¿Por qué un niño puede convertirse en un asesino?
Pueden ser los asesinos más sádicos y fríos porque lo han demostrado en más de una ocasión. Explicar sus crímenes sin ningún tipo de emoción. Son niños, sí, pero pueden convertirse en diablos. Lo primero que hay que destacar es que estos casos son excepcionales.
Son tan raros como los niños que intentan suicidarse, que aunque no le creamos también existen. Existen, obviamente, hermanos que han matado a otros más pequeños de forma accidental, o como un juego que acaba en tragedia. Esos son casos que conmocionan a la sociedad pero que se explican de un forma racional.
Otra cosa es el asesinato premeditado como el que hemos visto en Barcelona. Que haya niños difíciles es cierto, que ha aumentado el número de menores que pega a sus padres es una realidad que no somos capaces de asimilar, pero que está aumentando día a día.
Daño cerebral o problemas psicológicos
Puede haber varios motivos según los expertos para que un niño se convierta en un asesino. Que haya un daño cerebral que afecte a los mecanismos reguladores de la conducta y provoque una impulsividad extrema, o que tenga alguna vulnerabilidad de tipo biológico o psicológico. Ese parece ser el caso del asesino del instituto de Barcelona.
Que el ambiente en el que viven ayuden a poner en práctica ensoñaciones
Según las primeras versiones de sus compañeros, ya anunciaba la posibilidad de matar a sus profesores y se jactaba de los fácil que sería provocar una matanza. Nadie le dio visos de realidad, pero el hecho de que su padre tuviera armas, le daba más facilidad para cumplir sus ensoñaciones.
Convivir en una ambiente en el que la violencia es respuesta común condiciona
Hay niños que conviven en un ambiente de violencia en el que así se resuelven las disputas. Es lo que han aprendido desde que son bebés, que es una herramienta social, común. Y lo usan. Es lo que le ocurrió, por ejemplo, con el asesino de Kayla Rolland, de seis años. Una disputa entre los dos y el niño cogió un arma de su casa, fue al colegio y la mató.
Falta de afectividad emocional, sentimientos de soledad y odio al mundo
Abandono, pobreza, carencias emocionales y malos tratos son ingredientes comunes de muchas de estas tragedias. los estudios muestran que determinadas condiciones de vida pueden llegar a alterar las estructuras cerebrales que controlan los impulsos. Lo dicen los expertos.
Más del 90% de los menores condenados por homicidio entre 1994 y 2001 pertenecían a familias normales
Más del 90% de los menores condenados por homicidio o asesinato entre 1994 y el 2001 pertenecen a familias completamente estructuradas y no han vivido en un entorno de particular violencia. Así lo demuestra un estudio sobre la delincuencia infantil, elaborado por el sociólogo Ramon Quilis Alemany, en colaboración con psiquiatras y psicólogos de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i Balears.
El estudio se centra en dos muestras de población infantil: una de 50 niños y adolescentes, condenados entre 1998 y el 2001, y la otra de 14, sentenciados entre 1994 y 1998. En ambos colectivos –a los que se agregaron las causas penales de cuatro muchachos más–, se trata de personas de entre 13 y 17 años residentes en España. Una tercera parte de ellos viven en Catalunya.
Entre los 14 y los 15 años, es una edad crítica
La investigación desvela que los menores suelen matar entre los 14 y los 15 años. En esa etapa, que se ha revelado crítica, se registraron un 50% de los homicidios.
Solo un 4% proviene de un brote psicótico pero la mitad tenía alguna patología
Del informe sorprende que sólo un 4% de los asesinatos tuviesen su origen en un brote psicótico. También resulta chocante que el 54% de los muchachos tuviera una probable patología, y que ésta no fuese detectada ni por la familia ni por la escuela y que, por tanto, no tuviera un tratamiento médico adecuado.
El 42% restante es un grupo aún más asombroso, puesto que eran chavales aparentemente sanos, que residían con sus padres y en un ambiente sin particular violencia.
El estudio revela que los menores mataron por un impulso incontrolado en el 54% de los casos analizados, así como por desprecio y crueldad en otro 12%. Las otras causas para acabar con la vida de una persona hay que buscarlas, por este orden, en la notoridad (8%), la inducción
(8%), el vandalismo (6%), el brote psicótico (4%), los celos (4%) y la xenofobia (4%).
La escuela es el lugar preferido para matar
Compañeros y amigos son el primer objetivo, al menos según este estudio en el que ellos son el centro de las iras en el 33% de los casos. Los desconocidos representan el 28% y los profesores, el 17%. La familia se lleva el resto: la madre, el 11%; el padre, el 6%, y los hermanos, el 5%.
La escuela es el lugar preferido por los menores, ya que en ella se comenten el 36% de los crímenes. Luego viene la calle, con el 30%, y los lugares abandonados –parajes y casas–, con el 28%. En el hogar se registran únicamente el 5% de las muertes violentas.
Generalmente usan armas de fuego
El estudio desvela que en el 30% de casos los chavales utilizan un arma de fuego –la escopeta de caza de algún familiar– y un 26% se decanta por el arma blanca: la navaja o el cuchillo de cocina. Los estrangulamientos con las manos o cuerdas representan el 22% y los golpes, el 18%. Además, en un 4% de los casos estudiados se registra agresión sexual.
El sociólogo Quilis y su equipo efectuaron cuatro perfiles de los homicidas. El primer grupo lo forman los denominados «pasionalmente influenciables». Otros tenían «poco aguante» porque sufrían algún trastorno de personalidad. En el tercero están los que poseían el «ánimo desinhibido» y actuaban por un impulso. El cuarto son los que sufren un «trastorno orgánico del cerebro» o enfermedad mental diagnosticada, que son una pequeñísima minoría.
El estudio revela que en el niño sano no hay deseos de muerte, ni de conducta temeraria ni banalización del peligro. No hay que generalizar.
El futuro del menor que este lunes mató a un profesor e hirió a varios de sus compañeros y a una docente con una ballesta, está en manos de los servicios sociales de la Generalitat y de este servicio dependerá que M. pueda rehabilitarse y volver a la vida en sociedad. La consellera de Ensenyament, Irene Rigau, ha confirmado que Sant Joan de Déu confirma el episodio de brote sicótico«, tal y como se avanzó este lunes, por lo que el agresor deberá ser sometido a tratamiento bajo tutela pública. El hecho de ser menos de 14 comporta que M. es ‘inimputable’, por tanto no se le puede imputar delito alguno al considerarse que no está cuajada su personalidad, pero le esperan unos cuantos años de vigilancia, seguimiento, tratamiento psicológico y, tal vez, con el tiempo, podrá reincorporarse a la sociedad.
En declaraciones a Catalunya Ràdio, la consellera ha evidenciado que M. no puede volver o «estar escolarizado en el mismo instituto», pero puede proseguir con su formación académica con una «normalidad progresiva». Así, el menor podrá acabar la enseñanza obligatoria en combinación con «un recurso especializado, con niños en situaciones similares». Según la consellera, se trata de que pueda ver ejemplos de superación ante estas situaciones».
La responsable de Ensenyament ha explicado que ingresará en un centro de menores, dependiente de Benestar Social, con alumnos con experiencias traumáticas o de extrema conflictividad, que dispondrá de una «tutoría continuada con equipos multidisciplinarios». Así, el menos permanecerá en este centro aún por determinar «hasta que esté a punto para volver a la familia», hasta que en cierta forma pueda «pedir perdón de alguna manera» y reintegrarse en la sociedad.
Según la consellera, «estamos hablando de un periodo de tiempo de ingreso» que debe analizarse de forma particular, caso a caso, y que en este, puede consistir «fácilmente» en un plan de dos o tres años, si bien también dependerá del comportamiento, la evolución y la evaluación del menor. En caso de que sea la adecuada, el menor podría incluso de disfrutar de salidas del centro.
Si se confirma, en casos de brote sicótico suele ser conveniente un ingreso hospitalario en una Unidad de Psiquiatría. Según los expertos, estos episodios consisten en una ruptura temporal de la realidad que puede estar provocada por diversas causas, aunque las más frecuentes son: un estrés potente y constante en el tiempo, el consumo de alguna droga, principalmente aquellas con efectos alucinógenos; pero también por causas orgánicas o psíquicas, como intoxicaciones o enfermedades mentales.
La responsable del Govern ha explicado que el menor había registrado una bajada del rendimiento académico que le llevó a un seguimiento especial por parte de familia y por los profesores, pero nadie podía imaginar que el adolescente podría acabar actuando de esta manera.
Rigau ha señalado que en el momento de la agresión, M. no veía a los agredidos y actuó imbuido por un arrebato inexplicable. Ha indicado que la salud mental es muy importante y básica, por lo que ha calificado de «imprescindible» aumentar la relación entre pediatras, escuelas y familias, y ha defendido la presentación de un informe del pediatra a la escuela antes de su ingreso en el centro.
«Se ha detectado un aumento de medicación desde edades pequeñas y nos parece que a veces determinados problemas de sueño, tranquilidad y relajación en lugar de hacerlo de formas tradicionales se resuelven con una medicación», ha alertado.
Ha reiterado que las escuelas catalanas son seguras y cuentan con un bajo nivel de conflictividad, y ha lamentado que Abel Martínez, el profesor sustituto asesinado, había manifestado dos días después de entrar en el centro -hacía una semana- que estaba muy contento con el clima y el orden del mismo.