SENTENCIA DE CRUZ por Juan Alfredo Bellón
SENTENCIA DE CRUZ por Juan Alfredo Bellón paras EL MIRADOR DE ATARFE del domingo, 26-03-2017
Miren ustedes por dónde la Judicatura y sus calendarios se han puesto de acuerdo para hacer coincidir los momentos procesales del llamado Caso Romanones y el calendario litúrgico semanasantero de nuestra meridionalidad hispana y mediterránea: el martes pasado el fiscal retiró su acusación y pidió el sobreseimiento de la causa contra el padre Román y los demás acusados por falta de pruebas y el caso quedó cerrado, visto para sentencia y pendiente del señor juez quien, a poco que se descuide, señala la comparecencia de las partes para los primeros días de la Semana Santa, coincidiendo con las fechas que la Liturga católica asigna para la pasión de Cristo y por tanto para su condena en sentencia de cruz, como cantaba doña Concha Piquer y luego toda la rehata de tonadilleras que la sigueron en el oficio y relataron las penas de amor a que este las sometía y que están explicadas en la letra de la copla que luego reinmortalizó Carlos Cano (Me embrujaste) con música de Miguel Angel Alcedo Letrán y letra antológica de Quintero, León y Quiroga cuyo es este fragmento, ramillete lírico con el que hoy rindo homenaje a la poesía y a los y las poetas procurando hacer hilo con el Ayuntamiento de Granada que, a falta de presupuesto y peculio para mayores empresas y ahora que se acerca la primavera sin saber ni cómo ni porqué, la ha declarado Ciudad de la Poesía: No sé si hay otra que quiera / con la pasión que yo a ti, / que vivir de esta manera / más que vivir es morir. / Por qué me despierto temblando yo sola / y miro a la calle desierta y sin luz, / por qué tengo la corazoná / de que vas a darme / sentencia de cruz.
Y yo que, como saben quienes me conocen, vivo a escasos metros y minutos de la antigua Chancillería granadina, donde tenia su primitiva sede la Santa Hermandad, nombre de la Inquisición que juzgó y ejucutó las sentecias de los delitos contra la fe católica y las costumbres desde finales del siglo XV hasta entrado el XIX. Pues resulta que ese antiguo palacio renacentista de influencia italiana cuyos calabozos sirvieron para interrogar y castigar a los reos de pecar contra la fe, sirvió también para que ante su fachada, en plena plaza Nueva, se iniciara uno de los deportes preferidos por la intransigencia patria cual fue el de las frecuentes quemas de libros y de las no menos numerosas ceremonias de los autos de fe donde también ardían los reos de la Inquisición y eran expuestos los declarados culpables de los delitos de herejía, criptojudaismo y demás creencias y costumbres pecaminosas que eran emplumados por la multitud y paseados a lomos de équidos jamelgos y ataviados con trajesde fantoches ridículos y capirotes bufos mientras recibían todo tipo de escarnios de palabra y de obra y eran los insultos e improperios del lanzamiento de toda clase de proyectiles. Así, Bartolomé José Gallardo cuenta en un poema satírico escrito en el siglo XIX que tuvieron que desfilar ante las iras populares, montados en un jumento dos reos del pecado nefando (esto es por haber sido sorprendidos practicando la sodomía) y cuenta Gallardo con gracejo picaresco que mientras el primero, cristiano granadino, iba cabizbajo, avergonzado y compunjido a lomos de la caballería, el otro, moro, montado a su grupa, vociferaba e increpaba al populacho y se defendía con este argumento -¡No estar la jembra yo, yo estar el macho!
Pues bien, durante los días que ha durado la vista pública del llamado juicio de los Romanones ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, con sede en la citada Chancillería, no he podido por menos de recordar el lance burlesco escrito por el erudito decimonónico, viendo tan animada la fachada delantera del Palacio de Justicia por donde paso a diario para comprar el pan y la prensa: numerosos corrillos de curiosos, vehículos con antenas parabólicas enviados por las cadenas radiofónicas y televisivas con sus respectivos corresponsales y reporteros provistos de cámaras, trípodes y micrófonos, rodeados de pancartas populares condenatorias de los curas del clan presuntamente pederasta y del arzobispo, que también supuestamente los habria protegido in vigilando sine diligentia, como Esperanza Aguirre en Madrid, favoreciendo a los presuntos agresores del joven Daniel por omisión de la ayuda debida del pastor a la víctima acusadora. Han sido unos días tensos en los que la judicalización de la vida pública granadina ha coincidido con el tomate romanón y con las acusaciones policiales al ex alcalde Torres Hurtad[or] y a la teniente de alcalde Isabel Nieto sobre el caso Nazaríes y la prevaricación urbanística en la discoteca del Serrallo. Hoy mismo se ha sabido la añadidura a este tomate urbanístico de la contratación fraudulenta por un empresario del hijo de la ex concejala de Movilidad doña Telesférica Ruiz, que estranguló el Albaicín con saña iconoclásta durante los años de su gestión, más propia de un Atila intransigente que de una edil cuidadosa de los intereses de la ciudadanía. Y así es posible que la sentencia se conozca coincidiendo con la salida a la calle en muchos pueblos y ciudades de la hermandad del mismo nombre produciendo un efecto chusco y redundante sorprendentemente llamativo: ¿Qué me diste? ¿qué me diste? / que así me has cambiado / de nieve en hoguera de roja pasión; / no me alejes de tu vera / que sin tí no hay pa mí remisión.
Copla y realidad, literatura y vida cotidiana, amor y desamor, obediencia indebida, picaresca
del Decamerón bocacciano con expresiones dignas de Teresa de Cepeda y Ahumada y Juan de Yepes, que por Granada anduvieron, fundando y refundando, huyendo de la Inquisición pero nunca aprovechándose de los menores ni agrediéndolos sexualmente sino ofreciendo a todas y a todos el bálsamo dulcificante del amor y de la poesía, (¡Ay llama de amor viva / qué tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro! / Pues ya no eres esquiva / matando muerte en vida la has trocado).
Qué diferencia de estilo y de lenguaje con el del arzobispo Martínez y el padre Román. Por sus palabras los conoceréis y por sus obras los sentenciarán aunque ahora los absuelvan. Así sea.