Diez poemas de mujeres silenciados por el machismo
Visor presenta ‘Poesía soy yo’, una antología de poemas escritos por mujeres en el siglo XX, para empezar a saldar la cuenta con Ellas.
Hablaron -hablan- del desgarro del parto, del sexo con hombres más jóvenes, del Dios que espía cuando uno se masturba. De la vejez, de la seducción, de la patria chica. De la infancia, del conformismo, del amor que hace débil hasta a las mujeres fuertes. Dijeron me gusta aquí, me duele aquí: yo no me callo. Las abrazan ahora Raquel Lanseros y Ana Merino en Poesía soy yo (Colección Visor de Poesía), que reúne los mejores poemas escritos por mujeres en el siglo XX. «Puede pensarse, con o sin razón, que esta antología resulta innecesaria o redundante en los tiempos actuales, cuando las oportunidades de publicación y de reconocimiento al trabajo literario desarrollado por las mujeres son mejores -al menos en teoría- que las de nuestras precursoras hace un siglo», esbozan Lanseros y Merino. «No opinamos lo mismo».
Y no lo hacen porque creen necesario el «trabajo de rescate y visibilización de figuras literarias femeninas injustamente olvidadas», la resurrección de obras poéticas meritorias «que han podido pasar desapercibidas o han sido al menos parcialmente silenciadas». Trayendo el conflicto al presente, sostienen que «la integración plena y real de las mujeres en el contexto literario aún dista bastante de ser una realidad efectiva a todos los niveles» y que «aún quedan muchos mitos por derribar y muchos prejuicios por destruir».
Esta edición corre a cargo de Chus Visor, quien lanzó una polémica declaración -en una entrevista en El Cultural- al asegurar que «en todo el siglo XX no hay ninguna gran poeta, ninguna» y que, aunque «hay muchas que están bien, como Elena Medel, no se la puede considerar: por una Medel hay cinco hombres equivalentes». Remató: «Lo siento, la poesía femenina en España no está a la altura de la masculina». A continuación, una selección de diez poemas de Poesía soy yo de diez -excelentes- poetas a las que intentaron acallar.
1. Daisy Zamora (Managua, Nicaragua, 1950-)
Cuando las veo pasar alguna vez me digo: qué sentirán
ellas, las que decidieron ser perfectas conservar a toda costa
sus matrimonios no importa cómo les haya resultado el marido
(parrandero mujeriego jugador pendenciero
gritón violento penqueador lunático raro algo anormal
neurótico temático de plano insoportable
dundeco mortalmente aburrido bruto insensible desaseado
ególatra ambicioso desleal politiquero ladrón traidor mentiroso
violador de las hijas verdugo de los hijos emperador de la casa
tirano en todas partes) pero ellas se aguantaron
y sólo Dios que está allá arriba sabe lo que sufrieron.
–
Cuando las veo pasar tan dignas y envejecidas,
los hijos las hijas ya se han ido en la casa sólo ellas han quedado
con ese hombre que alguna vez quisieron (tal vez ya se calmó
no bebe apenas habla se mantiene sentado frente al televisor
anda en chancletas bosteza se duerme ronca se levanta temprano
está achacoso cegato inofensivo casi niño) me pregunto:
–
¿Se atreverán a imaginarse viudas, a soñar alguna noche
que son libres
y que vuelven por fin sin culpas a la vida?
2. Soledad Álvarez (Santo Domingo, República Dominicana, 1950-)
Clase de religión
Dicen que Dios está en todas partes
que todo lo ve.
¿Estás en todas partes, Dios
todas las guerras el hambre viva los estómagos
embalsamados
el ojo inmenso
de cíclope insomne de Dios, lo ve?
–
La sangre en la cisura brutal del estupro
el puñal del asesino la ferocidad del malestar
¿y no se espanta Dios no llora no toma partido
la eternidad imperturbable?
Lo nimio también lo ve Dios.
La araña tejiendo el hilo de seda para la presa
la hormiga en busca del alimento
–
¿también a mí me mira cuando me miro desnuda
frente al espejo
cuando me peino fumo a escondidas quiero matar
y me avergüenzo?
Perdí la virginidad bajo la mirada de Dios.
El gran voyeur.
3. Idea Vilariño (Montevideo, Uruguay, 1920 – Montevideo, Uruguay, 2009).
El encuentro
Todo es tuyo
por ti
va a tu mano tu oído tu mirada
(…)
Te lloraba al nacer
te aprendía en la escuela
te amaba en los amores de entonces
y en los otros.
–
Después
todas las cosas
los amigos los libros los fracasos
la angustia los veranos las tareas
enfermedades ocios confidencias
todo estaba marcado
todo iba
encaminado
ciego
rendido
hacia el lugar
donde ibas a pasar
para que lo encontraras
para que lo pisaras.
4. María Auxiliadora Álvarez (Caracas, Venezuela, 1956-)
Usted nunca ha parido
no conoce
el filo de los machetes
no ha sentido
las culebras de río
nunca ha bailado
en un chargo de sangre querida
doctor
NO META LA MANO TAN ADENTRO
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida
y usted nunca ha pasado
una noche en la culebra
usted no conoce el río.
5. Clara Janés (Barcelona, España, 1940 -)
Soy hermosa y mi piel es suave
y el viento del mar me devuelve rocío
de tiernas tersuras.
–
Mi cabello perfumo y adorno de áurea madreselva
y mi pecho es redondo y casi virginal.
Tuve un amante que ensalzó mis caderas
y mi forma de amar intensa y silenciosa.
Podría ser aún como un río de luz en tus brazos.
–
No sé qué te retiene, si furtivo, he visto
un destello de ardor en tu gesto al pasar.
–
Can I go forward when m y heart is here?
–
No conozco la astucia,
no soy como la hoja del chopo
que en oruga se oculta y arracima
antes de dar su tierno cuerpo al viento,
soy clara y sin pudor,
soy entera y tajante,
y no sé seducir.
6. Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, Chile, 1948-).
El centro de la mandala
Besarte no es la solución
que me penetres y langüetees
¡no es una solución!
Mirarte ha llegado a ser más íntegro
que besarte
un beso es poco para mí
un coito es demasiado poco
un coito no sabe contener ni expresar
ni satisfacer mi sentimiento de ti
La vida y la muerte se anudan
y desarman en ti
(…)
7. Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948-)
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
–
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
codo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
–
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
8. Gabriela Mistral (Vicuña, Chile, 1889 – Nueva York, Estados Unidos, 1957)
Yo no tengo soledad
Es la noche desamparo
de las sierras hasta el mar.
Pero yo, la que te mece,
¡yo no tengo soledad!
–
Es el cielo desamparo
si la luna cae al mar.
Pero yo, la que te estrecha,
¡yo no tengo soledad!
–
Es el mundo desamparo
y la carne triste va.
Pero yo, la que te oprime,
¡yo no tengo soledad!
9. Gloria Fuertes (Madrid, España 1917 – Madrid, España, 1998)
Nota biográfica
Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
–
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.
–
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.
10. Violeta Parra (San Carlos, Chile, 1917 – Santiago de Chile, Chile, 1967)
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dió dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.
–
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día; grillos y canarios.
martillos, turbinas, chubascos
y la voz tan tierna de mi enamorado.
–
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano y luz, alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
–
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
–
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dió el corazón, que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
–
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto;
así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes, que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.