ABIERTOS EN CANAL por Juan Alfredo Bellón
ABIERTOS EN CANAL por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 23-04-2017
Ya, a estas alturas de la tercera semana del 18 al 24 de abril en que escribo este que es el décimo sèptimo artículo de este año 2017 de nuestra era, hemos perdido el discreto encanto de la primavera vigente porque, eso es lo que tienen las reacciones colectivas humanas, antes de que las hayamos estrenado y estén ya las plantas y los animales para reventar de surgencia, pues resulta que todo lo que es agua primaveral pasando nos parece agua primaveral pasada y ya casi ha perdido su novedad y se ha convertido en proto-estío verdadero, sazón de frutas maduras por el primer calor adulto, en torno a la cálida noche del señor san Juan, pasado ya el Corpus que tanto se señala en estas tierras de Andalucía, por lo que tiene de ciclo agrícola cumplido, cuando aprieta la calor, / cuando los trigos encañan / y están los campos en flor.
Pues lo dicho, antes de que nos haya llegado la primavera, ya tenemos la sensación de que sin querer se nos fue, sin saber cómo ha sido, según cantaba al respecto Luis Mariano en Violetas Imperiales, y eso que era una experiencia de la fugacidad de lo pleno vivida desde París de la Francia, aunque buena parte de la película estuviera rodada en Graná y en los paisajes inmediatos sacromontanos y albaycineros.
Lo que son las cosas, Señor, y lo poco que duran cuando son plenas y verdaderas: vas por lo tuyo y con lo tuyo, como si anduvieras enseñoreándolo y casi no consigues palparlo con seguridad. Un poner, como andaba yo el Viernes Santo por la Cuesta de los Aceituneros arriba, subiendo desde la verita del Darro a mi domicilio y a la altura del último escalón, allí donde mismo están los arcos ya cegados del Ladrón de Agua al que Juan Ramón Jiménez le dedicó uno de sus más felices poemas en prosa a propósito de aquella feliz visita a Granada que le guió Federico García Lorca, cuando tropecéme y caíme cuan largo era, dándome con el boquino contra el empedradillo garnatí con tanta fuerza que me rebotó el carrueco contra la labor pétrea semialmoadillada por lo mullido del labio y la nariz, botando como balón en el tablero de la canasta y sacando de su seno de un tirón el últmo piño natural que se albergaba en el centro de la encía superior y donde cumplia la postrer función de guía y soporte de la prótesis dentaria desde hace tiempo imprescindible para su función. Aquella paleta…por do tanto pecado había yo al tiempo que hablaba, aunque la urbanidad repita y aconseje no hablar y comer al mismo tiempo, como si muchos de nuestros órganos vitales (la boca, el ano y el pene) no fueran capaces de hacer dos y hasta tres cosas al mismo tiempo con natural perfección.
Es como el Canal de Isabel II que, habiéndose perdido la memoria colectiva de cómo se las calzaba la tal reina y apenas sabiendo que era una institución madrileña relacionada con la empresa pública capitalina y no el origen de la sangría económica en que el PP ha convertido la Fundación de ese nombre y sus negocios dentro y fuera de España, de modo que puede decirse que esta semana, entre la Guardia Civil, los jueces y los fiscales están abriendo en canal a Esperanza Aguirre, Ignacio González, Rajoy, Barcenas y compañía sin que parezca que, al final de la jornada, no se va a salvar ni el Potito, llevando como lleva la Lideresa toda la mañana del viernes declarando y echando, parece que en vano, balones fuera pues ya a estas alturas nadie se va a creer que con ella no va la cosa.
Y, aunque parece verdad que Mariano Rajoy es mejor portero que Gigi Buffon echando balones fuera, el cúmulo de marrones legales corruptibles es tal en los territorios frecuentados por su partido, que ya no hay quien sostenga la tesis de que España va bien mirando con el ojo vago al infinito mientras que con la diestra despeja balones a la remanguillé. Y al final, parece que casi todos terminarán haciendo su labor y su obligación, menos Marhuenda, cosa que, por otra parte no nos extraña nada si no estuviéramos -como estamos- acostumbrados a verlo y a escucharlo. ¡Qué país, Señor, qué paisanaje!¡Qué gobernantes y qué caras más duras, con cuánta alevosía!
Va a haber que instalar otra vez en los lugares públicos baterías de escupideras o bacinillas como aquellas que servían para desinfectarlos de los microbios de la tuberculosis donde nadaban con los bacilos los gallipavos sanguinolentos que nos servían a la infancia para vomitar de urgencia.