La botica más antigua de Granada lleva casi un siglo ‘embalada’ en Londres
La ‘Farmacia de la Compañía’, con botes, libros, utensilios y fórmulas magistrales de hace cinco siglos, se encuentra almacenada en la Colección Wellcome y The Science Museum desde 1928.
Esta es la historia de uno de los más ricos patrimonios científicos de Granada que se marchó lejos de la ciudad. Una investigación del periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera.
La farmacia más antigua y añeja que tuvo Granada entre 1554 y 1928 se encuentra guardada en los Museos Wellcome y de la Ciencia, en Londres. Es propiedad de una importante fábrica de medicamentos y productos sanitarios. En la década de los años setenta del siglo pasado fue montada para su exhibición durante un tiempo. Exponía los morteros, botamen, máquinas y productos originales de la farmacopea granadina de siglos pasados. Fue la farmacia original de la Compañía de Jesús entre mediados del siglo XVI y el año 1767 en que los jesuitas fueron expulsados de tierras españolas por el rey Carlos III; después rodó en manos de particulares. Sin duda, una pieza muy interesante si se pudiera incorporar al futuro Museo de la Salud que está siendo diseñado para la vieja Facultad de Medicina de la Avenida de Madrid.
Interior de la Botica Compañía en 1928 como estaba, con sus botes, libros y utensilios antes de ser vendida a Wellcome./ POSTAL COLLECTION WELLCOME TRUST
Desde 1767 y principios del siglo XX en que fue desmontada y llevada a Londres, la Farmacia de la Compañía pasó por distintas manos particulares. El penúltimo propietario la finiquitó con la venta a los británicos (aunque siguió abierta otros ocho años con materiales más modernos). La Farmacia de la Compañía estuvo situada en la calle Cobertizo de la Botica; se trataba de una angosta vía que comunicaba las calles San Jerónimo y Duquesa, separando el Colegio de San Pablo (hoy Facultad de Derecho) del Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago. Esta calle hoy ha sido eliminada del callejero local.
Farmacopea de los jesuitas y sus construcciones
La Compañía de Jesús llegó a Granada 1554, en tiempos del arzobispo Pedro Guerrero (1546-1575), que les ayudó a establecerse en varias casas dispersas de la ciudad. Les confió tareas de enseñanza, especialmente de los niños moriscos. En su segunda sede de la calle Lucena, los padres de la Compañía ya contaban con un pequeño herbario/apoteca para fabricar medicamentos.
Plano del arquitecto Martín de Baseta para levantar la casa (1579), colegio e iglesia de la Compañía. La botica estuvo en el espacio de la izquierda de la Bodega (que a partir de 1776 pasó a ser Colegio de Santa Cruz, Cuartel de la Compañía en 1802 y después Gobierno Civil hasta su demolición en 1944). /ARCHIVO HISTÓRICO DE LA ALHAMBRA
La farmacia más antigua y añeja que tuvo Granada entre 1554 y 1928 se encuentra guardada en los Museos Wellcome y de la Ciencia, en Londres, propiedad de una importante fábrica de medicamentos y productos sanitarios
Para el año 1576, los jesuitas se habían hecho con terrenos y casas a ambos lados de la muralla nazarita, entre las puertas de San Jerónimo y la Trinidad. En 1579 comenzaron las obras de su complejo y futura gran sede, según plano y diseño de H. Martín de Baseta. La manzana jesuítica se compondría de cuatro grandes partes: residencia de padres jesuitas, tres colegios en torno a patios, iglesia de San Justo y Pastor, y la huerta. Todo el complejo llevaría por nombre Colegio de San Pablo y seguiría la linde marcada por la puerta de San Jerónimo y el paño de muralla; justo en la zona que hoy ocupa la capilla mayor de la Colegiata de San Justo y Pastor estuvo la puerta de San Jerónimo (llamada por los andalusíes Bibarrachán); al lado se ubicaba el aljibe Ajadalfecy , además de una mezquita pequeña. La puerta y la muralla fueron demolidas hacia el año 1609 (al mismo ritmo que avanzaban las obras) para que el casco urbano siguiera creciendo hacia donde se construía el Hospital de San Juan de Dios.
Esta manzana de edificios jesuíticos estuvo en obras hasta el año 1740. No obstante, fueron entrando en uso a medida que estaban acabados por partes. El nombre de calle Cobertizo de la Botica se menciona en algunos documentos a partir del año 1702 (momento de la fusión del Colegio de Santiago y del Bartolomé); la vía tomó esa nomenclatura popular debido a que la residencia del Colegio de San Pablo y el Colegio Mayor “Bartolo” estaban unidos por una pasarela a la altura del primer piso, para aligerar el paso de alumnos y profesores entre ambos edificios. Las ordenanzas del siglo XVIII obligaban a que el rector del Colegio Mayor fuese un padre jesuita.
Plano de la zona en 1796, en el que se ve todo el Colegio de San Pablo en un solo bloque, con la calle Cobertizo de la Botica separándolo del Colegio Mayor Bartolomé y Santiago. La calle Riaño no existía y la Plaza de la Universidad todavía no había sido realineada. /ARCHIVO HISTÓRICO AYUNTAMIENTO DE GRANADA
La Botica o Farmacia de la Compañía debió corresponderse con lo que Martín de Baseta denominó en sus planos de 1579 como Bodega o almacén. Se trataba de dos espacios, con acceso directo desde la calle, que actuarían como botica y rebotica. Esta calle tenía continuidad hacia Conde de Tendillas.
Una portada de 1955 (aprox.) cerró la antigua calle pública en su acceso por Duquesa. La antigua calle Cobertizo de la Botica se la reparten la zona deportiva del Colegio Mayor y un patio interior de la Facultad de Derecho.
19 farmacias hacia mediados del siglo XVIII
La farmacia de la Compañía de Jesús había conseguido ser la más famosa y rentable de toda Granada cuando estuvo a pleno rendimiento. Su ubicación tan céntrica, muy próxima al Hospital de San Juan de Dios, le beneficiaba. Había varios padres herbolarios (boticarios) asistidos por otros tantos mancebos y recolectores de plantas.
En 1752, también preparaban fórmulas, tisanas y emplastos para pueblos cercanos de la comarca, puesto que la figura del farmacéutico no existía en la mayoría de poblaciones
En 1752 se contaban diecinueve farmacias en Granada, según la relación del Catastro del Marqués de la Ensenada. También preparaban fórmulas, tisanas y emplastos para pueblos cercanos de la comarca, puesto que la figura del farmacéutico no existía en la mayoría de poblaciones. Entre las farmacias capitalinas, la de la Compañía estaba considerada como la más potente y productiva: Hacienda tasó el valor de aquellas farmacias entre 150 y 800 ducados, cifra ésta que sólo alcanzaba la de la calle Cobertizo, con mucha diferencia sobre las demás.
La Farmacia de la Compañía contaba con todo tipo de maquinaria de preparación de medicamentos; una valiosa biblioteca médica, botánica y farmacéutica, con volúmenes desde el siglo XV hasta el XIX; hierbas y principios médicos se guardaban en botamen de más de un millar de recipientes cerámicos, de cristal de Castril, Puebla de Don Fadrique y Pinar de la Vidriera, recipientes de cobre, e infinidad de cajas anaqueles. El local estaba dividido en una zona de atención al público y en un taller o rebotica, donde también solían tener lugar tertulias de la Academia de Medicina y Colegio de Boticarios (la primera data de 1757 y el segundo, de 1856).
Plano del lugar donde se aprecian abiertas la calle Cobertizo de la Botica, Riaño y el último tramo de Caballerizas (la farmacia estuvo sobre la manzana señalada como “C. del Cob.”). Todas estas callejas desaparecieron con la Reforma de Gallego Burín de 1943. El 3 de abril de 1944, lunes santo, desfiló por la calle Cobertizo de la Botica la Cofradía de la Oración en el Huerto, presidida por el alcalde Gallego Burín. Procedía de calle Arandas y cruzó hasta Duquesa. Fue la última vez que la atravesaron las procesiones de Semana Santa. / ARCHIVO HISTÓRICO DEL AYUNTAMIENTO DE GRANADA
La Farmacia de la Compañía comenzó a pasar de mano en mano de particulares, llevando el nombre del boticario en su puerta
La orden de expulsión de la Compañía de Jesús en 1776 afectó enormemente a la Botica de la Compañía. Por lo pronto, una parte salió del edificio de San Pablo hacia el Hospital Real y otra de ella se ubicó en la acera de enfrente, a continuación del Colegio Mayor, en el número 1 de la calle. Se hizo un detallado inventario, aunque algunos de sus elementos más valiosos fueron puestos a recaudo en la vecina iglesia de los Santos Justo y Pastor (expoliados después por las tropas francesas en 1810).
La Farmacia de la Compañía comenzó a pasar de mano en mano de particulares, llevando el nombre del boticario en su puerta. No obstante, el vulgo seguía llamándola de la Compañía, para conocerse después como “Farmacia del Cobertizo de la Botica”. Fue un momento en que otros farmacéuticos comenzaron a presentarle fuerte competencia, aunque siguiendo el modelo jesuita, pero mejorado.
El número de farmacias había subido a veintiuna en el año 1815; la de la Compañía continuaba siendo la más potente, regentada por el boticario Juan Antonio Rui Viejo.
La mayor parte, regalada al Hospital de los Reyes
No obstante, la mayor parte de la botica del Colegio de San Pablo fue pasto del expolio, malvendida y sumida en el olvido tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Los envases y parte del contenido de Farmacia de la Compañía fueron donados al Hospital de los Reyes de Granada (Hospital Real).
Albarelo de cerámica granadina o sevillana, del siglo XVIII. Muy posiblemente proceda de la parte de botica de los jesuitas regalada al Hospital de los Reyes. /COLECCIÓN FACULTAD DE FARMACIA DE GRANADA
El contenido de la botica jesuita era inmenso, tanto en utensilios como botamen. Sin embargo, los libros más valiosos no llegaron al Hospital de los Reyes: se habían quedado repartidos entre la biblioteca general de la Universidad, la celda de los dos hermanos boticarios y en la nueva farmacia del Cobertizo, que ahora heredaba la fama, el lugar y el nombre de los jesuitas.
La impresionante farmacia de la Compañía fue inventariada en 1770
La impresionante farmacia de la Compañía fue inventariada en 1770. (El profesor José Luis Valverde incluye una detallada relación de este inventario en su libro “Los servicios farmacéuticos del Hospital de los Reyes de Granada”). No obstante, la parte de farmacia jesuita regalada al Hospital Real fue arrendada a un particular, Manuel Carrión Maestre, que la explotó entre 1776 y 1815 en dos locales diferentes, junto a la Iglesia de San Ildefonso y frente al propio Hospital. En 1815 rompieron el contrato; esta parte importante de la antigua botica de los jesuitas fue perdiendo fuerza, hasta desaparecer ya a principios del siglo XX. Sus restos de botamen, redomas, orzas, pulverillos, urnas vidriadas, alambiques, pesas, etc. están repartidos por los lugares más inverosímiles. Los botes más antiguos tenían impreso el sello de la Compañía.
Este mortero de madera está datado en 1597. Era propiedad de la botica jesuita, quizás ya estuviera en su primer establecimiento de la calle Lucena. Iba entre lo vendido al coleccionista británico. Entre maja y cuenco pesan algo más de tres kilos. /MUSEO DE CIENCIAS DE LONDRES (Préstamo de Colección Wellcome)
De Farmacia Pontes a Licenciado Guardiola, para acabar en Londres
A partir de mediados del siglo XIX (1846), la parte de la Farmacia de la Compañía que había quedado en la calle Cobertizo de la Botica ya nos aparece en manos del farmacéutico Francisco de Paula Pontes y sus descendientes. Su hijo más preclaro fue José Pontes Rosales (1838-1907); obtuvo la licenciatura en Farmacia en el año 1859. Fue farmacéutico militar a partir de 1862 y entró en la Botica Real de Madrid. En el año 1866 este farmacéutico granadino aparece como uno de los tres representantes en el Congreso de Boticarios de Madrid, que dio origen al nacimiento de muchos colegios de farmacéuticos. Pontes, aunque residente en Madrid, era académico del Colegio de Granada. José de Pontes fue director del periódico La Oficina de Farmacia y llegó a ser miembro de número de la Real Academia Nacional de Medicina (entre 1898 y 1907).
En la década de los años veinte la farmacia de la Compaía dejó de ser de la familia Pontes, que la había atendido desde por lo menos ocho décadas atrás
Pero a cargo de la farmacia Compañía-Pontes se encontraban otros familiares; habían aumentado su colección de botes de cerámica notablemente. En 1899, cuando se creó el actual Colegio Oficial de Farmacéuticos, aparecen Nicolás de Pontes Romero y Antonio de Pontes y Pontes. Nicolás fue vocal entre 1899 y 1903, con Juan Lopez Rubio como presidente-fundador. El segundo de ellos fue miembro de la junta directiva del COF varias veces, e incluso su presidente entre los años 1917-22.
En la década de los años veinte la farmacia que nos ocupa dejó de ser de la familia Pontes, que la había atendido desde por lo menos ocho décadas atrás. En el Archivo Histórico del Ayuntamiento hay una concesión de apertura de licencia de la farmacia a nombre de Martín Sheriff, en el año 1924. Sólo un año después, 1925, es cuando ya aparece registrada en el Ayuntamiento a nombre de José Luis Guardiola. Suponemos que se referirá a José Luis Guardiola Mira (promoción 1918-23); fue profesor del departamento de Microbiología de la Facultad de Farmacia a partir de 1927, donde aparece con varias publicaciones entre 1930 y 1938.
Tres años después de que Guardiola se hiciese con la propiedad, en 1928, la farmacia “Compañía-Dr. Pontes-Ldo. Guardiola” fue vendida, al menos en lo referente a todos sus viejos utensilios, botes, mobiliario, etc. Su propietario debió renovarla con materiales más modernos, ya que el establecimiento continuaba abierto durante la II República. En la etapa republicana Granada contaba ya con 35 farmacias, aparte de otras tantas en los pueblos más grandes de la provincia.
Y llegamos al año 1936. Se aproximaba el final de la farmacia del Cobertizo de la Botica o de la calle Compañía, con estos dos nombres era conocida la callejuela. Su última propietaria fue una mujer avanzada para su tiempo, con un expediente académico inmejorable, pero que tuvo un trágico final al principio de la Guerra Civil. Se llamó Milagro Almenara Pérez y acabó fusilada por sus creencias políticas izquierdistas y feministas.
La vida de esta farmacéutica será tema del próximo capítulo de esta historia referida a la botica con más solera que ha tenido Granada en los cinco siglos de etapa cristiana.
La farmacia que acabó en Londres
Pero en el tiempo nada menos que treinta y cuatro años atrás, al verano de 1894. Dos turistas realizaban viaje por España. Eran los dueños de uno de los más importantes laboratorios fabricantes de medicamentos. Se trataba de Silas M. Burroughs y Henry Welcome, ambos de nacimiento norteamericano, pero afincados en Londres.
En aquel viaje a España de finales del XIX habían tanteado la compra de la farmacia toledana del Hospital de Afuera, que era una de las joyas de la farmacopea castellana (desde su fundación en 1541). Los dos socios eran muy aficionados a la fotografía y Wellcome también al coleccionismo de todo lo relacionado con la salud y los medicamentos. Visitaron Granada. Nos dejaron una instantánea de Burroughs posando en el Patio de los Leones de la Alhambra. En la foto aparece vestido con el típico traje moruno.
Y se encapricharon de la “Farmacia Compañía-Pontes”. Wellcome debió guardar el recuerdo en su memoria muchos años después, hasta que la compró en 1928, cuando era propiedad de la familia Guardiola.
Tres postales impresas con motivo de la exposición/recreación de la Botica jesuita en el Museo Wellcome del año 1975. Se aprecia una disposición bastante distinta a las fotos del original. / POSTAL COLLECTION WELLCOME TRUST
A partir de la adquisición del contenido de la botica (el establecimiento siguió funcionando todavía ocho años más, pero renovado) fue cuando comenzó su época más oscura: no sabemos casi nada del traslado. Sólo conocemos datos sueltos por una cartela museística de 1973, aunque errónea en varios aspectos. Sólo conocemos el año en que fue desmontada y trasladada a Londres: 1928. Hicieron varias fotos antes de comenzar a llevársela por partes.
La “Farmacia la Compañía” estuvo metida en cajas durante muchos años
La “Farmacia la Compañía” estuvo metida en cajas durante muchos años. Sir Henry Wellcome viajó mucho por el mundo; recogió más de un millón de piezas médico-farmacéuticas. Los directivos del laboratorio farmacéutico inglés plasmaron los deseos de Wellcome de ordenarlas en un gran museo, tras su muerte. En el caso que nos atañe, los británicos reprodujeron la antigua farmacia del Cobertizo de la Botica lo mejor que supieron y pudieron. Editaron las postales con que ilustramos este artículo. Estuvo expuesta en la década de los setenta del siglo XX; hoy está embalada en cajas repartidas por la Collection Trust y The Sciencie Museum. Sólo se pueden ver piezas sueltas descontextualizadas.
La oficina de farmacia de la exposición simulaba una calleja andaluza (con rejas, farolillo y virgencita de cerámica en la fachada), con solería de baldosas hidráulicas de damero, etc. Pero la librería, los utensilios y los botes son los auténticos de Granada. El retrato del propietario decimonónico, el despacho, el mobiliario… todo es genuino, incluyendo un parasol neomudéjar que adornaba el dintel de entrada. La etiquetabn como farmacia española del Dr. Pontes, con alguna mención a los jesuitas en sus referencias. El viejo cartelón de madera de la puerta había desaparecido, así como el escaparate. El mayor error es que ubican su construcción original en el año 1492. Es puramente un retrato de la más auténtica farmacopea granadina de siglos pasados.
Profunda remodelación urbana de la zona: el Cobertizo y calles desaparecidas
El tercio final del siglo XIX se vio sacudido por las revoluciones sociales. Los políticos acometieron importantes reformas urbanas, entre ellas el realineamiento de la calle San Jerónimo y la separación de la manzana jesuítica: se decidió demoler los dormitorios originales de curas que había en la zona paredaña al claustro de la Colegiata. El proyecto fue ejecutado entre 1878 y 1886, en buena parte pensando en dar trabajo a los numerosísimos parados de entonces, pero también para separar claramente la parte religiosa de la parte civil, ya que el Colegio de San Pablo fue repartido entre la Universidad, Gobierno Civil y Diputación, además del Jardín Botánico. La potencia de la Botica se incrementó con la creación de la Facultad de Farmacia (1850) en el mismo edificio; allí permaneció el centro de formación de licenciados durante los siguientes 71 años, en que fue trasladado al palacete del número 64 de la calle San Jerónimo.
La calle Riaño fue abierta al demoler los dormitorios de los jesuitas en 1879-86. Lleva ese nombre en homenaje a un político del momento. Fue cerrada y habilitada como un jardín de Derecho entre 1943-55.
El resultado fue abrir una callecita perpendicular entre la Plaza de la Universidad y Cobertizo de la Botica, a la que pusieron por nombre Riaño. El homenajeado era Juan Facundo Riaño y Montero (1829-1901), político encumbrado del momento: licenciado en Letras y Derecho, Catedrático de Bellas Artes, Académico de la Nacional de Historia (en el sillón le sucedió otro granadino, Federico Olóriz). Fue miembro de la cofradía literaria Cuerda Granadina, con el pseudónimo de London (estaba casado con una hija del hispanista Pascual de Gayangos, que residía en Londres). Fue diputado infinidad de veces en representación de instituciones granadinas, entre los años 1881 y 1900. También director general de Educación.
En esta remodelación desapareció el cobertizo que le dio nombre a la calleja durante casi dos siglos. No conocemos si ha sobrevivido alguna fotografía o pintura de él. Sólo tenemos un esbozo de dibujo del arquitecto Leolpoldo Torres Balbás, conservador de la Alhambra, fechado en 2 de diciembre de 1931. Está conservado en el Archivo Histórico de la Alhambra bajo el título de Cobertizo de la Botica; el arquitecto debió haberlo copiado de algún otro dibujo anterior ya que incluso da mediciones.
Cobertizo Torres Balbás /Esquema del Cobertizo de la Botica que unía el Claustro de la Colegiata con el Colegio Mayor San Bartolomé, a la altura de las primeras plantas. Lo dibujó Leopoldo Torres Balbás en 1931. /ARCHIVO HISTÓRICO DE LA ALHAMBRA
No podemos asegurar la fecha exacta en que desapareció el Cobertizo. Aventuramos que se lo llevó la remodelación de Juan Montserrat (1876-85).
Pero una cosa son los proyectos y otra su finalización. La supervivencia del callejón Riaño fue efímera: el 2 de enero de 1943 fue aprobado el Anteproyecto de Ordenación Urbana y Alineaciones del alcalde Antonio Gallego Burín. En aquella Reforma de Granada se incluyó la privatización de las dos calles que separaban la Colegiata de San Justo y Pastor, Universidad y Colegio Mayor. El motivo aludido por el Ayuntamiento fue “dotar de unidad física” al Colegio Bartolo, a la Universidad y a la Iglesia, tal como había sido el deseo de la Compañía en sus orígenes. Nuevamente, el proyecto municipal se eternizó y no se colocaron las verjas hasta el año 1955.
Las calles desaparecidas se llamaban Cobertizo de la Botica y Risueño (más una parte de Caballerizas); unas rejas y una especie de capilla interrumpen el paso desde entonces. Una placa pegada en la pared, un tanto invisible por la vegetación, recuerda que allí hubo una calle durante más de tres siglos. Desde entonces, todas las fachadas de la calle son de edificios públicos.
Farmacias coetáneas granadinas
De aquella época de farmacias con rancias estanterías de maderas nobles, repletas de botes de cerámica y rebotica para elaborar recetas magistrales, todavía queda alguna representación en Granada.
La más famosa (por el atractivo para turistas) es la Zambrano, en la calle Reyes Católicos. Se sospecha que sus orígenes se remontan a una botica que hubo en el Puente del Carbón a nombre de Domingo García (1733), que ya la había vendido en 1752. En 1876 la adquirió Juan López Rubio (1829-1913); la trasladó al volver la esquina, en calle Reyes Católicos. López Rubio, onubense de Alájar, llegó a Granada en 1854 a estudiar Farmacia en la Facultad recién creada; aquí emparentó con los banqueros Rodríguez Acosta y desarrolló una importante labor como empresario azucarero y constructor (de la Gran Vía) hasta su ancianidad. Fue el primer presidente del Colegio de Farmacéuticos. Actualmente la farmacia está en manos de Diego Zambrano, quien, con sabio tacto y sensibilidad, ha sabido combinar tradición artística y modernidad. (Debería ser declarada de interés turístico local).
Otra botica granadina que merece ser nombrada por mantener cierto sabor tradicional y artístico es la Gálvez, situada en la calle Mesones, 6. Fue fundada en el año 1890. Hoy conserva sólo dos estanterías con botes de principios del siglo XX.
Una más de aspecto similar había situada en la Placeta de San Gil, inicio de Calderería. Pero hace poco más de un año que ha sido desmontada y en su lugar hoy se suceden tiendas de souvenirs.
En la calle San Jerónimo sigue existiendo en el número 13, aunque ya modernizada, la que a finales del siglo XIX es mencionada como botica del Sucesor de Ortiz de Pujazón. Hoy es Farmacia Morales.