30 octubre 2024

“Si la palabra es reemplazada por la imagen peligra la imaginación” Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa, en diálogo con el director de EL PAÍS, desvela el título de su próxima novela y advierte de los riesgos de la cultura digital

“Si el mundo sigue el proceso en el que la palabra escrita es reemplazada por la imagen y lo audiovisual, se corre el riesgo de que desaparezca la libertad, la capacidad de reflexionar e imaginar y otras instituciones como la democracia”, advirtió ayer Mario Vargas Llosa en conversación con Antonio Caño, director de EL PAÍS, durante el I Foro Internacional del Español 2.0, celebrado en Ifema.

Ante unas 300 personas, muchos de ellos jóvenes, Caño preguntó al Nobel peruano si compartía el pronóstico de la desaparición del periódico tradicional y los libros impresos. El escritor peruano dijo que es una posibilidad, pero no la cree. Si eso es así, insistió, el resultado sería trágico sobre todo por la cultura de la libertad: “Sería la pesadilla de Orwell de una sociedad convertida en robots donde todo es organizado por poderes invisibles”. Aunque no cree que suceda porque está convencido de que siempre habrá suficiente gente que lea libros y periódicos de papel. Su temor es que la cultura de la pantalla sea cada vez más puro entretenimiento, “y eso aboliría el espíritu crítico”.

La advertencia la hace al considerar que la palabra leída, el lenguaje comunicado de manera impresa, tiene un efecto en el cerebro que completa y complementa lo leído. En cambio, el autor de Conversación en La Catedral, afirmó que “las imágenes no producen el mismo mecanismo de transformación. En la lectura hay un esfuerzo creativo e intelectual que casi se elimina con lo visual”.

El autor de La guerra del fin del mundo aboga por la creación de mecanismos para que esto no ocurra: “Porque puede venir un retroceso hacia la barbarie; un mundo sin libertad manipulado desde los poderes teniendo la tecnología a su favor”. El escritor dejó claro que es partidario de la tecnología a la cual agradece muchas cosas y ve otras muy positivas, como el acceso a la cultura.

Frente al entusiasmo vivido hoy por las series de televisión que algunos homologan a la función que desempaña la literatura, el creador de La fiesta del Chivo cree que son productos que están bien y son entretenidos pero “totalmente efímeros”. Por eso considera importante defender el libro, “la lectura no solo entretiene sino que produce un efecto más profundo, crea ciudadanos más responsables y críticos, y contribuyen a un mundo mejor”.

Realidades, utopías y distopías a las que llegaron Mario Vargas Llosa y Antonio Caño media hora después de una conversación nacida bajo el título de El lenguaje y el periodismo. Y lenguaje es la palabra que une a esos dos oficios. Los dos están hechos del mismo material, pero su misión y destino son distintos. Muestran las dos caras de la naturaleza del lenguaje: pasión, imaginación y no límites en la literatura y razón, realidad y leyes claras en el periodismo. Eso sí, ambas comparten fronteras, a veces movedizas. “El periodismo tiene un lenguaje más impersonal al servicio de un objetivo que es comunicar, sin renunciar a la creatividad. La literatura sí tiene un lenguaje más visible, más creativo”, opinaba Vargas Llosa minutos antes de dialogar con Antonio Caño. Para el director de EL PAÍS, se trata de dos artes que “no siempre son buenos socios. Y funciona si la literatura logra imprimir al periodista la capacidad de transmitir ideas y contar mejor los hechos”.

Quince años tenía Vargas Llosa cuando empezó en el periodismo. Fue en el verano entre el penúltimo y último curso del colegio. Pensó que podría ser su profesión complementaria a la vocación de escritor. Se lo preguntó a su padre y este le ayudó a conseguir un trabajo en el diario limeño La Crónica. Desde entonces el periodismo ha sido su compañero. Es más, dijo, “esos recuerdos sirvieron luego de materia prima para alguna de mis novelas. Sin el periodismo no existiría buena parte de mis libros”.

Lo dice un autor que ha pasado por casi todos los géneros periodísticos y secciones. Escrito de literatura, y del Congo o de Irak. Siempre ha sabido la “interesante y maravillosa” relación entre periodismo y literatura. Recordó los casos en que el periodismo ha sido hecho por grandes escritores. “El periodismo debe comunicar y debe llevar al lector a lo que quiere transmitir, su lenguaje no debe ser una barrera entre quien escribe y lee; debe tener gran precisión, buscar la invisibilidad del lenguaje de tal manera que la materia parezca autosuficiente. Hay periodistas que escriben mal o bien y otros muy bien, y algunos son espléndidos escritores y periodistas”. Claridad, objetividad y no contaminarse del lenguaje del área que se cubre son las recomendaciones de Caño.

La confluencia de lo analógico y digital preocupa a Vargas Llosa en el sentido de que se está perdiendo la jerarquización de la información y aumenta la vulgarización del lenguaje. “Hay una razón para estar satisfechos con la tecnología”, dijo Caño, “y es que es un mundo donde todos cuentan, se comunican de manera permanente. El periodismo es hoy una gran conversación donde los periodistas somos uno más”.

Y del Lenguaje y el periodismo, el foro tendrá como invitados hoy a las 11.30 a la filóloga y académica Inés Fernández Ordóñez, al escritor Juan José Millás y al periodista Álex Grijelmo para hablar de La ética y la palabra.

Vargas Llosa: «¡Ya tengo el título: ‘Cinco esquinas!»

Mario Vargas Llosa, al que sus amigos llamaban Varguitas y se ganaba la vida en el colegio militar Leoncio Prado escribiendo novelitas picantes para ganarse unos soles, sigue siendo aquel adolescente cuya efervescencia de amor por la literatura lo hace vivir cada episodio de su vida con las letras en un acontecimiento digno de alborozo. Acaba de regresar de Lima, donde ha vivido los últimos meses después de su arriesgada aventura como actor de teatro, y antes de irse a Ifema a hablar con el director de EL PAÍS se encontró en su casa con su editora, Pilar Reyes, de Alfaguara. Al tiempo que la abrazaba, le dijo con aquel alborozo adolescente de Varguitas:

— ¡Ya tengo el título! ¡Se titulará Cinco esquinas!

Es el autor de títulos que han llegado a ser frases comunes, como La ciudad y los perros, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo, y se le ocurrieron tan pronto empezó a escribir porque tener el título desde el principio le sirve de guía en la escritura, le confesó luego a Caño. En cambio este último, Cinco esquinas, se le resistió, el que más, hasta que le vino anteanoche, al llegar a Madrid, su segunda residencia en la tierra después de Lima. Un título, dijo, lo ordena, pone en circulación ya su mano para seguir con las incontables correcciones de que constan los sucesivos borradores de sus manuscritos. Siempre, como pasó con El paraíso en la otra esquina, esos títulos se le resisten; “y sobre todo en esta ocasión: voy a empezar con el segundo borrador y ya tengo título”. Como un chiquillo, el escritor de 79 años le ofrecía a su editora esa primicia como un regalo que más tarde compartiría con la nutrida audiencia del Foro del Español.

Cinco esquinas transcurre en Lima, en el barrio del mismo nombre y que fue elegante, aunque ahora se ha venido a menos. Lima vuelve a ser el escenario, como en las principales novelas de su primera etapa. Y esa Lima le ha dado otra vez la realidad que el autor de La verdad de las mentiras está convirtiendo en la novela cuyo título se le acaba de ocurrir en Madrid y que ayer desveló como quien envía a un editor el sobre de su primer manuscrito.