24 noviembre 2024

NUEVAS FILOSOFÍAS Por Juan Alfredo Bellón

NUEVAS FILOSOFÍAS Por Juan Alfredo Bellón  DESDE EL MIRADOR Nº 52  DOMINGO, 17-05-2015

Cuentan los medios en esta calurosamente electoral semana mayera (cuando mayo, no solo no marcea, sino que juliea y, más bien agostea) lo digo por el calor africano con que nos viene regalando nuestro continente hermano al Sur; pues que dicen las radios, los periódicos y las televisiones y las redes sociales y hasta Internet y, por tanto, se dice en la nube o, mejor, en la nebulosa informativa donde flotan todas nuestras palabras, anhelos y aspiraciones, temores y esperanzas; cuentan, digo, que hoy lo que prima es la teatrocracia.

No la meritocracia, ni la democracia, ni la aristocracia (lástima de Esperanza Aguirre, Rajoy y Rita Barberá; María Dolores de Cospedal y Soraya Sáez de Santa María; pena de Sánchez y Susana, Lara y Llamazares, Maíllo y Tania Sánchez; lástima de los nacionalistas de izquierdas y de derechas a quienes ya no hay ganas ni tinta para nombrar…). No; nada de eso: lo que hoy importa es la iconicidad expuesta ante las masas sobre la pasarela del proscenio universal en que se ha convertido este complejo sistema comunicativo-expositivo-inculcativo donde se enseñan las vergüenzas propias y, sobre todo, las desvergüenzas ajenas.

Por algo se dice que vivimos una etapa predominantemente barroca: todo son sainetes, comedias de enredo y de capa y espada, dramas, tragedias y, sobre todo, autos , muchos autos judiciales y algunos también sacramentales, que se representan en el gran teatro del mundo y según los cánones calderonianos o sea como dios manda.

Y mientras, desde Madrid, los gurús de la política nos muestran a sus primeros espadas montados en bicicleta, mientras en regiones y en provincias nos los suben en patinete o en borrico, sobre todo en acémila, como mandan los cánones rurales, asalvajados y asilvestrados, que por aquí no hay tregua ni pesebre para esta lucha sin cuartel (¡Ay Dios mío de mi alma y Virgen santa de mis entretelas!) en que nos hemos metido hasta el mismísimo labio superior. Porque lo cierto es que el principal atributo de la mierda es su olor manifiesto y este se percibe por el olfato, lo que implica que, de tanto remover las mierdas, los más damnificados somos los que estamos en las distancias cortas y tenemos que tragarnos los calorets y los olorets de ciertos personajes menopáusicos cuyos efluvios no serían soportables ni aunque los metiéramos de cabeza en esos retretes inteligentes que acaban de comercializar los japoneses.

De modo que esta filosofía de la teatralidad, basada en la voluntad de vendernos la burra enjaezándola para la feria, no es nueva sino un modus engañandi tan viejo como mingitar a chorro usando, eso sí, el poder impulsor de la uretra pero también y sobre todo la fuerza de la gravedad, que es como decir «eso va de suyo» o «eso cae por su propio peso». Y así se diseñan las mentiras necesarias de acuerdo con la ley de la treatralidad y se designan las y los protagonistas, el reparto y los artistas invitados y hasta la claque, para aplaudir solicita desde el paraíso en los momentos que exige el guión. Y al personal se nos pone la cara de imbéciles y a nadie se le permite interrumpir la función so pena de filibusterismo flagrante porque la escena es nuestra y la platea y los palcos y hasta el gallinero, que es como en mi pueblo –pobreticos míos, las hambres que se han pasado– llaman al paraíso.

                Y encima va y pierde el Madrid frente a la Juventus a pies de un joven llamado Morata a quien su club nativo malvendió el verano pasado para seguir fichando a más extranjeros de renombre para que le rindan pleitesía a Cristiano Ronaldo (llamado así por ser su padre, forofo de Ronald Regan) con esos gestos que hace cuando marca y esos lloros que entona cuando no y esa arrogancia fatua con que talona antes de ejecutar una falta a puerta… contraria y con que celebra haber marcado de penalty al portero del Córdoba. Y la cara que se le queda cuando manda el balón a las nubes o cuando lo eliminan de la Champion’s League .

Es esa teatralidad barata con que Rajoy saca pecho por lo mucho que desciende el paro y sube el empleo o pone cara de tahúr sufriente cuando lo pillan en un farol. Capullo.