a la actualidad.

Miguel Mora