Comportamientos tóxicos en las redes sociales.
Las redes sociales (facebook, twitter, youtube, whatsapp, instagram,…) tienen, sin duda, un enorme potencial pues permiten el intercambio de información en tiempo real; compartir imágenes, videos, discusiones e ideas en distintos foros, con libertad y sin filtro ninguno.
Estos comportamientos normales desde el respeto mutuo de confrontación de ideas y opiniones, entran dentro de la dinámica normal en la que se desenvuelven. Sin embargo el hecho de que existan nuevos medios de comunicación sociales y globales, que da unas ventajas y una autonomía hasta ahora no conocidas; no nos libra de sus efectos perversos y negativos. ¿Quien no pertenece a algún grupo de Facebook que es monopolizado por unos pocos, que lo saturan repetitivamente imponiendo sus posiciones y enterrando a los discrepantes en volúmenes ingentes de entradas?. ¿Quien no ha escrito su opinión en su muro o perfil de twitter sobre algún tema controvertido, siendo a continuación atacado e insultado por un grupo de personas (casualmente las mismas de la vez pasada)?. ¿Quien no ha hablado de cualquier tema y casualmente (los mismos) tratan de crear una discusión para hablar del tema que les interesa, aunque no tenga nada que ver con el origen de ese tema?.
El ámbito económico no se encuentra exento de los fraudes vía Internet; de hecho, es quizás uno de los más vulnerables. El sector político es sumamente vulnerable, ya que en él se maneja información que afecta directamente a los intereses sociales, económicos y culturales de un país. La violencia social es ejercida principalmente por militantes y activistas radicales, fascistas, racistas, …, quienes, a través del ciberespacio, envían propaganda, se organizan y multiplican. Pero esto sólo es parte de lo que acontece en Internet. En ese sentido existe un movimiento de deslegitimización de la política y de políticos (aunque en alguno haya hecho méritos, pero no todo el colectivo), donde personas individuales pretenden hablar en nombre del “pueblo”, quizás se olvidan que esto es lo mismo que liquidar la democracia, puesto que al contrario de los políticos y políticas, ellos no se han sometido al escrutinio de las urnas, y habiéndolo hecho tampoco han sacado un resultado mayoritario, para pretender hablar en nombre de “toda” la gente; y a pesar de ello pretenden asumir una representatividad que no tienen.
Y es que existen grupos tan fanatizados y sectarios, para los cuales quien opine lo contrario que ellos o, incluso, se atreva a discrepar en parte de sus ideas, no es suficiente con entrar a rebatirlo respetuosamente, sino que debe ser destruido y sacrificado en el altar de su verdad. No pueden contenerse cuando observan en la red a quien mantiene una postura contraria, hay una fuerza que les impulsa a entrar en su espacio (aunque no lo conozcan) para imponer su verdad incontestable y mesiánica. No, no pueden mantenerse al margen y expresar en su propio espacio sus ideas, deben sistemáticamente marcar al enemigo, para insultar, menospreciar, tener la última palabra y señalar a sus compinches el objetivo, para que entre todos su opinión, sea la única válida, y prevalezca por encima de todo y todos.
No se trata de escribir ahora un tratado de psiquiatría de personalidades tóxicas, que daría mucho de sí. Suelen ser personas con perfiles raquíticos en “me gusta” o “retwiteet”, o directamente perfiles falsos o anónimos creados para su tarea de bullying. Entran en tu perfil sabiendo que al tener miles de seguidores, su opinión puede llegar a más personas y usar tu propio perfil contra tí, expandir aquí sus ocurrencias, dado el escaso éxito del suyo propio. Existe otra técnica activista en la cual rastrean las redes buscando un tema concreto y si casualmente lo que has opinado va contra sus preceptos, te “marcan” dentro de su grupo fuertemente fanatizado, para que el enjambre actúe contra tí atacando sin piedad. Se trata de callar bocas, no permitir la herejía de quienes piensen diferente, da igual si te conocen, como si no.
Dentro de los comportamientos reprobables humanos están las agresiones físicas o verbales, y la tecnología permite que esos mismos comportamientos se reproduzcan en la redes sociales. Este fenómeno no sólo se limita al acoso escolar, también se extiende a nivel social y político. Existen opiniones infumables que merecen la desaprobación general y a pesar de ello se convierten en trending topic (algún que otro presidente vemos casi a diario). Quien practica el ciberlinchamiento cree que su causa es legítima, noble y justa, creen ser héroes que deben vigilar la verdad para que nadie la manche con sus opiniones. Estás prácticas en apariencia individuales, no siempre son espontaneas, sino que a veces están perfectamente organizadas para acaparar la red, dominar y atacar al contrario mediante métodos que rozan la más elemental ética.
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