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¿Coincidencia o relación de causa y efecto? El lunes trascendió la noticia de que una bandada de buitres había devorado veintitrés corderos segureños -diez adultas y trece recién paridos- en el paraje ‘La Losa’ en el término municipal de Orce. Ayer se conoció que un ejemplar de esta especie penetró en un criadero equino situado a diez kilómetros de la capital, en la cara norte de Sierra Elvira (Atarfe), y mató a tres potros recién nacidos.

Otra escena dantesca. «Les arrancó los ojos y se comió el cerebro; el resto del cuerpo lo dejó intacto», relataba este martes el ganadero Fernando Sanz-Pastor que, al igual que el pastor de Orce, aseguraba que nunca había visto una escena igual. «Fue hace dos semanas -relata- y desde entonces no paramos de vigilar porque lo hemos avistado tres o cuatro veces y porque estamos seguros de que antes o después volverá», comenta Sanz-Pastor, quien advierte de la dificultad que supone controlar un recinto de trescientas hectáreas dedicado, entre otras actividades, a la cría de caballos -la ganadería se llama Cuna Alta-. «Conseguimos hacerle una foto con el móvil cuando huía y aquel bicho era enorme; perfectamente dos metros y medio con las alas extendidas», refiere Sanz-Pastor. «Regresará y no podremos hacerle nada porque es una especie protegida», reitera. El buitre leonado se considera especie fuera de peligro, aunque está catalogada de ‘interés especial’ por su valor científico, ecológico y cultural. La población censada en Andalucía supera las 3.400 parejas.

«La culpa de lo que está pasando la tiene la administración -comenta Fernando Sanz-Pastor- al aprobar hace años una ley absurda que prohíbe dejar en el campo animales que fallecen y que eran de los que se alimentaban los carroñeros». Y recuerda los muladares que antaño había en los pueblos y que cumplían esta función.

Según este ganadero, los buitres se encuentran en un proceso evolutivo para adaptarse a esta nueva situación de ausencia de carroña y arremeten contra seres vivos como cabritos, gabatos o «potrillos pequeños, como los míos, que ni tan siquiera pueden correr cuando se sienten amenazados». «Es un ejemplo de superespecialización que demuestra la capacidad de evolución de la naturaleza, cuando ésta es alterada por el hombre», resume.

En alerta

Un incidente que mantiene en alerta al sector ganadero de la provincia que, a través de organizaciones agrarias como la UPA, ha solicitado la puesta en marcha de una serie de medidas. Entre ellas, la instalación de más comederos en puntos críticos y en época de partos, a fin de que los buitres puedan compensar el déficit de comida que se registra en sus hábitat naturales, una coyuntura que se ha agravado debido a la falta de precipitaciones. También piden que se revise la normativa respecto a la obligatoriedad de retirar los restos faunísticos. Y es que la situación puede ir a peor en la medida que se alargue este periodo prolongado sin que llueva nada. Por lo pronto, las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología anticipan un panorama de cielos despejados para la próxima semana.

La preocupación es todavía mayor en comarcas con una cabaña importante como el norte de Granada. Allí fue donde se encendió la alarma este fin de semana. Antonio Torres, ganadero, 62 años, tardará mucho el olvidar lo que vivió el sábado por la tarde. Dejó unas ovejas paridoras en un cercado de su propiedad, a cielo abierto, y se encontró unas horas después con que todas -incluidas las crías- yacían picoteadas y desgarradas en el suelo. Según los cálculos de Antonio, «allí podría haber perfectamente más de doscientos buitres, muy agresivos». «Tanto -añade- que yo mismo temí por mi integridad en algún momento». A pesar de ello, le dio tiempo para sacar el teléfono y hacer unas fotos del desastre.

Antonio tendrá que afrontar unas pérdidas de 1.500 euros, con el agravante de que el seguro no le cubre las primeras diez reses muertas. En este sentido, la UPA pide que el sistema de aseguramiento contemple unas condiciones reales. También reclama al Gobierno que no rebaje aún más la partida presupuestaria destinada a incentivar la suscripción de pólizas por parte de los agricultores y ganaderos.

«Los buitres no matan»

Borja Nebot lo afirma sin vacilaciones: «Los buitres no matan». «Tampoco acuden atraídos por el olor de la sangre, ya que no tienen olfato», señala Nebot en referencia al suceso de Orce, que se produjo en un establo al aire libre donde había ovejas paridoras. «Se guían por la vista», agrega. Respecto al suceso de Orce, Nebot señala que no está acreditado que los corderos -diez adultos y trece crías- fueran matados por los buitres. «No ha habido ni un solo caso documentado en este sentido; no están preparados para ello; por eso tienen el cuello y el pico alargados». «Es imposible que hayan sido ellos», reitera. «Son especulaciones, no lo sabemos». Bajo su punto de vista, deberían barajarse otras muchas razones, como que las reses salieran espantadas al verse rodeadas.

Antonio Torres, el pastor de Orce, insistió este miércoles en que sí, «fueron los buitres». Unos doscientos, calcula. «Dejé a los borregos a las dos y a las cuatro, después de que me avisaran unos vecinos, me encontré un espectáculo dantesco; pudimos salvar a algunos que se habían amontonado», relata Torres, quien refiere que ante la falta de comida, «los buitres han evolucionado y atacan a seres vivos; en Orce tenemos ya varios casos». En este sentido, según adelantó ayer la Junta, el Ayuntamiento de Orce solicitó la semana pasada autorización para la instalación de un muladar en una cantera situada en monte público. La petición se está estudiando en estos momentos. «También se permiten en fincas particulares de estas zonas, siempre y cuando cumplan una serie de condiciones, como que exista una distancia determinada respecto a caminos o zonas pobladas», señala Borja Nebot, de la Junta.

Operarios guardan en establos a los potros para protegerlos de los buitres.
Operarios guardan en establos a los potros para protegerlos de los buitres. / RAMÓN L. PÉREZ

Gregorio Moreno es profesor de Zoología en la Universidad de Granada. Al igual que Nebot, considera que estos ataques «son difíciles de creer porque los buitres no tienen armas potentes, no tienen garras, sus patas son como las de las gallinas». «¿Un ave de diez kilos dándole picotazos a una oveja que pesa mucho más que él y que tiene una piel más dura?», se pregunta el experto de la UGR. «Una vez dicho esto -prosigue- sí es cierto que existe un problema de alimentación tras las prohibiciones que se impusieron por el ‘mal de vacas locas’». En este sentido, Gregorio Moreno manifiesta que «sí es posible que en el momento del parto puedan atacar a los corderos más pequeños». «Otra cosa es que las ovejas estuvieran debilitadas», declara en relación al percance de Orce.

El portavoz de Ecologistas en Acción, Javier Egea, apunta que «al igual que los hombres no se comen a los hombres, con los buitres pasa algo parecido». A pesar de ello, Javier Egea reseña que se detecta un déficit alimenticio a raíz de las cortapisas impuestas para abandonar animales sin vida. «Es cierto que ya no existen tantos impedimentos en determinados lugares, pero al final muchos ganaderos se ven en la obligación de coger sus bajas y transportarlas hasta puntos autorizados», comenta Javier Egea. «Los buitres no encuentran qué comer y están desesperados, por lo que, ante sus limitaciones, se juntan tres o cuatro para derrotar a presas como puede ser una oveja pequeña», apostilla. «Hay una mala planificación; las cosas tienen que ser como siempre», concluye Egea, quien no entiende que la Junta habilite muladares o comederos como solución. «Es absurdo, no hay enfermedades por dejar los animales muertos en el campo».

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