23 noviembre 2024

Facebook no quiere que te suicides

  • La red de Zuckerberg ha desarrollado una herramienta para evitar posibles casos de suicidio entre sus usuarios. De momento, sólo funciona en Estados Unidos. La iniciativa puede chocar con el derecho a la intimidad, según los expertos

Se acabó aquello de llamar, escribir un mensaje o decir, cuando haya oportunidad: «Te noto un poco bajo últimamente, ¿te encuentras bien?, ¿puedo hacer algo por ti?». Facebook acaba de poner en marcha en los Estados Unidos una herramienta que permite avisar a la propia red social de que algo le puede estar pasando a uno de nuestros amigos.

Ahora, si detecta que uno de sus contactos escribe estados raros, demasiado melancólicos, o pone enlaces a canciones tristes de Youtube o, directamente, dice que no puede más y que la única solución a sus problemas es la muerte (es posible que emplee un eufemismo) su opción digital, muy a mano e inmediata, es avisar a Facebook, que pondrá en marcha un protocolo que contempla diversas soluciones: chatear con una persona que haya sobrevivido a un intento de suicidio y sea capaz de gestionar una crisis de angustia, chatear con una de sus amistades o ponerse en contacto con organizaciones especializadas en salud mental.

En realidad, la primera gestión de Facebook para reducir el número de suicidios en Estados Unidos y Reino Unido data de 2011, cuando se gestó un enrevesado sistema que, comenzando por el botón que sirve para alertar sobre spam, se llegaba a una opción que permitía avisar de que alguien podía tener tendencias suicidas. Aquella iniciativa la fomentó la muerte de una joven que, en su muro de Facebook avisó de que se iba a matar. La diferencia con la herramienta actual es, además de una mecánica más sencilla, la cantidad de organizaciones que se ponen a trabajar conjuntamente para evitar suicidios. Son Forefront, Now Matters Now, National Suicide Prevention Lifeline y Save.org, entre otras.

El movimiento ‘Quantified Self’

Para los expertos en transformación digital, como Gonzalo Martín, que trabaja en Territorio Creativo, empresa especializada en marketing social, «esta iniciativa aprovecha algunas de las posibilidades inherentes en las herramientas digitales y que ya son frecuentes en otros ámbitos: la cooperación anónima de muchos usuarios y el empleo de la información masiva o big data«.

«Esta posibilidad permite trabajar para prevenir enfermedades y anticipar problemas de salud, incluyendo claro está los de índole psiquiátrica y psicológica. Estamos sólo en el comienzo de esta tendencia, que va a sofisticar muchísimo la gestión de la salud, tanto desde las instituciones sanitarias como desde los individuos a título personal», detalla. Se refiere al Movimiento Quantified Self, que promulga la unión de la tecnología y los datos para crear modelos de conducta relacionados con la salud.

El peligro de vulnerar la intimidad

Más escéptico se muestra el psicólogo Enrique García Huete, autor del libro El arte de relacionarse. «En principio, la nueva herramienta tiene un punto muy bueno y un punto muy malo. Las redes sociales sirven como red de apoyo pero a la persona en cuestión podría sentarle mal, podría preguntarse: ‘¿Por qué nadie tiene que saber de mi estado de ánimo? ¿Qué hace exactamente Facebook para informarse?'». Para este doctor en psicología el mejor camino sería que «la persona que tiene un problema quiera acceder a una solución» por sí misma, aunque reconoce que Facebook «puede ayudar y dar pautas de apoyo». García Huete se preocupa, sobre todo, por algo que la red social no ha nombrado: el diagnóstico.

«Es un poco rara esta medida, tiene algo de deshumanización pero, técnicamente, sirve para ayudar, aunque dejarlo en manos de Facebook puede ocasionar problemas con la intimidad», reflexiona. Una complicación con la que ya se topó Facebook en diciembre de 2014, cuando animaba a los usuarios a realizar su clásica revisión del año utilizando un algoritmo personalizado. En algunos casos, lo único que veían como destacado del año que se iba eran los recuerdos malos. Y no se animaban mucho, claro.

Facebook y la depresión

Sin embargo, los estudios que se han realizado en el último lustro que intentan conectar Facebook con síntomas de depresión más que constatar una posible causa-efecto generan controversia. El primer signo de alarma lo lanzó la American Academy of Pediatrics: «La depresión por Facebook se desarrolla en preadolescentes y adolescentes que pasan mucho tiempo en redes sociales como Facebook y, después, exhiben los clásicos síntomas de la depresión», afirmaba la organización de pediatras en 2011. Pero le acusaron de confundir correlación con causalidad.

Es más, en el informe Revisitando la depresión Facebook, la ausencia de conexión entre el uso de la red y los síntomas depresivos, su autora, Teague E. Simoncic, sostiene que «sólo en el caso de mujeres con alto nivel de neurosis se observa una relación entre la actividad en la red social y síntomas de una depresión».

Lo que está más o menos claro, al menos para quienes practiquen Facebook, es que el timeline viene siempre repleto de información y cargado de intensidad, creando a la larga un periódico en miniatura y también un escenario donde prima lo emocional y lo banal. «Muy triste porque se nos murió nuestra perrita Tina», «entusiasmados porque nos acaban de anunciar que seremos papás», «hasta el higo de los retrasos del servicio de autobús» son sólo unos ejemplos al azar. El problema aumenta cuando a la expresividad se une el exhibicionismo.

La coquetería del abatimiento

Dice el profesor Enrique Ferrari Nieto, autor del libro Resistencias con lo digital, que «resulta desagradable leer en Facebook una carga emotiva excesiva, cuando se muestran pletóricos y se muestran hundidos, porque es un exhibicionismo que busca hacer sugerente el abatimiento, con una coquetería frívola que parece querer sólo el mayor número de respuestas posibles, como el que busca que en la calle la gente se dé la vuelta a su paso y se le quede mirando. Uno en un momento dado puede necesitar un hombro sobre el que llorar, pero no 200».

En la escena final del filme La red social hay un Mark Zuckerberg que le da a la tecla de F5 repetidamente, con insistencia, la mirada triste y un rictus de ansiedad. Refrescar, refrescar, refrescar. A ver si aceptan mi amistad. A ver si me han contestado. A ver, ¿qué puedo contar? El de Facebook más que un muro es ya una tapia, un tablón de anuncios, un lugar donde avisar de que falta leche para mañana, y decir que en las redes sociales todo el mundo parece feliz, a estas alturas de la película, es una boutade.