El método que se utilizó en este estudio fue un cuestionario online anónimo que se envió a través de distintas redes sociales a diferentes grupos tanto profesionales como sociales incluyendo sujetos de todo el mundo. El cuestionario incluía preguntas sobre grupos de alimentos que se han asociado a la neuroquímica y neurobiología.

A partir de los datos obtenidos del cuestionario online se construyeron unos modelos de ajuste usando análisis regresivos para evaluar la relación entre las variables dietéticas, el ejercicio y la angustia mental en adultos jóvenes (18-29 años) y adultos de más de 30 años. Basándose esta división en la premisa de que la maduración del cerebro no se completa hasta la edad de 30 años.

El estudio concluye que distintos niveles de madurez cerebral (diferenciando entre menores y mayores de 30 años) pueden tener necesidad de diferentes hábitos alimenticios para mejorar el nivel de salud cerebral. En el caso de los adultos jóvenes, el estado de ánimo depende alimentos que puedan aumentar la disponibilidad de precursores de neurotransmisores y sus concentraciones en el cerebro, es decir, el consumo frecuente de carne y ejercicio, respectivamente. Sin embargo, el estado de ánimo de los adultos mayores de 30 años depende más de alimentos que incrementan la disponibilidad de antioxidantes (frutas) y la abstinencia de alimentos que activan inapropiadamente el sistema nervioso simpático (como el café, omisión del desayuno o tener un alto índice glucémico).

Este tipo de titulares pueden trasladar al lector que cierto tipo de alimentación potencia las capacidades intelectuales.

El estudio tenía por objetivo estudiar hábitos alimenticios y de ejercicio y establecer una potencial relación entre estos hábitos y los niveles de angustia en individuos de dos franjas de edad diferentes. Se concluye que aparentemente cierto grupo de alimentos mejoran la salud mental. Sin embargo cabría señalar la diferencia entre los conceptos de “nivel de angustia” y “potencia cerebral”.

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