¿Despertarán las mujeres?
El día de las elecciones americanas un golpe helado nos sacudió: Trump las había ganado. El miedo se hizo realidad.
Los análisis de las causas y consecuencias de dichas elecciones han hecho correr ríos de tinta. Hemos constatados el temor de la clase media blanca y el declive inexorable de la clase obrera también blanca. «El campo estaba sembrado para que un líder populista pudiera recoger la cosecha» (Vallespín).
Michael Moore, en el mes de julio, escribió: «Si creéis que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos, inteligencia y lógica, es que no os habéis quedado con nada de las 56 primarias en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump…. El Gobierno de los Estados Unidos, que lleva 240 años dominado por hombres, llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo ha podido suceder? Delante de nuestras narices. ¡Dónde hemos ido a parar! Ese es el pequeño resumen de la mente del hombre blanco en peligro de extinción. Tienen la sensación de que se les escapa el poder de las manos, de que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en que se hacen las cosas».
El hombre blanco americano no ha permitido que una mujer fuera la primera presidenta de los EEUU. Hace más de 8 años, en las primarias que enfrentaron a Obama y Hillary, recuerdo que mi amigo Pepe Griñan dijo: «Es más fácil que un negro sea presidente de EEUU a que lo sea una mujer». Así ha sucedido. He sido más de Obama que de Hillary, aunque también sé que era difícil encontrar otra candidata mejor, por preparación y experiencia, forjada a lo largo de muchos años. Tenía inconveniente, sin duda; uno de ellos, ser la señora de Bill Clinton.
Después de un presidente negro, era difícil una presidenta mujer; han preferido a un xenófobo, machista, misógino y homófobo que representa lo peor del ser humano. ¿Solo han sido los hombres? ¿Qué ha pasado con las mujeres? Pues que, tristemente, la conciencia de género no ha despertado. Según las encuestas realizadas a pie de urna, el 42% de las mujeres apoyaron a Trump (el 45% fueron mujeres blancas universitarias) frente al 54% de apoyos femeninos a Hillary Clinton, (94% de las mujeres afroamericanas, 68% de las latinas), pero es que Obama, en 2016, obtuvo un 55% del voto de mujeres. Es duro asumirlo, pero es así.
Frenar la misoginia no es solo cosa de mujeres, pero sin la voluntad y el protagonismo de estas, nunca conseguiremos un poder compartido con los hombres.
¿Qué revela esto? Muchas cosas. Frenar la misoginia no es solo cosa de mujeres, pero sin la voluntad y el protagonismo de estas, nunca conseguiremos un poder compartido con los hombres. Las mujeres tienen muy poco arraigada eso que algunos, despectivamente, llaman «la ideología de género». Los estereotipos en los que durante siglos nos han educado y en los que vivimos están tan asentados que nos impiden despertar.
La globalización ha producido efectos perniciosos. La deslocalizacion de empresas, la pérdida de competitividad frente a los productos procedentes de países que no tienen las mismas reglas laborales, sociales y medioambientales que europeos o norteamericanos han causado cierres de empresas, despidos masivos, desiertos industriales y un brutal empeoramiento de las condiciones laborales, como explica Griñán. La libre circulación de capitales ha provocado la sustitución de la economía productiva por la especulativa. La inmigración ha creado también inseguridad que han aprovechado los populistas de extrema derecha. La globalización ha creado un gran ejército de perdedores que encuentran en el populismo voces que excitan su malestar. Al ser más precaria, en términos generales, la situación de las mujeres, la globalización también las daña aún más gravemente -y a las personas que de ellas dependen- y las hace aún más vulnerables.
En EEUU, el paladín del libre comercio fue precisamente Bill Clinton. Y la candidata era la señora de. La historia de las primeras damas es algo más que una anécdota. ¿Por qué tuvo Hillary Rodham que pasar a llamarse Clinton? ¿Por qué las mujeres somos señoras o señoritas en función de nuestro estado civil? ¿Por qué nos cuesta todo tanto? ¿Por qué no nos rebelamos, de una vez por todas, desde la cuna hasta la tumba? Transigimos un día sí y otro también en aras de llevarnos bien y, por eso, en tantas ocasiones estamos estupefactas. Sin reaccionar, el poder seguirá siendo para siempre masculino, y nosotras convidadas de piedra de una sociedad que no es nuestra. Lo que han hecho los hombres con el mundo es horrible. Necesitamos, urgentemente, un mundo nuevo. «El feminismo debe ser una lucha inagotable» (Kader Attia). Nuestra lucha.
Este artículo fue publicado originalmente en Diario de Sevilla
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