«Hasta los mismísimos» por Carles Francino
Lo que sinceramente no podía imaginar es el nivel de ridículo sin paliativos al que se han abocado algunos políticos proponiendo que esa letra se convierta en oficial
No tengo nada contra Marta Sánchez ni contra su idea de ponerle letra al himno de España. Tampoco tengo nada a favor, la verdad, porque me parece algo tan cursi y relamido que echa para atrás.
Pero, bueno, es mi opinión; Marta Sánchez es una artista y con su arte puede hacer lo que le plazca. Lo que sinceramente no podía imaginar es el nivel de ridículo sin paliativos al que se han abocado algunos políticos proponiendo que esa letra se convierta en oficial, que se cante ya en la próxima final de la Copa del Rey de fútbol o que incluso el presidente del gobierno haya proclamado que donde se habla de amor, de Dios, de rayos de sol, de rojo, de amarillo y de corazón, entre otras cosas, dice Rajoy que esa letra representa a una inmensa mayoría de españoles. Yo, sinceramente, siento vergüenza ajena leyendo ese tuit, o el de Albert Rivera glosando la valentía de Marta Sánchez, como si esto fuera un acto heroico.
Es muy penoso todo, mucho, de verdad; y sólo el vendaval patriotero que se ha levantado como respuesta al independentismo catalán explica esta falta de pudor. Lo malo es que algunos podemos criticarlo, podemos hacer bromas, pero hay gente que se lo toma en serio, muy en serio. Y además el trasfondo es peligroso: sí, porque ahora ya estamos enfangados en discutir sobre la lengua, en utilizar la lengua como arma arrojadiza.
Nos faltan dos telediarios para que alguien diga que si ya tenemos el castellano, para qué carajo nos marean con otros idiomas; estamos a un punto así de que esa corriente de pensamiento salga de las catacumbas. Y esta, créanme, sería la penúltima estación antes del desastre total.
Lamento repetirme, ya sé que me lo han escuchado en otras ocasiones, pero estoy de banderas –del color que sean– y de patrias –y ahora de himnos– hasta los mismísimos.