«Hay que convencer a las niñas para que hagan ciencia»
Esta frase la pronuncia en la redacción de eldiario.es/andalucia la catedrática Isabel López. Hablaba de ciencia y mujer, y de mujeres científicas. Y lo hacía en relajada conversación con otras tres compañeras de profesión. El objetivo, celebrar con argumentos y debate el 11 de febrero, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
El sesgo de género en la sociedad, en general, y en el mundo de la ciencia, en particular, no está superado. Cuatro investigadoras analizan por qué las mujeres que desempeñan su trabajo en la comunidad científica, mayoría en los estudios universitarios, son minoría en los niveles más altos. Coinciden en que, por desgracia, sigue haciendo falta conmemorar el 11 de febrero. Estereotipos, educación, maternidad, corresponsabilidad, familia, machismo, movilidad, lenguaje… en un mundo que a ellas, les parece emocionante: el de la ciencia. Pero el mundo de la ciencia no escapa a muchas de las cuestiones, sociales y culturales, que invaden el día a día en el camino a una igualdad real entre hombres y mujeres.
«Algo se está haciendo realmente mal» a tenor de la escasa presencia de mujeresen los escalafones superiores de este ámbito, señala Susana Gaytan, profesora titular de Fisiología de la Universidad de Sevilla, que alerta del «avance de los micromachismos» después de ponerse hace tiempo «las gafas de género». «Los estereotipos se reproducen por mucho que te empeñes», apunta al observar a su hija Isabel Fernández, doctora en Matemáticas por la Universidad de Granada. «Mi género no influyó en mi carrera pero veo cosas alrededor que no me gustan», apunta Isabel López, catedrática de Genética. Aparte de las sociales, hay «barreras internas» que hacen que las mujeres «se piensen mucho más algunas cosas» a nivel profesional, considera Mari Carmen Monreal, licenciada en Filosofía y Letras, y en Psicología, que imparte clases en la Universidad Pablo de Olavide.
Sentadas a la mesa, debaten desde su propia experiencia y con sus trayectorias a las espaldas. «Hemos avanzado pero ahora vamos para atrás», apunta Isabel López, que cree que «hay que implicar a los hombres». «Tenemos que estar juntos en esto», añade Fernández, añade Gaytán. «Vamos a ganar todos y todas, separando parcelas no». «Necesitamos más aliados, en los medios, en la televisión», dice López.
Las profesoras ponen uno de los foco en la escuela y en la educación. «La burbuja no se está moviendo en la dirección adecuada», dice Gaytan, que comenta que la profesora de uno de sus hijos confundió una sartén con una raqueta en un dibujo de clase en la que representaba a su padre. Y acude a los roles de la serie de películas de ‘Crepúsculo’: «eso es algo demoledor». «No hemos avanzado si observamos a las parejas jóvenes», dice Monreal, que insiste en la importancia de la educación. «Es algo muy sutil, a mí me cuestionaron que me fuera de viaje a un Congreso porque me iba a perder la función de mi hija», comenta Fernández, la más joven de las cuatro. «Somos siempre el segundo plano, la cara amable», dice Gaytan.
«Un hombre mediocre llega mucho más lejos»
«Si los maestros no se lo creen…», comenta López. «No se ha tomado realmente en serio la educación en valores y de género», dice Monreal. «Tienen que ayudar a la reflexión», comenta Gaytán. «Comentar, por ejemplo, las letras misóginas de algunas canciones que escuchan», apunta Fernández.»Mujeres, hombres y viceversa representa lo que ponemos en valor», señala Gaytán.
Isabel López pone en la mesa las cifras de investigadoras en los niveles altos del escalafón académico. «Doctoras, un 40%, pero catedráticas, un 20%». «Son heroínas, pero que alguien se dé una vuelta por la Escuela de Enfermería. El diagrama de tijera sigue existiendo», dice Gaytán.
«Un hombre mediocre llega mucho más lejos que una mujer mediocre», sentencia López, aludiendo a «la transparencia de la voz» de las mujeres en las reuniones con mayor presencia masculina, con coincicidencia generalizada a la hora del «lucimiento» de los hombres en los tribunales de tesis, por ejemplo. «Las mujeres no suelen tomar iniciativa de ser primeras espadas», añade López. «Las niñas necesitan modelos femeninos», dice Fernández. «Lo malo es que algunas modelos no son femeninos», corrige López. «Como las políticas», dice Monreal, «que para ser aceptadas se integran y se asimilan; las mujeres empresarias de los 70 llevaban corbata, ¿no os acordais?». «Te puedes afianzar pero, como te tienen que aceptar, tienes que hacer más», añade.
«Tenemos que ser más brillantes para subir», comenta López. «También he escuchado que una mujer que está arriba en la estructuras de los grupos de investigación es por la cuota», recuerda Gaytán. «Los investigadores principales (IP) son hombres», dice Fernández. «Tenemos interiorizado socialmente ese segundo plano», añade Gaytán. «Hay algo más y hay que decirlo muchas veces y muy alto».
Otra cuestión que surge en la charla es la menor autoestima de las mujeres. «Las niñas confían menos en sí mismas», indica Isabel Fernández. «Los éxitos se los atribuyen ellos, las mujeres al contrario, y se apela a la buena suerte», añade Monreal. «Los números son obstinados y los proyectos de investigación liderados por mujeres sufren más recortes que los de los hombres; no se puede sin financiación y eso afecta a los curriculums», comenta Gaytán. «De 60 alumnos en la clase de ingeniería que empezamos esta semana, ¿sabéis cuántas chicas hay? Ninguna», comenta Fernández. «Hay que convencer a las niñas de que hagan ciencia, no hay que tirar la toalla», indica López.
«Se ha idealizado el momento de la maternidad»
A la hora de decidir si el padre o la madre tiene que cambiar de lugar de residencia de la familia por trabajo, cosa que sucede muy amenudo en la carrera científica, «la que se achanta más es ella». «Conozco a parejas así, eso está pasando», dice Monreal. «Hay un chantaje externo para que no te reveles contra eso, el condicionamiento empieza pronto», añade Gaytán. «Los hombres no se lo plantean en general», dice Monreal. «Siempre va a haber una familia o un entorno que la va a hacer dudar a ella», apunta Gaytán.
La maternidad también se expone como causa de sesgo de género en estas circunstancias. «Hay un momento en el que quieres tener hijos. Se ha idealizado el momento de la maternidad y nos han hecho creer que se supone que sólo con eso tienes que estar llena», dice Fernández. «Ellos no tienen la carga negativa del trabajo; habría que decirle a ellas que liderar es duro pero compensa», comenta Gaytán. Fernández afirma no haber sentido nunca la discriminación pero incide que en el momento de la maternidad es normalmente cuando hay que seguir avanzando en la investigación.
«Hay que solucionar el problema de la corresponsabilidad, porque suele haber por lo general un complejo de culpa, de no estar ahí con la familia», dice Monreal. «Tienes que dejar la carrera en supenso», dice López. «Es un componente cultural que todavía está ahí, hay que legislar en ese sentido, que las bajas por tener hijos sean iguales para padres y madres; si le das el padre dos semanas ya estás mandando un mensaje; yo tengo tres años de retraso respecto a mis compañeros», señala Fernández. «Nos siguen diciendo que tener hijos es suficiente para realizarnos y que la ciencia, en nuestro caso es un sacrificio. Cuando no hay nada más emocionante para mí que mirar por el microscopio», afirma emocionada Gaytán.
Las organizaciones son «muy masculinas» pero «no hay causas únicas»; «el modelo es de los hombres y tú tienes que ir acomodándote», señala Monreal. Es más, «algunos doctorandos no llevan bien que les dirija su tesis una mujer», cuenta López. Gaytán les dice: «Tienes que comprender que no soy tu mamá otra vez, soy tu jefa».
También hablan del lenguaje. «El lenguaje no es inocente», dice Gaytán. «No es un capricho cambiar la ‘o’ por la ‘a’; ¡en mis primeras tarjetas yo era ‘profesor Carmen Monreal’! Eso es una invisibilización». «Cuando la profesión se supone que es de mujeres, rápidamente se le cambia el nombre: ‘modisto’, por ejemplo», añade Gaytán.
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